18 | Miedo a la verdad

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Emilia sintió sus labios presionar los suyos, aunque lo deseaba con cada latido de su corazón eso no le quito la sorpresa, su piel hormigueo ante el tacto y sin poder controlar sus acciones le rodeo el cuello con sus brazos, y lo acerco a ella devolviéndole el beso, el acaricio sus labios lentamente e hizo que ella hiciera lo mismo, probar su sabor, su textura, jamás podría olvidar la sensación.
Estaba seguro que ella podía sentir los latidos de su desesperado corazón, sus labios eran el cielo, delicado y dulce como ella, se entretuvo en averiguar que sabor tenían, como se sentían con cada caricia y le supo a gloria.
¿Cuántas veces había soñado con esto?
Con besarla, con tocarla, con tenerla entre sus brazos, así.
Dios, había perdido el juicio.
Pero sus fantasías no se acercaban a esta realidad, ella era deliciosa, más allá de lo que alguna vez pensó merecer.
Entreabrió sus labios y su sangre rugió cuando ella se apretó contra él y le dio paso para explorar su boca. No se detuvo, todo en él se revelo y aumento la presión, estaba volviéndose loco.
Emilia enredo sus dedos en su suave pelo, había fantaseando con acariciarlo así. Sintió sus manos acariciar su espalda, su mano tibia rosando su piel y el beso se volvió frenético, desesperado como el amor que le tenía y como el miedo que de repente atenazo el cerebro de Emilia.
¿Qué estaba haciendo?
Se alejó tan rápido que Sebastián dio un paso atrás por la sorpresa, su pecho subía y bajaba, es como si hubiera corrido una maratón, la vio con los ojos abiertos.
Aunque Emilia se había alejado, el deseo seguía quemándole la sangre, aun mas cuando lo vio, su pelo rubio despeinado por donde ella había pasado sus manos, y sus labios, ella tuvo que tragar un jadeo ante la imagen, estaban rojos e hinchados. Reprimió una exclamación, si él estaba así, no se quería imaginar cómo estaba ella.
Sebastián vio todos sus pensamiento en su expresión, como pasaba cada una de ellas, tuvo que anclar sus pies para no correr hasta ella y besarla como ansiaba todo su cuerpo, se tocó los labios que por fin había tocado los suyos.
-Emilia... -susurro, dio unos paso pero ella levanto la mano.
Estaba temblando.
-No -alcanzo a decir- No te acerques, yo....
-Em...
No me llames así, pensó. Ella no estaba en este mundo, bajo la vista a su mano y vio que aún tenía su camisa, de repente se sintió desesperada por huir, la soltó dejando que cayera al piso.
Camino hacia sus cosas, pero él se interpuso.
-No, Em, por favor -rogo.
Ella lo miro.
-Por favor, apártate.
-No me hagas esto -pidió y Emilia se detuvo a contemplar el brillo en sus ojos, ya no era aquel deseo que vio si no una tristeza cruda como si ella estuviera haciéndole un daño enorme, su estómago se estrujo ante la idea.
¿Qué es lo que ella le estaba haciendo? No podía ser, era imposible.
No, era el, Sebastián quien estaba destrozando todas sus murallas, sintió como ubico su mano a cada lado de su rostro. Emilia se sentía expuesta, desnuda necesitaba alejarse de él, esta vez para volver a poner sus defensas bien altas.
-No me hagas esto tú a mí.
Se alejó de su toque, aquellas palabras lo dejaron a la deriva y dejo que tomara sus cosas, había dolor en sus ojos marrones.
-Em...
-Debo irme, tengo... clases -apenas logro murmurar.
Sin mirar atrás ella desapareció más allá de las puertas.
Sebastián se quedó allí, quieto como una estatua pero sintiendo cada sensación, la había besado.
Oh Dios mío.
Y ella lo había besado de vuelta, debería arrepentirse de esto, pero no podía.
¿Cómo podría?
Pero ella había huido, como si esto no fuera nada o como si fuera todo, obtener respuestas de esa mujer sería lo más difícil, pero lo haría porque necesitaba.
Era lo más hermoso que le había pasado, ahora que conocía el sabor de sus labios, estaba seguro que no podría vivir el resto de su vida sin ellos.
Sonrió, ahora más que nunca iba a luchar por ella, contra todo y todos, inclusive contra ella misma.
*-*-*
Había descubierto más cosas sobre si misma con eso beso que jamás pensó. Deseaba culparlo, por obligarla, por hacer que lo besara, pero sería una hipócrita si lo hiciera, ella le había devuelto el beso porque moría por besarlo.
