23 | Enamorada

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A Sebastián no le había tomado tanto corresponder a su beso, es más ni bien aquellos labios tomaron los suyos, la sujeto poniendo su mano en su nuca, evitando que se alejara de él. Y es que no cabía en sí de alegría, ella había tomado la situación en sus manos, los labios de Emilia se sentían correctos sobre los suyos, como si hubieran sido diseñados solo para los de él.

Parecían no tener suficiente uno del otro, el deslizo su otra mano libre sobre su cintura acercándola a él, quería fundirla con su ser y que no hubiera ni espacio ni una remota posibilidad de que Emilia dudara de sus sentimientos, aunque aún no lo hubiera puesto en palabras.

El deseo rugía en su pecho mientras invadía su boca y se adentraba a explorar su cavidad como había deseado siempre hacerlo, ella era deliciosa, suave y perfecta para él.

Cuando su manos acariciaron su pecho y ascendieron sobre sus hombros el comenzó a besar su cuello, llegando justo donde latía su pulso la sintió tensarse y un pequeño jadeo salió de sus labios hinchados por el beso, el mundo de Sebastián colapso y el deseo tomo cualquier parte racional que le sobraba, volvió a lamer su piel expuesta y tomo de nuevo sus labios en un beso más hambriento que el anterior.

Emilia se retorcía, quería sentir su piel y en una arrebato que la hacía desconocerse deslizo su mano debajo del polo que llevaba puesto y acaricio su abdomen, su piel era tibia y lo sintió tensarse bajo su tacto, la pasión que parecía cegarla también había aniquilado parte de su cordura, de repente estaba segura de que este hombre era su perdición.

Allí entre sus brazos sintiendo como la sujetaba con posesión de la cintura como si estuviera reclamándola, sintió la seguridad de que esos sentimientos que albergaba por el estaban saliendo a flote en este beso que no quería que acabara jamás.

Como si hubiera sido un llamado a la realidad, alguien golpeo dos veces la puerta explotando de golpe la burbuja que los rodeaba.

-Em, cariño –la voz de su madre resonó detrás de la puerta en la que estaba recostada y Emilia suspiro, de nuevo había recreado esa escena en su cabeza, y es que le ponía la piel de gallina y su corazón a galopar sin piedad, solo que en lugar de su madre fue Lucia la que la había salvado de enfrentarse al huracán Sebastián después de aquel ardiente beso.

Abrió la puerta encontrándose con la mirada preocupada de su madre.

-¿Estas bien?

Es una buena pregunta, pensó Emilia. Pero no pensaba preocupar a su madre por esto, no era necesario.

-Si –ante la mirada que su madre le lanzo ella agrego- Si, mamá estoy bien.

Julia siguió mirándola de aquel modo, en donde le decía claramente que no le creía nada, pero Emilia no se hallaba del todo bien como para responder a la pregunta silenciosa de su madre.

-Milia –la voz dulce de su hermano la salvo de la mirada inquisidora de su progenitora- Ya termine mi tareas, ¿podemos jugar?

Y a Emilia nunca le había parecido más atractiva aquella idea.

Se sentaron sobre la alfombra en la sala, mientras las piezas del rompecabezas de Alex estaban esparcidas sobre la mesita.

-Esta va aquí –Alex se apresuró a ubicar la pieza donde correspondía- Y está aquí –Emilia sonría ante la rapidez con que él lograba acomodar todo.

Después de casi una hora y bajo la atenta mirada de Julia, lograron completar el rompecabezas.

Alex aplaudió feliz.

Déjame amarte solo un pocoWhere stories live. Discover now