20 | Indiferencia

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Te bese porque moría por hacerlo.
Sacudió la cabeza, pero había intentado eso en infinidad de ocasiones y de igual modo la voz de Sebastián diciendo aquellas palabras se colaban en sus pensamientos.
-¿Eso funciona?
La repentina voz la asustó y tiro el bolígrafo en la mesa, Emilia clavo sus ojos entrecerrados en una sonriente Lucia.
-¿Qué cosa?
-Sacudir la cabeza como si estuvieras espantando moscas invisibles.
-Solo estaba tratando de despejar mi mente, solo es eso –se encogió de hombro y se puso de pie.
-Aja. Y yo soy la mujer maravilla –Ignoro la mirada asesina de Emilia ante su sarcasmo y le informo- Los italianos ya están aquí. Están subiendo el ascensor supongo.
Emilia sonrió.
-Genial ¿Todo esta listo?
Lucia movió la cabeza siguiéndola hacia el lobby.
-¿El Señor Hamilton está en su oficina?
-Ahora ya es el Señor, ya no es solo Sebastián, interesante –le dijo Lucia.
-Lucia…-advirtió.
La pelirroja elevo las manos en son de paz.
-Está en su oficina –dijo- ¿Lo llamas tú o prefieres que lo llame yo?
Emilia no lo había vuelto a ver desde que salió casi huyendo de la oficina de Génesis, después de haberle dicho que el beso había sido un error, que para ella no había sido nada y que lo olvidara, no se sentía con las fuerzas necesarias para volver a tenerlo en frente. Deseaba desesperadamente que las palabras que le había arrojado a la cara fueran verdad, pero una cosa es lo que decía su boca y otra lo que gritaba su corazón.
-Tengo que ir a ver algunas cosas en la sala de juntas, ve e infórmalo –le pidió y antes de que su amiga soltara alguna de sus frases se alejó con pasos apresurados.
Lucia estaba riéndose entre dientes de su amiga, era tan obvia, ella estaba segurísima que había pasado algo allí entre ellos aunque ella no le hubiera dicho nada.
-Lucia –una vez más se sobresaltó cuando la voz de Sebastián la saco de sus pensamiento- ¿Siempre eres tan asustadiza? –le pregunto con sorna mientras ella le dedicaba una sonrisa.
-Lo siento, Señor. Me tomo por sorpresa –se disculpó. No pudo evitar observar que las líneas de sus expresiones estaban tensas y su sonrisa era casi forzada- Estaba a punto de ir a avisarle que…
Las palabras de Lucia murieron cuando el murmullo de varias voces lleno el lugar.
-…los italiano ya llegaban –termino en voz baja.
-Me he dado cuenta –le dijo Sebastián que ya estaba caminando hacia el grupo- Buongiorno, Alessandro Calabrese –saludo en un perfecto italiano. El anciano de unos sesenta años le sonrió y le dio un fuerte abrazo, el hombre era un buen amigo de su padre- Benvenuto.
-Buongiorno, Sebastián –el hombre le apretó el hombro- Es un placer para mi estar en este lugar, esta todo como lo dejo il mio vecchio amico –dijo refiriéndose a su padre. El acento italiano del hombre se notaba en cada palabra.
-Así es Alessandro –dijo- Pero por favor vamos, pasen.
-¡Ah! Casi lo olvido –dijo el viejo posando su mano en el hombre de la mujer a su lado- Mi abogada, la señorita Bianca Mondragón –Sebastián le estrecho la mano, era un mujer de mediana estatura, y la melena rubia- Mi hijo también vino, está atendiendo algunas llamadas –apunto sobre su hombro pero Sebastián no alcanzo a ver a nadie.
-¿Desean tomar algo?
Se decidieron por un café y cuando Lucia se encaminó a traerlos Sebastián los guio a la sala de juntas, de donde justamente salía la dueña de sus dolorosos pensamientos.
Emilia se quedó tiesa allí, sin poder mirar a otro lado que al dueño de esos impresionantes ojos verdes.