Debía arrepentirse, pero ni una mínima parte de ella se arrepentía. Si cerraba sus ojos aún podría sentir sus labios haciendo magia sobre los suyos. Cada barrera, cada obstáculo que había construido a lo largo de su vida él las había roto, una por una y Emilia ni siquiera se había dado cuenta.
Recostó su frente sobre la ventanilla del ómnibus, y cerro sus ojos.
¿Significaría algo para él?
Deseaba que al menos una parte de lo mucho que significo para ella, Sebastián robo sus pensamientos, robo su atención.
Y ese beso...
¿Cómo lo iba mirar a la cara? ¿Cómo enfrentar el hecho de que para él no era nada?
Tal vez solo quería jugar, lo conocía, había escuchado muchas cosas sobre el e inclusive Génesis le había contado otras.
Solo la noche anterior él había estado con Janeth, no era tonta. Lo sabía.
Ya no podía negarse a sí misma que le importaba, en realidad sus sentimientos por Sebastián habían cobrado vida y la asustaba demasiado. La hacía sentir vulnerable, débil.
¿Cómo había llegado a este punto?
No lo sabía, pero lo que tenía claro es que no le llevaría a nada bueno. Las personas nunca eran lo que parecían, confiar en Sebastián seria como tirarse al vacío sin paracaídas, no podía cometer un error así.
Saldría lastimada y tal vez no podría volver a recuperase. Presentía que una tormenta como Sebastián siempre dejaba daños que tal vez nunca podría reparar.
Un pensamiento apareció en su mente y el miedo creció en su pecho.
Ya no había forma de volver a atrás, Sebastián estaba en su vida, en su corazón.
Ni siquiera presto atención a las clases, había saludado con un asentimiento a Neil, su compañero, pero todo lo que había dicho el profesor eran murmullos a sus oídos.
-Emilia -parpadeo y fijos sus ojos en el muchacho de cara amigable que la miraba de forma extraña- ¿Te pasa algo?
Ella negó rápidamente.
-Nada, ¿Por qué?
El frunció el ceño.
-Estas muy distraída, la clase termino hace cinco minutos.
Emilia fijo sus ojos al frente y vio que el profesor ya no estaba, muchos de sus compañeros iban saliendo.
-Lo siento -se disculpó con la cara roja, tomo sus cosas y camino junto a él a la salida.
-Tranquila, tengo la tarea -dijo el con una sonrisa- te la pasare.
-Te agradecería mucho.
Él se detuvo en medio del pasillo y la observo.
-¿Segura que te encuentras bien?
-Por supuesto -empezó a caminar nuevamente con él a su lado, lo menos que quería es que empezará a interrogarla, siendo sincera ni ella misma sabía lo que le pasaba- He tenido mucho trabajo.
Neil esbozo una sonrisa, a Emilia siempre le había parecido un chico lindo, su sonrisa era tranquilizadora y sus ojos marrones más claros que los suyos transmitían confianza, le gustaba a Emilia era el único amigo, si podría llamarlo así, que tenía.
-Nos vemos, Neil -se despidió cuando llegaron al estacionamiento.
-Te llevo, Emilia.
Ella le sonrió agradecida.
-Tranquilo, una amiga vino por mí -apunto sobre su hombro a Lucia que estaba recostada en su auto.
Neil esbozo una enorme sonrisa, ella estaba segura que estaba feliz, siempre la creyó sola, tenía razón.
-Eso es genial -beso su mejilla y luego se alejó, lo vio caminar hacia su coche con su usual andar desgarbado.
-Es lindo -opino Lucia cuando ella se acercó.
Emilia asintió.
-Gracias por venir.
Tuvo que llamarla, necesitaba hablar con alguien, no quería volver a ahogarse sola en sus líos, esta vez deseaba escuchar la opinión de otras personas, su madre estaba con Alex y no quería preocupar a Génesis, ya que lo que le pasaba tenía bastante que ver con su hermano.
-Para eso estamos -Subieron al auto y antes de arrancar Lucia le sonrió- Muero de curiosidad de saber que te paso -Se quedó callada un momento mientras ponía el auto en movimiento- Aunque viendo tu cara adivino que tiene nombre, apellido, un par de hermosos ojos y un cuerpo de infarto.
A pesar de todo Emilia sonrió, no se había equivocado al llamarla.
*-*-*
Con su cena -un sándwich y jugo natural- tomo asiento en el mesón de la cocina, el comedor le parecía demasiado grande para él solo, a veces realmente se sentía en una completa soledad. Le dio un mordisco a su cena y tomo su móvil, deseo por ir en busca de esa mujer que lo tenía trastornado, llevaba toda la tarde y parte de la noche pensando en ella, como siempre. Si cerraba sus ojos podía imaginarla allí frente al, acorralada al otro lado de la mesada, con la respiración agitada aquel día cuando vino a cuidarlo, una sonrisa se dibujó en su rostro, ella siempre ha estado pendiente de él, se había sentido el hombre más feliz del mundo aquel día que medio adormilado la vio, allí parada observándolo con gesto de preocupación.
