13 | Familiaridad

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Emilia se recargo en la mesada de la cocina luego de colgar el teléfono, lo primero que había hecho al salir fue tranquilizar a Génesis y también a su madre, quien estaba más que curiosa por saber todos los detalles, tal vez hasta le contaría de lo bien trabajado que estaba el físico de su jefe. Negó con la cabeza, con la cara roja, se preguntó cómo se ponía a pensar en esas cosas, metió su teléfono en el bolsillo trasero de su jeans y se encamino a poner la mesa, no estaba segura de que Sebastián tendría fuerzas para venir hasta el comedor pero era mejor prevenir.

Sonrió al ver la mesa puesta, el comedor estaba próximo a la cocina, se dio un tiempo para admirar el departamento de su jefe, era muy lujoso, la televisión enorme llamaba toda su atención frente a un sofá enorme color negro, inclusive había cuadro de fotos en los estantes, cuando vio de cerca uno sonrió, Sebastián y Génesis se veían adorables, sus pelos rubios llenaban todo la visión, una tierna sonrisa se coló en sus labios al ver la expresión dulce e infantil de Sebastián. Tomo otra donde estaba un hombre mayor junto a él, era obvio que era su padre, el parecido era innegable, ambos tenían una enorme sonrisa y traían palos de golf en las manos.

-Mi padre amaba el golf –su corazón dio un vuelco del susto que casi tira el cuadro, lo tomo en el aire y giro hasta que lo tuvo en frente mismo o más bien tenía el torso de Sebastián justo delante de la cara, no pudo evitar que una exclamación saliera de su boca y que sus ojos lo recorrieran- ¿Te asuste?

-¿Tu qué crees? –Logro balbucear y trago saliva.

Tenía una sonrisa torcida y el vio su pelo rubio mojado que lo hacía mucho más oscuro, sus ojos parecían brillar con algún pensamiento. Ella volvió a tragar saliva de repente su garganta está seca, se veía increíblemente sexy, en un movimiento coloco la foto en su lugar y dio unos pasos más lejos. Pero Sebastián con un asentimiento en su dirección camino hasta el comedor dejando a la vista de Emilia su ancha espalda, sus músculos se marcaban ante cada paso, era la visión más sensual que había visto nunca, pero tuvo que reconsiderar esto al ver como su pantalón de chándal caía sobre sus caderas como si se tratara de una caricia, cerró los ojos, este hombre la iba a volver loca.

¿Desde cuándo era consciente de eso?

Pero no creía que ninguna mujer fuera capaz de ser indiferente a este espectáculo.

Inhalo profundo, haciendo que su pecho subiera y bajara, cuando sintió un poco de sosiego se encamino detrás de él.

-Sebastián ¿Por qué sales así? –el arqueo una ceja, tenía el brazo apoyado sobre la puerta del refrigerador- Estabas ardiendo en fiebre, aun no estás del todo bien y sales sin siquiera ponerte algo arriba –cuando lo señalo de arriba abajo el sonrió, bebió un poco de agua y luego cerró la puerta- Estoy segura que fue el exponerte a la lluvia de ayer que te dejo así. Lo siento mucho –se disculpó, después de todo era toda culpa suya.

-No tienes que disculparte, Emilia. Estas cosas pasan –dijo el- Además, siempre he sido así, exponerme a los cambios climáticos siempre me pasa factura.

Él se encogió de hombros restándole importancia.

-O tal vez solo eres un debilucho –Emilia no sabía de donde había sacado esa valentía, pero sentía una inquietante familiaridad allí entre ellos, uno al extremo del otro, que bromear le salió sin esfuerzo.

Sebastián la miro con expresión un poco asombrada e insultada.

-¿Crees que soy un debilucho? –se enderezo y dio un paso en su dirección.

-Aja.

-¿Estas segura?

Emilia lo miro sintiendo su propia respiración trabajar más rápido, a cada paso que el daba en su dirección el aire desaparecía.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now