26 | Novios

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Emilia parpadeo y abrió sus ojos que estaban acostumbrados a la poca luz de su habitación a esas horas de la mañana. La alarma sonó a las seis en punto, pero como siempre sucedía ella estaba despierta antes, se levantó de la cama y cuando se miró al espejo vio el reflejo del saco de Sebastián colgado por el perchero cerca de su puerta.

No había podido ganarle aquella discusión, el insistía en que ella tenía frio y sin que se diera cuenta ya la había metido dentro de su enorme saco.

Sonrió como una tonta y se aproximó a ella, lo tomo llevándolo a su nariz, inhalo profundamente y el olor característico de él se coló en su sistema, todo lo que sucedió la noche anterior estaba en su mente fresco y real, repitiéndose una y otra vez deleitándola con tanta felicidad que apenas y podía evitar no ponerse a saltar como una quinceañera.

Era como estar sobre una nube, todo era más nítido, más alegre y sentía que podía suceder cualquier cosa que ella no se percataría de nada.

¿Así se sentía estar enamorada? Y sobre todo saberse correspondida.

Estoy tan enamorado de ti, Emilia.

Él lo había dicho, y muchas otras cosas más que dejaba claro todo. Recordaba lo mucho que le había costado separarse de él mientras la dejaba frente a su casa, se había negado a que lo hiciera, pero había insistido tanto que no pudo negarse sobraba el hecho de que quería pasar un momento más con él.

Cuando recordó que en menos de dos horas podría verlo nuevamente se apresuró a arreglarse, se tardó más de lo normal frente al espejo y al final dejo su cabello suelto.

-¡Buenos días! –Saludo entrando al comedor donde su madre la miro con una ceja enarcada- Hola, pequeñín –depósito un beso sobre el la cabeza de su hermanito y tomo asiento.

-Em, ¿sucede algo?

La aludida bebió de su zumo de naranja mientras miraba a su madre.

-No, no sucede nada, ¿Por qué?

Julia sonrió y negó con la cabeza.

-Por nada cariño, me gusta verte tan feliz –comento- espero que me cuentes el motivo.

Emilia desvió la vista, a su madre nunca podía esconderle nada, pero en este momento no estaba dispuesta a ser blanco de su mirada interrogativa, por lo que, bebiendo rápidamente su jugo, tomo sus cosas y se dispuso a salir.

-Em, aun tienes tiempo de terminar de desayunar –Julia le dijo mientras la veía colgar su bolso sobre su hombro.

-Ya lo hare en la oficina, tengo una reunión muy temprano, tengo que irme –los beso a ambos y salió, había llegado al borde de la acera cuando un coche plateado brillando en la temprana luz se detuvo justo frente a ella. Las carpetas que traía se deslizaron de su brazo ante la sorpresa de ver a Sebastián descendiendo del vehículo, lo siguió con la mirada durante todo el trayecto que hizo desde cerrar la puerta y llegar hasta ella, aun sonreía cuando recogió sus cosas de suelo y se las paso.

Aturdida lo tomo en sus manos.

-Buenos días, cariño –la voz ronca acompañada con esa sonrisa de lado hizo que las mariposas de repente revolotearan en su estómago trayéndola de vuelta a la realidad.

- ¿Qué... que estás haciendo aquí? –logro preguntar mirando detrás de ella para asegurarse de que su madre ni Alex estuvieran mirando hacia la calle.

- ¿No es obvio? Vengo a llevarte al trabajo.

Ella lo miro como si se hubiera vuelto loco.

- ¿Qué? No, no puedes hacer eso –soltó tratando de esconder su sonrisa.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now