Capítulo 44

2.2K 287 23
                                    

La niña parecía tener menos que doce años, y "angelical" era el mejor adjetivo que Nadine encontró para describirla. Su piel era lustrosa, sin una marca, sus ojos de un azul más brillantes que los de Nadine y su cabello, corto a la altura de las orejas, era sedoso como los de una propaganda de acondicionador. ¿Cómo había podido la niña mantener su reciente cabello en perfecto estado cuando el de todos estaba grasoso y sin brillo? Nadine sintió envidia, se pasó la palma de la mano por su cabello corto y resopló.

La pequeña se volteó ante el sonido, sin sobresaltarse, y al reconocer sus facciones sonrió mostrando sus perfectos dientes.

—¿Quieres decirle algo a Signe? ¿Cómo te llamas? —preguntó Nadine suavizando la voz.

La niña no le respondió, pero su sonrisa era una de entusiasmo. Con su pequeña mano, le hizo señas para que la siguiera y comenzó a brincar hacia el bosque como una ninfa. Nadine se quedó inmóvil confundida hasta que la pequeña se volteó y nuevamente le hizo señas para que la siguiera; esta vez con un poco de impaciencia. Aquello que la había atraído de los ojos de la niña volvió a funcionar, y Nadine se encontró siguiendo los brincos.

—¡Espera! ¿Cómo te llamas? Puedo llevarte con Cécile si necesitas algo, ella puede ayudarte. Es mi amiga —intentó disuadir cuando comenzaron a adentrarse en el bosque, la niña siempre unos metros delante de ella.

La pequeña se volteó nuevamente y sonrió como si lo que decía Nadine fuese lo más divertido de NOVA, para luego retomar sus brincos en dirección al arroyo. Nadine se estaba cansando de toda la situación.

—Mira, no estoy para juegos. Me vuelvo al campamento. Si necesitas algo en concreto busca a Cécile —anunció impaciente, comenzando a volver sobre sus pasos.

A su espalda sintió como los brincos se convertían en zancadas en dirección a ella, y al segundo la niña la enfrentaba con sus manos extendidas impidiendo su paso. Ya sin sonreír, expresión urgente, la pequeña señaló la dirección hacia el arroyo, insistiendo para que Nadine la acompañara.

—Habla. Explícame o no te seguiré —respondió ella cruzando los brazos decidida.

La niña la miró como un cachorro mojado de lo más tierno al que acaban de decirle que "no" por primera vez. Quizás fuese muda y nadie había hecho los trámites para que pudiera escapar de "El Loto". Quizás había pasado las pruebas de las instalaciones del proyecto NOVA y considerada un conejillo de indias más en el experimento a pesar de no poderse comunicar.

—Está bien —masculló Nadine con un poco de piedad—. Tienes diez minutos para mostrarme lo que quieras.

La niña volvió a sonreír, satisfecha, y retomó su brincado hacia la orilla del arroyo. Sobre unas rocas varias personas pescaban con cañas improvisadas y saludaron a Nadine con entusiasmo al reconocerla. Detrás de ellos, unos pocos jugadores de la competencia del ceviche esperaban con ansias un pez para un nuevo intento de receta. Dentro del arroyo, un poco alejado de los pescadores, un niño con el agua hasta los muslos observaba el fondo con atención.

—¡Hey! ¡Niño! ¡¿Cuántas veces tenemos que decirte que espantas a los peces?! ¡Sal de ahí! –regañó uno de los pescadores, su semblante rojo carmesí del enojo.

Si el muchacho lo escuchó, no dio ningún indicio. Por lo contrario, comenzó a chapucear en el agua con el cometido de hacer la mayor cantidad de ruido y revuelo que le era posible a pesar de los gritos amenazadores de los pescadores. Luego de que el agua estuviera bien revuelta, el niño posó sus ojos color miel, extrañamente vacíos, en Nadine. Sin decir palabra, señaló el agua a sus pies como si fuese la culpable de todas sus miserias.

NOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora