Capítulo 28

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El Dr. González la miró impávido durante unos minutos, pero no objetó. Signe resopló con enojo y cerró sus ojos para contener su temperamento.

—Temba, organiza un grupo pequeño de personas ágiles que puedan salir a explorar de inmediato y buscar agua —ordenó Signe recalcando cada una de sus palabras con su mano derecha—. En lo posible, personas valientes que no tengan heridas y no se dejen llevar por el miedo. En cuanto la encuentren deben volver sin perder el tiempo. Necesitamos otro grupo, más amplio, que busque dentro de la nave contenedores para transportar agua y esté preparado para partir en cuanto los exploradores retornen. Personas fuertes y con excelente estado físico. Por último, un tercer grupo que ayude a aquellos que todavía se encuentran dentro de la nave a salir... Aunque si no lo han hecho por su cuenta dudo mucho que sus heridas les permitan sobrevivir.

En ese momento, Nadine recordó al hombre con el que había hablado dentro de la nave.

—Un conocido tuyo me dijo que necesitaba ayuda para controlar a la gente dentro de la nave —comunicó tentativamente acariciando su hombro todavía adolorido.

Signe pareció percatarse entonces de su presencia. La mujer pestañeó rápidamente como para despejarse de un sueño y la miró sorprendida.

—¡Querida! Me alegro tanto que te encuentres bien —dijo abrazándola con su clásica ternura maternal, completamente diferente a su actitud segundos atrás.

—¿Qué hay del resto? ¿Han visto a Kaoru, Brian o Cécile? —preguntó temiendo la respuesta.

—Solo Cécile. Está ayudando a los doctores con las heridas. Fue una de las primeras de salir ilesas —dijo Signe con una sonrisa haciendo que Nadine suspirara de alivio.

—Me encargaré de armar los equipos, Signe. ¿Tienes todo controlado por aquí? —preguntó Temba con profesionalismo.

—Para nada, pero podríamos estar peor —respondió la mujer llevando sus ojos a la nave que se encontraba a la espalda de Nadine. Un leve destello de miedo pasó por ellos.

La chica sintió que su estómago caía al piso, y con un presentimiento espantoso acariciándole la nuca se volteó a mirar por primera vez el espectáculo que era la nave. El gran monstruo que había admirado con terror al departir, lo que para ella habían parecido minutos atrás, se encontraba en ruinas. Lo más perturbador, sin embargo, no eran los escombros, las abolladuras o las llamas que amenazaban la integridad de la estructura, sino su tamaño. Únicamente una pequeña porción de la nave se mantenía entera, el resto era inexistente como si se hubiera desgarrado la mayor parte de ella de un mordisco.

Ahora que el asombro de estar viva se estaba disipando, lágrimas se formaron en los ojos de Nadine al razonar lo que implicaba que la mayoría de la nave hubiese desaparecido. Casi cincuenta mil personas habían muerto de forma segura o se encontraban a kilómetros de distancia en condiciones imposibles de determinar. Nadine estaba viva por mera coincidencia: la habían puesto en el grupo de cápsulas con suerte.

Temba comenzó a alejarse hacia la nave, llamando la atención de varias personas y dando órdenes de forma segura. Nadine se encontró agradeciendo a Sergei el momento en que dio su consejo; si no hubiese sido así, nunca habrían incluido a Temba y el caos del aterrizaje hubiese sido mil veces mayor. La chica lo siguió determinada, dejando detrás a Signe quién volvía a tener su ceño fruncido en concentración.

—¡Temba! ¡Temba! —gritó Nadine—. Déjame ayudar a las personas que siguen allí adentro —pidió intentando que su voz sonara estable.

—¿Estás segura? Es posible que veas cosas que te atormentarán durante años...

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