La amaba tanto, que a veces de verdad pensaba que era como un castigo.
Pero esto que sentía por ella era lo más puro y real que tenía en su vida, tan real como ella misma. No podía considerarlo un castigo.
En un arrebato busco su número en el móvil y marco, como lo esperaba ella no contesto, no volvió a llamar, estaba seguro que ella necesitaba su espacio teniendo en cuenta el modo en que lo rehúyo después de aquel glorioso momento. Jamás nadie había logrado excitarlo solo con una mirada o un beso.
La piel de su cuerpo aun picaba con el recuerdo de sus manos recorriéndolo.
Ni bien había entrado en su departamento hace dos horas, tuvo que darse una larga ducha fría, soporto eso o tendría que recurrir a otro método que le parecía muy vacío.
Emilia tenía un poder sobre el que lo asustaba en ocasiones, vamos que jamás pensó que podría caer como perrito faldero de una mujer, pero Emilia, ella lo tenía amarrado, aunque claro esta no lo sabía.
German se reiría de el a carcajadas.
Justo en ese momento vibro su móvil y frunció el ceño a ver el nombre de su hermana.
-Hola.
-Hermanito -saludo alegremente su hermana- Sigues vivo después de todo.
Sebastián se incorporó sorprendido ¿Acaso Emilia se lo había contado?
-Mmmm. -murmuro, no queriendo revelar nada- ¿Por qué dices eso?
-Porque no has llamado, lo cual no me sorprende -Conociendo a su rubia hermana seguro estaba poniendo los ojos en blanco- Mamá esta histérica, dice que tu tiempo se acaba -su hermano soltó una carcajada- Me alegra que a mí ya no me tenga en la mira, te cuento, aunque ella me obligo a no decirte nada, que viene dentro de dos días -Sebastián se llevó la mano a la cabeza con gesto de exasperación- ¿Estas poniendo esa cara, hermanito? -Se burló Génesis, y es que ella sabía que con su madre cerca todo se iba a volver una locura, apretó los parpados- ¡Lo sabía!
-Por favor -pidió el- No puedes hacer esto, debes ayudarme, rubia.
Su hermana se rio.
-Te lo mereces por la tontería que hiciste ayer y hoy -El abrió sus ojos verdes, su cena había quedado olvidada- ¿Creíste que no me enteraría? ¡Ja!
-No tienes que preocuparte por eso, lo solucione -Génesis espero que el volviera a hablar- ¿Vas a ayudarme?
-¿Por qué?
-Porque soy el mejor hermano del mundo.
-Eres el único que tengo.
El sonrió.
-Por lo mismo, Génesis -dijo- SI madre viene, insistirá en quedarse en aquí, y no quiero. Puedes hacer que ella se quede en tu casa, por favor. Por mi salud mental...
-Y tus conquistas...
Su entrecejo se frunció en desacuerdo.
-Solo me interesa una.
Sabía que su hermana estaba sonriendo.
-Está bien, hare que se quede conmigo y no te atosigue, pero con una condición.
Sebastián camino a su sala, se sentó en su sofá.
-Lo que quieras.
-Los italianos llegan mañana, por lo que antes de que vuelvan a su país quiero ofrecerles un almuerzo, como los que solía hacer papá. El Señor Alessandro Calabrese era muy amigo suyo y el de madre-el trago saliva- Te encargaras de traerlos este domingo, aquí en casa y vas a traer a Emilia contigo -Sebastián sonrió, su hermana como siempre ya lo había planeado todo- Madre no aparecerá por allí, así que tu tranquilo.
-Eres una genia, te voy a llenar de besos cuando te vea -ella soltó una risa- En fin, estaré esperándote.
Sebastián cambio de tema.
-¿Cómo te encuentras?
-A punto de rodar de lo gorda que me he puesto.
-Estás hermosa, lo sabes.
-Dije que estaba gorda, no fea Sebas -el soltó una carcajada, a veces su hermana parecía la menor de los dos, ella lo acompaño, después de calmarse agrego- De verdad, que mi bebe está deseando salir, no deja de patearme -Musito, pero no sonaba ni un poco molesta- Creo que será un buen futbolista, Fabio no está molesto con la idea.
Sebastián escucho la voz de Fabio de fondo y su hermana le conto que acababa de llegar, notando su impaciencia él se despidió.
