9 | Cercanía

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Emilia se dirigió al estacionamiento, mientras se acercaba a la plaza que pertenecía a Sebastián pensó en alguna excusa para no ir a la cena de Génesis.

No lograba comprender ese temor de enfrentar a Sebastián y debía aceptarlo también, aunque le costara, el hecho de querer pasar tiempo con él, no podía negarse a sí misma y eso era lo que le asustaba, nunca le había pasado y que fuera con él lo hacía doblemente más difícil de sobrellevar.

-¿Estas lista? –salto del susto, estaba tan absorta pensando precisamente en el que no se percató de sus pasos.

Giro para enfrentarlo, tenía que encontrar la manera de zafarse de esto.

-Yo... no creo que pueda ir –murmuro en voz baja y no lo miro, no se atrevió.

Sebastián se llevó la mano a la cabeza y presiono su sien, el dolor filtrándose en su cabeza. Para él era tan obvio que Emilia no quería irse con él, pero eso solo hizo que la molestia se filtrara junto al dolor.

-¿Tienes algo que hacer? –Ella levanto la vista- ¿O es que no quieres ir conmigo? –Su expresión apenada lo desarmo, iba a hablar pero él la interrumpió- Por mí no hay problema si quieres tomar un taxi, solo que Génesis tiene razón, como vamos al mismo lugar me parece ilógico –se encogió de hombros como si no le importara- Pero si desde luego no quieres ir, tendrás que llamar y decirle a mi hermana.

El camino sacándose la llave del bolsillo, desbloqueo el auto mientras la culpa empezaba a carcomer a Emilia, ella no había pensado en eso. Si no iba Génesis no se lo perdonaría.

¿Y además que excusa le daría?

Génesis, no puedo ir, tu hermano me trastorna.

Inclusive en sus pensamientos sonaba patético.

Sebastián ya estaba abriendo la puerta de su auto, mientras su mirada aún seguía en Emilia, quien parecía tener una batalla en su cabecita terca.

-Está bien –soltó girando hacia el- Voy a ir.

Sebastián sonrió y rodeo el auto, le abrió la puerta, para que ella pudiera subirse.

-La mejor decisión que has tomado, no creo que quieras hacer enojar a una embarazada –Dijo el cuándo estuvo delante del volante, encendió el auto- Y menos si esa es mi hermana.- Se giró un poco y observo como ella peleaba con el cinturón que al parecer había decidido atascarse, Sebastián sin pensarlo, se inclinó sobre ella, quedado suspendido sobre su rostro. Emilia ahogo un jadeo y giro un poco el rostro y sintió su aliento rozándole la piel. Sebastián no podía pensar con claridad, esos labios tan cerca de él, lo tentaban a cometer una locura, como morderlos y probar que sabor tenían. Se obligó a calmar esos pensamientos y ubico correctamente el cinturón haciendo que un escalofrió recorriera a Emilia por lo cerca que estaba, esa consiente de su calor corporal, con una última mirada él se alejó y ella pudo sentir como el aire entraba de nuevo en sus pulmones.

Este hombre la iba a matar.

Durante el trayecto ninguno de los dos hablo, Emilia se quedó mirando por la ventanilla, pero en varias ocasiones giro un poco el cuello para ver a Sebastián, tenía la mano derecha sobre el volante y con la otra se acariciaba la barbilla, estaba absorto en el camino o en sus pensamientos. Pero el perfil que estaba observando era lo más hermoso que había visto, una verdad se filtró en su mente; podría pasarse horas admirando esta imagen.

Nunca imaginó que estaría a su lado, en su auto, sentada admirándolo como lo estaba haciendo y mucho menos que sentiría cosquilleos en la punta de sus dedos por las ganas que tenía de que su mano volviera a cubrir la suya.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now