Prologo

195 8 2
                                    

Aún recordaba la primera vez que la vio. Como su corazón dejo de latir y su vida vacía parecía llenarse solo con esa mirada transparente e indiferente. Había pasado casi ocho meses, pero al fin había logrado reconciliarse con ese sentimiento, lo acepto aunque sabía con certeza que nunca lo podría tener.

Se limpió una pelusa del traje gris a medida que traía puesto, miro a través de los ventanales que caían desde el techo, la lluvia no tenía piedad de nadie, gracias al cielo contaban con estacionamiento subterráneo.

-¿Y tienes algo que hacer esta noche? –era la voz seductora de Liliana, él le sonrió de lado haciendo que la chica pestañeara como loca.

Le gustaba y era sabedor del efecto que tenía en las mujeres.

-Creo que ahora si- Antes de que la rubia contestara él le guiño el ojo y cuando hizo el intento de enderezarse las puertas de vidrio se abrieron de par en par, el sonido fuerte de unos tacones llamo su atención, al mirar vio a una chica detenerse en medio del salón, estaba chorreando agua por todos lados, Liliana se puso de pie y la observo.

-¿Pero qué está haciendo esa tonta? –mascullo como una maldición. La recién llegada se apartó el abundante pelo castaño de la cara, el cual parecía pesar toneladas por lo mojado que estaba, y observo a su alrededor, para luego avanzar hasta el mostrador.

Sebastián estaba recostado con un brazo sobre el mueble, no aparto la vista de ella hasta que la tuvo a unos centímetros, ella estaba hurgando en el bolso negro que traía cruzado sobre el pecho.

-Buenos días, ¿La puedo ayudar en algo? –pregunto la recepcionista molesta por que la hayan interrumpido en medio de su coqueteo. No todos los días se le presentaba la oportunidad de hacerlo con el jefe.

-Si –respondió la chica y levanto la vista mirándola y luego clavo su mirada marrón en los ojos verdes de Sebastián, él se quedó tieso, la electricidad que le recorrió lo descolo y no pudo apartar su vista de ella, el pelo castaño enmarcaba un rostro de facciones finas, con una nariz pequeña y unos labios de corazón, la observo tanto y tanto tiempo que su pulso latió desesperado. La chica era hermosa, parecía un ángel y lo tenía cautivado.

Ella aparto la vista de él indiferente y eso lo descoloco aún más, se enderezo en su lugar observándola como un acosador.

-Tengo una entrevista con la Sra. Génesis Hamilton –anuncio.

Liliana arqueo una ceja al ver su vestimenta, estaba empapada y se podría ver que inclusive estaba salpicada de tierra.

-Pero quisiera saber si es posible cambiar mi entrevista para el día de mañana –continuo ella.

Liliana asintió, agarro el teléfono y marco un número.

-¿Cuál es su nombre? –pregunto la rubia mientras sostenía el teléfono.

-Emilia Santino.

Emilia, se repitió para si mismo.

Sebastián se hallaba idiotizado, esa voz lo anclo más en su lugar, vio cómo se mordió el labio, y se imaginó siendo el quien lo hiciera, se sorprendió de sus propios deseos, eran tan fuertes, pero más fuerte era las ganas de abrazarla para que dejara de tiritar de frio, protegerla de la lluvia si era necesario o de el mismo, no lo sabía.

A Liliana no le paso por alto la forma en la que Sebastián miraba a la recién llegada, quería ya deshacerse de ella.

-La Sra. Génesis indica que no tendrá problema en recibirla mañana, a la misma hora.

El motivo de su ansiedad asintió.

-Gracias –musito y sin dedicarle una mirada se giró caminando a paso rápido hacia la salida.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now