-Ella es mi mano derecha, la Señorita Emilia Santino –se apresuró a presentarla antes de perderse de nuevo, se enorgulleció de sí mismo por sonar tan profesional.
-Es un placer, Señor Calabrese –rápidamente Emilia le prestó atención al hombre que le dedicaba una amable sonrisa.
-Il piacere è mio –La castaña sonrió, no entendía el italiano pero podía entender lo que decía.
-Anteriormente trabajaba con Génesis, pero como ella se retiró se quedó trabajando a mi lado –Le explico brevemente- Vamos a entrar.
-Adelante –Emilia esbozo una sonrisa mientras pasaban frente a ella, Sebastián se detuvo un momento y la miro, pero aquella calidez en sus ojos cuando la miraba había desaparecido- El hijo del Señor Calabrese está en el lobby, muéstrale el camino hacia aquí, estaba hablando por teléfono –No espero a que ella asintiera para entrar en la sala de juntas, ni siquiera la había mirado cuando hablo.
¿Y no era eso lo que querías?, le pregunto una voz.
Emilia hizo lo que Sebastián le había pedido, más bien ordenado. No quería profundizar en su trato, pero cuando fue consciente de lo que significaba, fracaso, todos los pensamientos se arremolinaban en su mente haciéndola comprender. Le estaba dando lo que pedía, que se olvidara de todo, pero algo en el hecho de que lo aceptara tan fácilmente le molestaba de sobre manera, tal vez no era tan importante como había dicho, pensó con desdén. Y cuando se dio cuenta de que no obtendría nada de ella mostraba su verdadera cara.
¿Pero porque algo en su corazón le decía que estaba equivocada?
Además tampoco le había dicho que dejara de hablarle, solo que olvidara el beso.
¿Por qué no podían ser amigos?
¿Qué es lo que pretendía?
Tal vez el de verdad…
No. No podía darse ese lujo, dejarse llevar sería un terrible error. No entendía como habían llegado a terminar en esta situación, después de la discusión del día anterior había quedado todo claro, pero después del beso todo se había vuelto un desastre. No hace más de tres horas le  grito en otras palabras que era un niño mimado dispuesto a tomar lo que quisiera cuando le apetecía, y que ella era su nuevo juguete. Todavía recordaba la expresión de su atractivo rostro, ella había logrado dejarlo noqueado, pero en el fondo tampoco creía en sus propias palabras, ahora mientras veía un poco borroso su camino pensó que eran dos desconocidos, que no podían estar en un mismo lugar.
Tan perdida en sus cavilaciones, no fijo su vista en el camino, pero no recordaba que hubiera una pared o columna en medio del pasillo, pero se estrelló contra algo duro, ahogo el grito que casi suelta cuando se vio envuelta entre los brazos de la persona que menos esperaba encontrar en su trabajo.
-Te dije que la próxima vez no iba a poder detenerme –aquel hombre que casi la había atropellado se hallaba a centímetros de ella, dedicándole una mirada entre asombrada y divertida. Como ella estaba en el mismo estado no pudo articular palabra- Nuevamente estabas perdida en tus pensamientos que ni siquiera me viste –esa voz marcada con acento italiano que ahora sus oídos podían distinguir bien hicieron que volviera a la realidad, una donde estaba literalmente abrazada a un desconocido.
-Lo siento –se disculpó, ya por el momento no se le ocurría nada más que agregar, volvió a mirarlo y ahora pudo ver de cerca sus ojos marrones, casi negros, aquella barba que delineaba una poderosa barbilla.
-No te preocupes, belleza.
-¿Pero tú que haces aquí? –pregunto aun alucinada.
-Pues mi padre tiene un acuerdo que discutir el presidente de las empresas Hamilton –explico el arrastrando las palabras al igual que su mirada por toda ella. Emilia aliso su falta con disimulo, incomoda ante el escrutinio del hombre que… y entonces cayo en cuenta, pero para tonta del día de hoy estaba ella, ese acento italiano, esa postura. Él era el hijo del Señor Alessandro Calabresse, esos ojos eran los mismos, pero este hombre era mucho más joven y justo ahora traía una sonrisa torcida en sus carnosos labios.
