25 | Te amo

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Alrededor de una hora después, y cuando creyó que estaba lo suficientemente calmado, marco el número de Emilia, ella contesto al último timbrazo.

-¿Sebastián?

Al escuchar el tono dulce con que empleaba su nombre revivió de nuevo todo, esta vez escucharla solo hacía más crudo su miedo y enojo. Se negó a rumiar sus penas.

-¿Dónde estás?

Se quedó en silencio, podría claramente verla, con los ojos entrecerrados pensando si responder o no.

-Saliendo de la asamblea de la Universidad –contesto luego de unos segundos con la calma que Sebastián no tenía- Lamento no haberte dicho solo que...

-Dame la dirección –la interrumpió. Emilia le dio la dirección, no estaba lejos de donde se encontraba el mismo- En minutos estoy ahí –se estaba comportando como un imbécil pero los celos aun quemaban su alma.

Ella no agrego nada más y corto la comunicación.

Si alguien le hubiese dicho un año atrás que una mujer lo tendría así, se hubiera reído en su cara, Emilia podía con él, desde aquella vez que la vio en el lobby de la empresa toda mojada con el pelo castaño pegándose a su rostro y esos ojos marrones que solo lo habían mirado por unos segundos pero el tiempo suficiente para haberse dado cuenta que parecía comprender su alma. Cuando se trataba de Emilia nunca podía pensar con claridad, ni mucho menos actuar con mucho juicio.

Todo su autocontrol, frialdad e indiferencia que alguna vez lo guiaban le parecían demasiado lejanos ante el miedo de perder a la única mujer que amaba con locura.

Cuando Emilia salió del edificio lo encontró justo en frente sobre la calle que daba al estacionamiento, con solo seguir las miradas de algunas personas en esa dirección se dio cuenta de que no le costaría encontrarlo en una multitud, si la camioneta negra gigante no llamaba la atención definitivamente lo haría el hombre recostado en él, cruzado de brazos y con una mirada de enojo contenido que hizo que Emilia se detuviera unos pasos antes de llegar a él.

La sobrecogió la imagen, tan increíble y tan inalcanzable, sus ojos se llenaron de lágrimas al saber cuánto lo amaba, la certeza de querer una oportunidad como nunca antes había deseado hicieron que siguiera avanzando para saber cuál era el motivo que lo tenía en aquel estado.

Cuando el escucho sus pasos acercándose la miro, la seguridad de Emilia de repente flaqueo.

-Hola –lo saludo reuniendo toda la tranquilidad que le quedaba.

Él se dedicó a mirarla por lo que pareció una eternidad, pero era una mirada dolida, que parecía casi tangible y ella no pudo soportarlo más.

-Sebastián... ¿Qué pasa? –dudosa pregunto temiendo y deseando la respuesta.

La distancia que los separaba era ridícula comparado con la distancia que siempre tendría que sortear para llegar a ella.

-No lo sé, dímelo tú, Emilia –soltó el descolocándola.

Ella lo miro confundida. -No comprendo a que...

-Supongo que tu opinión respecto a mí no ha variado mucho, sigues creyendo que solo quiero jugar contigo –comento con amargura- Aun piensas que soy un hombre que toma lo que quiere cuando quiere, sin tener en cuenta los sentimientos de los de más...

Emilia negó rápidamente.

-No... yo no...

-Pero tenías razón –la interrumpió, ahora que había empezado a sacar todo no se detendría- Fui de ese modo durante mucho tiempo, hasta que te conocí, todo lo que tu pienses de mi me importa –la miro fijamente- No te culpo por pensar que yo podría estar jugando, mis antecedentes no son muy favorecedores, pero no voy a negar que duele saber cuál es el concepto en que me tienes.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now