-Mándale saludos a Fabio -dijo con una sonrisa- Y al bebé.
Ella llena de júbilo se despidió de él.
Seguía sonriendo cuando el timbre sonó, estirándose se dirigió a abrir la puerta.
Lo primero de lo que fue consiente era del olor a pizza que lo rodeo y lo segundo fue el frio de las latas contra su pecho traspasando su camisa.
-Espero que aún no hayas cenado -Comento German palmeándole el hombro y adentrándose a su departamento. El recordó su sándwich a medio comer.
-No creo que a eso podría llamarle cena, así que no.
EL otro levanto la caja cuadrada.
-¿Pizza?
Sebastián sonrió y levantando las seis latas de cerveza dijo:
-Tú si sabes, hermano.
*-*-*
Sintió el calor de taza cuando presiono sus manos alrededor de ella, desvió la vista hacia la ventana viendo a las personas pasar, corriendo de la repentina llovizna que había caído, eran cerca de las diez de la noche y no se sentía capaz de mover un musculo.
-No puedo creer que el clima haya cambiado nuevamente -comento bebiendo de su café humeante, el líquido caliente recorrió su garganta hasta que dejo de sentirlo, sentía los ojos casi verdes de Lucia taladrarla, cuando la miro sonrió- Amo los climas así.
Lucia miro en dirección a donde su amiga miraba, había visto como Emilia era capaz de pasar de un estado a otro en un segundo.
-Me beso.
La cabellera de la pelirroja voló cuando la miro bruscamente y no hubiera creído que Emilia soltó aquello si no hubiera visto su expresión, esa que una tiene cuando no sabe en donde esta parada, cuando una no sabe que paso o lo peor que pasara.
Respiro profundo y bebió de su café, trago a su vez y le dedico una mueca.
-Puedo decir... ¿te lo dije? -más que afirmación la soltó como pregunta.
-Ese beso no significa nada. No es como si lo hubieras adivinado.
-Claro, y por eso tu estas así -Lucia la señalo- ¿Por qué estás tan nerviosa?
Emilia suspiro.
-No son nervios, son... -la miro y cuando fue capaz de no vislumbrar burla en los ojos de su amiga se dio cuenta que podía confiar en ella, algo que nunca le había pasado- Es miedo.
Lucia la miro con comprensión.
-¿A que le tienes miedo?
-A el -Emilia tuvo que ser sincera con ella misma, y decir en voz alta todo lo que la atormentaba- A lo que me hace sentir, yo... nunca he sentido esto por nadie, no sé qué es y cuando me beso... -Un sonrojo se apodero de su rostro, debió haber dicho nos besamos porque ella lo había disfrutado- Olvide quien era y...
-Te asustaste -término por ella.
La castaña asintió desviando la vista de nuevo.
-¿Te das cuenta que solo fue un beso, verdad?
Si, Emilia se daba cuenta y no solo eso, ella había sentido ese beso, pero eso no se comparaba a ninguno que antes haya dado. Aunque no hayan sido tantos.
-Lo sé, Lucia -asintió- Pero él no es cualquier persona.
-Es el jefe y para ser sincera pienso que siente algo por ti -Y antes de que su amiga empezara ella la corto- Y ya se lo que vas a decir...
-Pues sí, pienso que solo quería jugar y que después de todo aún sigue siendo el mujeriego número uno -Emilia no quería creer lo que Lucia decía, era imposible, el creer que el sintiera algo por ella era el camino que precisamente ella quería evitar- ¿Sabes? Tienes razón, es solo un beso y no le daré más importancia del que tiene.
Levanto la mano llamando al mesero.
-Admite de una vez que sientes algo por él.
-No lo hare, porque no siento nada por él.
Cuando pagaron y salieron Lucia no sabía que más decirle, su amiga era terca pero entendía que se tenía que dar de bruces con la realidad para entender que esto era mucho más real de lo que creía.
Charlaron de trivialidades en el camino, nada que tocara ese tema, pero cuando Emilia iba a bajarse del auto ella se lanzó a preguntar.
-¿Y que se supone que harás al respecto?
-¿Respecto a qué?
Lucia no la creo.
-A Sebastián, porque como bien dije es nuestro jefe y tú eres su asistente, tendrás que enfrentarlo.
Emilia no cambio su expresión de indiferencia.
-Hare lo que mejor hago -Bajó y cuando cerró la puerta se inclinó para mirarla a través de la ventana- Actuar como si nunca hubiera ocurrido nada.
Emilia sabía que con esa afirmación había dejado claro ante su amiga que le importaba mucho más de lo que se negaba a admitir. Sin dejar que le dijera nada más, se giró y emprendió su camino hacia a lo que sería una noche sin dormir.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now