-¿Y cuál es tu nombre, belleza? –ella ignoro la pregunta con otra pregunta.
-¿Eres…?
No alcanzo a terminarla cuando la voz de Sebastián ya la estaba respondiendo.
-Marco Calabresse.
El hombre sonrió y en el mismo tono, amable y profesional dijo:
-Sebastián Hamilton.
-Cuanto tiempo sin verte –se dieron un rápido abrazo, Emilia intuyo que no era tan estrecha su relación- Creí haberte dicho que condujeras a Marco a la sala de juntas –Emilia se quedó de piedra cuando la voz dura de Sebastián la reprendió, no alcanzo a responder cuando ya lo estaba haciendo Marco.
-Por favor, Sebastián. No seas exagerado. Estábamos charlando –dijo el con una sonrisa sin detectar la tensión latente- La última vez no tuvimos tiempo.
Sebastián pensó que había escuchado mal y miro de uno a otro tratando de comprender.
-¿Acaso se conocen?
Y la sonrisa de Marco solo hizo que el estómago de Sebastián fuera azotado por un golpe agrio.
-Digamos que fue un desafortunado encuentro –pero la sonrisa que colgaba de los labios de Marco hicieron pensar a Emilia que parecía no haber sido solo eso, y cuando miro los ojos verdes de su jefe él también pensaba lo mismo porque la estaba taladrando con la mirada, fue a hablar pero Marco se adelantó- Bueno, creo que después te lo contare, pero ahora creo que debo ir junto a mi padre, estará impaciente ¿Me hace el honor, belleza? –le ofreció el brazo y Emilia sorprendida solo atino a mirar a Sebastián, que con una indiferencia descomunal trataba de ocultar la molestia que le producía que la llamara con ese término y más que la tratara con tanta familiaridad que a él le era imposible.
Emilia dolida ante su actitud, y sin querer que se notara lo mucho que la afectaba, elevo el mentón y con una amable sonrisa dijo:
-Si, por supuesto –enredo su brazo con el de Marco, quien sonrió encantado, caminando a su lado.
*-*-*
Emilia trataba de que el orgullo que se sentía en su pecho no transmitieran sus ojos mientras miraba a Sebastián hablar, lo hacía con tanta pasión que no le quedo duda de que había nacido para esto, aquellas duda que el mismo había confesado estaban infundadas, su presentación era digna del presidente de la compañía. Observo la sonrisa del señor Alessandro, la mirada seria de Marco y la sonrisa seductora de la mujer que la habían presentado como Bianca. Las demás personas que se encontraban en la sala eran los gerentes de las áreas más importantes, si antes habían dudado de la capacidad del hombre parada delante de ellos, ahora dudaba de que pensaran igual. Sebastián lo había hecho increíble, era bien sabido por todos que la familia Calabresse era muy exigente, de ahí este nuevo acuerdo.
Pero no cabía en sí de la sorpresa cuando él se dirigió al invitado en el idioma natal de este, y si de por si era atractivo con aquel acento lo era aún más, a Emilia le subió el calor y se escapó de su mano el bolígrafo que tenía en la mano. Cuando la iba a tomar, una mano se adelantó, con una sonrisa le agradeció a Marco el favor, justo en ese momento Sebastián la llamo y señalando el grafico proyectado en la pantalla.
-Emilia, trabajaste en esto así que considero adecuado que lo expliques –ella miro detrás de él y reconoció los presupuestos basados en inversiones a largo plazo que había hecho, para un desarrollo de nuevas ideas. Cuando pudo reaccionar, se puso de pie mientras Sebastián tomaba su lugar.
Él no sonreía, solo la miraba con aquellos ojos verdes, en ese momento se dio cuenta que no deseaba decepcionarlo, así que irguiéndose se dispuso a hablar.
*-*-*
Alessandro aplaudió poniéndose de pie.
-Mis sinceras felicitaciones, no me esperaba menos de ti, hijo –Estrecho la mano de Sebastián, que ocultaba su regocijo con una mirada de agradecimiento- De verdad, creo que no hay otra respuesta que la evidente. Esta sociedad sigue en vigencia, y al parecer por muchos años más.
Marco se acercó hasta ellos y sonrió mirándolos alternativamente.
-Por fin se tu nombre –dijo con una sonrisa- Pero mi padre tiene razón, se han lucido, hacen un equipo excelente.
-Esta mujer no solo es bella si no también inteligente –la elogio el Señor Calabresse.
-Muchas gracias –atino a responder Emilia, muy emocionada.
Sebastián estaba más que de acuerdo, pero sin decir nada miro a Alessandro.
-Génesis me pidió invitarlos el domingo a un almuerzo en su casa, como aquellos que solía hacer mi padre, seguro lo recuerdo.
-Oh, claro que si –los ojos del anciano brillaron encantados ante la idea- Ahí estaremos. Espero que la señorita Emilia nos acompañe.
Ella miro a Sebastián, el asintió perceptiblemente y una vez más tuvo que ocultar su malestar ante el rostro crispado de él. No quería que fuera.
Emilia no tenía idea de este almuerzo, Génesis no le había comentado nada.
-Por supuesto, Señor.
Alessandro expreso que era hora de retirarse, pero primero se dispusieron a firmar el contrato que se extendía a dos años de negocios entre las empresas.
-Muchas felicidades –la mujer rubia se aproximó a Sebastián, Emilia los vio desde la otra punta de sala, el intercambio se prolongó mientras los gerentes iban saliendo, y Marco se acercó a ella.
-Fue un placer, belleza –el beso su mejilla y ella la sintió caliente.
-Me llamo Emilia, Señor Calabresse. Me parece inapropiado que me llame así.
Ser corregido al parecer no era costumbre del hombre, sus oscuras cejas se fruncieron.
-Lo que me parece inapropiado es que me digas que no te llame ese, si eres una autentica belleza.
Emilia se rio.
-Así está mejor, debes reír siempre. Además estuviste fabulosa, me encantaría tener a una mujer como tú a mi lado –Ella lo miro sorprendida- Trabajando a mi lado.
-Me parece que usted es un adulador.
El cerró sus ojos.
-Dios, tutéame –dijo- Me siento un viejo cuando me hablan de usted y aquí entre nos, el viejo es mi padre. Y por supuesto que te adulare.
Ella soltó una carcajada que hizo que Sebastián clavara su mirada ceñuda en ella. Aun la duda le carcomía por dentro.
¿De dónde se conocían?
-Te veré el domingo, entonces –devolvió su vista a Bianca y asintió, ella le beso la mejilla y salió.
-Sebastián, es hora de retirarme, hijo –le dio un abrazo- Tengo que descansar, el viaje ha sido agotador.
-La próxima iré yo a Italia.
-Tienes que. Nos vemos el domingo –Sebastián lo acompaño a la salida, pero volvió a mirar sobre su hombro para ver como Marco besaba la mejilla de Emilia.
-Belleza, nos vemos pronto.
Emilia negó con la cabeza, la primera impresión que había tenido de él era totalmente errónea, Marco era un hombre no solo atractivo, si no amable, bromista y un encanto. Su personalidad era tan atrayente que no se sentía amenazada por él.
Cuando llego al lobby no encontró a Lucia, pero si vio a Sebastián que estaba caminando hacia su oficina, la iba a ignorar de nuevo.
Cuando pasa su lado, Emilia en un impulso lo toma del brazo con delicadeza, él se detiene abruptamente, tal vez sorprendido o enojado, ella no podría descifrar su mirada, pero aparto la mano rápidamente.
-Lo lamento –se disculpó y levanto la mirada, aun con tacones Sebastián le sacaba una cabeza, una ganas inmensas de abrazarlo la embargaron, pero por supuesto no lo hizo- Yo quería felicitarte, estuviste increíble.
-Lo sé –ella frunció el ceño, definitivamente eso no se lo esperaba- Fue un trabajo en equipo, que se puede aún mejorar.
Ella trago saliva, nunca se había sentido tan nerviosa ante él, como si todo lo que iba a decir se lo tomara a la defensiva.
-Por supuesto –asintió, busco de nuevo sus ojos y trato de no sentirse tan vacía al ver esa impaciencia en ellos, como si le costara un trabajo enorme prestarle atención- Respecto al almuerzo, no te preocupes no iré.
El arqueo una ceja.
-Génesis insistió en que fueras, así que por favor hazlo –el malestar era cada vez peor, Emilia se sentía culpable y ni siquiera sabía porque- Y no tienes que preocuparte por mí, ya no más –se mantuvieron la mirada unos segundos, hasta que él aparto la vista y se dirigió de nuevo a su oficina. Pero se detuvo a unos metros la miro sobre su hombro y con una sonrisa que nunca la había dedicado a ella dijo- Y por si Génesis no es motivo suficiente para que asistas, Marco Calabresse está encantado contigo al parecer, piénsalo.
Y la dejo allí, muda. Como ella le había hecho esa misma mañana.
*-*-*
Azoto la puerta, como si eso pudiera mitigar un poco de la rabia que traía encima.
¿Por qué tenía que amar a una mujer que nunca lo amaría?
Su forma de actuar le estaba costando horrores, es verla y querer abrazarla, es escucharla reír y mirarla como un idiota. Se sentía muy orgulloso de ella, pero no lo había demostrado, eso era lo más doloroso que había hecho.
Se recostó contra su escritorio mirando hacia el exterior, el cielo era un azul claro, libre de nubes, como podía no encajar con su estado de ánimo.
Uno pensaría que se encontraría en completo estado de júbilo después de haber logrado renovar el contrato con una de las compañías más importantes, porque a pesar de la amistad que unía a su difunto padre con Alessandro Calabresse, el seguía siendo unos de los empresarios más reconocidos y no se dejaría llevar por sentimentalismos, era un hueso duro de roer. Y lo había logrado, junto a Emilia.
Bella e inteligente, había dicho Alessandro y cuánta razón tenía, pero esa mujer era mucho más. Tenía carácter, presencia y una ternura infinita, la admiraba por como luchaba por su familia, su entrega en todo, no ofrecía solo un poco, con ella era todo o nada.  
Recordó la pequeña conversación que tuvo con ella, se sentía tan mal, pero si ella supiera la fuerza de sus sentimientos cuando le toco el brazo le hubiera gritado de nuevo que se alejara de ella.
Le estaba dando lo que quería, la otorgaba la distancia que le había pedido, pero él era incapaz de enfrentarla y no dejarle ver sus sentimientos, no sabía hasta cuándo podría hacerlo. Algo más apareció en su mente, algo en lo que en todo lo que duro la negociación se había negado a pensar, en como ella conocía a Marco.
Maldita sea.
Cerro sus ojos mientras trataba de calmar la furia que hacia retumbar su pecho con la simple idea de Marco cerca de Emilia.
Sin pensarlo y dejándose llevar por sus instintos más primitivos se encamino hacia la puerta dispuesto a conseguir respuestas, pero segundos después se detuvo. No podía hacer eso, no tenía derecho.
¿Qué le iba a preguntar? ¿De dónde conoces a Marco?
Se devolvió y tomo asiento. Emilia no tenía una idea de cómo las palabras que le dijo lo había lastimado, pero como se preguntó, ella tenía el peor concepto de él, lo consideraba un niño mimado, que tomaba lo que quería cuando le apetecía, eso también dolía, nunca lo consideraría digno. Para ella él era un mujeriego sin corazón.
Se apretó el puente de la nariz, no podía seguir allí, con su móvil y su llave en una mano se dispuso a salir, necesitaba tomar aire o terminaría cometiendo una estupidez.
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Dedicado a mi fiel seguidora y amiga del alma emilceref15
Gracias ❤

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now