6 | Nuevas sensaciones

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Los días se habían escurrido entre sus dedos, no se había dado cuenta de que el fin de semana una vez más hacia acto de presencia.

Lucia ya había empezado a gritar en la pequeña cocina de la oficina que era viernes, la pelirroja era imparable, con una energía envidiable, había momentos en que Emilia hubiera deseado poder ser tan abierta y accesible como ella, de fácil sonrisas y alegrías innatas, pero nunca había sido de esas chicas, le costaba tratar con los demás, en realidad apreciaba más la soledad, mientras bebía de su café recostada en la mesa viendo a Lucia hablar con Eduardo, eran dos personas normales charlando de los preparativos e invitados de la fiesta, personas con vidas diferentes a la suya.

Personas que a simple vista solo eran eso, personas. Pero tal vez dentro de ellas, si llegaras a escarbar un poco encontrarías un monstruo, alguien sin piedad, alguien que termine siendo desconocido.

Sus manos apretaron con más fuerza la taza sin darse cuenta.

Por eso deseaba quedarse con las personas que realmente conocía.

-¡Emilia! –Lucia levanto la voz, la castaña parpadeo confundida y fijo sus ojos en ella- ¿Estas bien?

-Sí, sí. Disculpen, estoy un poco cansada –fijo sus ojos en el reloj que llevaba en la muñeca- ¡Oh Dios, ya es tarde! –Lavo rápidamente la taza y la puso a secar-¿Vienes, Lucia?

La pelirroja negó, indicando que se verían después, ella asintió, tomo sus cosas y se dirigió al ascensor.

Presionó el botón mientras se regañaba internamente, siempre le sucedía estas cosas, hace una año atrás la psicóloga le había recomendado ocupar su mente, tratar de entablar conversaciones con las demás personas, y Dios sabía que lo intentaba, bueno debía admitirlo, tal vez no tanto como debería.

Soltó un suspiro y cuando las puertas metálicas se abrieron, ella se quedó congelada. Sebastián estaba dentro, cuando levanto sus ojos y la vio una sonrisa se extendió en su rostro, una que ilumino su semblante y dejo sin aliento a Emilia.

¿Cómo podía este hombre lograr eso con una sonrisa?

Sebastián no podía dejar de sonreír, sus días eran iluminados solo con su presencia, si hubiera alguien capaz de darle sentido al concepto de belleza era Emilia, tan natural, tan vigorizante, sus venas se llenaban de una electricidad inexplicable cada vez que esos ojos lo miraban de ese modo, genuinamente sorprendidos.

-Buenos días–la vio parpadear y tragar saliva.

-Buenos días –Saludo ella.

El arqueo una ceja al ver que la mujer no se movía.

-¿Entras, Emilia? -Asintió y camino dentro de la caja metálica, se puso a su lado y él hubiera dado todo lo que fuera con tal de estirar el brazo y acercarla él, para así oler esa fragancia que lo hacía cerrar los ojos.

En segundos el ascensor volvió a abrir sus puertas y ambos salieron, Sebastián le dio paso mientras observaba la caída de su cabello por toda su espalda, los rulos en las puntas estaban hechos para que pudiera enredarlos en sus dedos.

Se encontraba sonriendo ante ese pensamiento que no vio como Emilia se detuvo abruptamente y choco con ella, la sostuvo del hombro desde atrás cuando por el impacto dio varios pasos hacia adelante.

-¿Emilia? –Ella estaba congelada allí, frunció el ceño preocupado- ¿Te pasa algo?

-Lo olvide por completo –susurro ella, su voz estaba desprovista de emoción que el camino hasta ponerse delante suyo, sus ojos hermosos ojos marrones estaban muy abiertos, haciendo que sus largas pestañas rozaran sus piel- Yo... es mi culpa y ellos...

Déjame amarte solo un pocoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang