16 | Enojada

54 8 0
                                    



-¿Por qué no me haces caso por esta vez mamá?

Emilia colgó su bolso en el hombro mientras tomaba unas carpetas de la mesa.

-Emilia ya estoy bien...

-No. No lo estás –aseguro- Por favor, toma las dos semanas de vacaciones que te ofreció tu jefe, hazlo por mí, por Alex –le pidió, ella necesitaba saber que su madre estaría bien y segura cuando saliera por la puerta- Te necesitamos fuerte y si no cooperas no lo lograras. Pudo haber sido peor.

Julia miro a su hija, su única hija, así que asintió, veía en sus ojos una preocupación cruda.

-Está bien –Dijo y la apunto con el dedo índice- Pero yo iré a buscar a Alex a la escuela y agradecer personalmente a la profesora que lo haya cuidado –Emilia suspiro, lo terca nadie le sacaba y Alex lo había heredado de ella.

Volcó los ojos y le dio un abrazo.

-Como tú digas.

Justo cuando alcanzo el inicio de las escaleras vio a su hermano bajarlas, abrió los brazos y el corrió hasta ella.

-¿Ya te vas, Milia?

-Sí, cariño –le dio un beso en la frente antes de enderezarse- Pórtate bien ¿Si? –y luego le dijo al oído- Y cuida a mamá, cuéntame si no está tomando sus medicamentos.

-Sí, lo hare –Alex puso su mano cerca de su oído y le susurro o más creyó que lo hacía- Pero mami está ahí.

-Por si no saben, estoy aquí –su madre bromeo y ella tuvo que reír. Dejo un sonoro beso en la mejilla de Alex haciendo que el riera.

-Nos vemos más tarde.

Emilia se bajó del ómnibus a dos cuadras antes de su destino, necesitaba despejar su mente y calmar sus pensamientos.

Estaba tan molesta, todo su cuerpo estaba rígido, había aceptado que sentía algo por Sebastián, en definitiva ese hombre provocaba en ella sensaciones que debía admitir no le molestaban del todo, mas nada eran demasiados nuevos para ella, pero esa era la misma razón por la que no podía conciliar el pensamiento de que el haya estado toda la noche con ella, cuando estuvo tan atento con ella en el hospital, apretó los dientes, tenía un opresión en el pecho y hacia que sus puños se cerraran, creía seriamente que lo golpearía si lo tenía en frente.

Tan perdida estaba en sus pensamientos que no se percató que el semáforo aun no cambio a rojo y avanzó, ni bien dio unos pasos un bocinazo la detuvo en seco haciendo que volviera a la realidad, cerro sus ojos esperando el impacto que nunca llego por lo que lentamente abrió los ojos y se halló a unos metros de la otra acera y con varios pares de ojos clavados en ella, algunos asustados y otros mirándola con reprobación, ni siquiera había mirado para cruzar.

Cuando logro calmar su asustado corazón giro la cabeza a su derecha y vio a unos centímetros de ella el lujoso coche blanco brillando bajo la temprana luz de la mañana y más allá al hombre bajando del mismo auto. Tenía el ceño fruncido por la preocupación y tal vez también con enojo. Emilia en definitiva no lo iba a culpar si ese era el caso.

-Deberías mirar por donde caminas –La voz gruesa y ronca en tono de regaño del hombre atravesó el zumbido que aun sonaba en sus oídos- Gracias a Dios, te vi a tiempo y pude frenar, de lo contrario...-Emilia detecto el acento del hombre, al parecer era extranjero, no profundizo en eso y solo asintió sabiendo que él tenía toda la razón, se aguantó la regañina. El hombre se irguió y acomodo su saco sobre sus hombros, Emilia lo observo, tenía el pelo oscuro igual que los ojos, se veía imponente en aquel traje de tres piezas hecho a medida, y no tuvo que mirar mucho para darse cuenta que había llamado la atención de varias mujeres.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now