24 | Propuesta

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Y como era de esperarse cuando ingresaron a Il Postino, el restaurante italiano más conocido en la zona, todos los comensales en su mayoría mujeres volvieron la cabeza para ver a su acompañante, ciertamente Emilia no las culpaba Marco era un lujo a la vista, cuando el mesero los guio hacia la derecha, él puso su mano en su espalda baja, la guio entre las mesas hasta detenerse en la penúltima, retiro la silla para que se pudiera sentar.

-Gracias.

-Un placer -Marco tomo asiento frente a ella y le agradeció al mesero mientras este le entregaba la carta- Creo ser la envidia de todos en este lugar.

Emilia arqueo una ceja y miro a su alrededor, pillo a una mujer rubia muy elegante en la siguiente mesa echando miradas hacia Marco y comento:

-Creo que yo soy la envidia de este lugar -el aludido sonrió encantado, Emilia se fijó que para él no era nada complicado ofrecer una sonrisa y haciendo a un lado su atractivo y su dinero el realmente lo hacía de verdad, pero había algo que le daba vueltas en la cabeza e hizo la pregunta- Marco ¿Por qué estoy aquí contigo?

Los ojos oscuros de él se abrieron luciendo un poco sorprendidos y divertidos.

-Pues vamos a almorzar, Belleza. Me lo debías -le guiño un ojo.

Antes de que Emilia le respondiera el mesero apareció de nuevo y tomo sus órdenes, dejo a Marco realizar la elección ya que el italiano era él.

-Tú sabes muy bien que no te debía absolutamente nada.

Marco se tocó la barbilla, pensativo.

-Lo que me lleva a preguntar porque accediste -dijo admitiendo la suposición de Emilia e inclinándose levemente sobre la mesa.

-Tal vez tenía hambre.

El esbozo una sonrisa.

-Conozco a las mujeres como tú, Emilia. No saldrías a almorzar conmigo, por muy guapo que sea o por mucha hambre que tengas. Y debo agregar que me sorprende que me trates con tanta cordialidad, se nota que no eres muy accesible frente a los demás.

Tuvo que darle la razón y admitir que ella realmente le había dado un voto de confianza, se sentía cómoda con él, como si lo conociera de toda la vida. Era una extraña sensación pero no tenía ganas de salir huyendo como con otras tantas personas.

Emilia se rio. -Efectivamente, digamos que también tengo curiosidad. Porque aquí entre nosotros Marco, estoy segura de que tienes cosas más importantes que hacer que salir a almorzar con la asistente de tu socio.

-Una asistente muy hermosa por supuesto -ella sonrió, empezaba acostumbrase a sus elogios- Mejor digamos que tus motivos por mucha curiosidad que tengan tienen nombre y apellido -se encogió de hombros- Y no me importa servir a la causa.

Marco era muy inteligente, y estaba segura que había oído algo de la conversación que había tenido con Lucia.

Pero ella no quería pensar en Sebastián, no ahora al menos así que volvió a la carga sin aclararle nada.

-Mejor dime que es lo que quieres de mí, Marco.

El pelinegro soltó un suspiro, debería haberlo adivinado, Emilia Santino no era como las demás mujeres, no solo porque no se impresionaba ante él si no porque era lo suficientemente perspicaz para darse cuenta de las cosas por muy callada que podría parecer y no culpaba a Sebastián por caer rendido ante su belleza y esos ojos que por mucha indiferencia que parecía demostrar eran calculadores, pensativos y muy inteligentes.

El mesero les sirvió sus pedidos y cuando estuvo todo listo Marco soltó:

-Belleza, tienes razón -tomo los cubiertos con la agilidad y elegancia que aportaba haber nacido en buena cuna- Tengo otros motivos para haberte invitado a almorzar, a parte claro de disfrutar de una buena compañía.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now