Capítulo 4

5.8K 562 76
                                    

Durante el resto del día, Nadine no hizo absolutamente nada más que navegar por su Tablet e ignorar a todo el mundo, aunque leer no era uno de sus pasatiempos favoritos. El cuartel de Nadine era uno mixto, el pudor al parecer ya no era algo para preocuparse según los organizadores del proyecto NOVA. En lo personal, se sentía confiada en su cuerpo y no iba a ponerse mojigata ahora cuando en el verano usaba unos diminutos bikinis y fotógrafos la perseguían por doquier, pero notó la incomodidad de varios de sus cohabitantes y se apiadó de ellos.

No había recibido ningún otro mensaje en la tablet y se dispuso a ignorar el primero asumiendo que había sido una broma de alguno de sus nuevos compañeros.

Durante la cena, nuevamente consiguió de la máquina expendedora purés desagradables con olor a podrido que le hicieron revolver el estómago y hacer arcadas. No pudo comer más de unos bocados con la esperanza que en algún momento decidieran servirles algo sólido y con menos hedor. Comió sola nuevamente, escuchando algunos murmullos o comentarios aislados sobre su presencia en el proyecto NOVA, pero los ignoró y puso su mejor fachada altanera. La única diferencia fue que pudo observar la llegada de un recién reclutado, un reflejo exacto de ella misma unas horas atrás.

Se trataba de un muchacho joven, todavía en la adolescencia, cuya piel color caramelo apenas si se distinguía por la palidez del miedo en su rostro. Sus ojos oscuros estaban casi desorbitados y hablaba en un idioma que Nadine no lograba identificar con exactitud. La Dra Loven lo ignoró completamente y lo dejó allí parado enfrentando las mesas de la cafetería como si de un perro se tratase. A diferencia de cuando había llegado, algunos chicos de su edad se pararon y le dieron unas palmadas de aliento en la espalda intentando animarlo, pero no dijeron ninguna palabra que no fuese en inglés.

Cuando se estaba por levantar de la mesa para volver al cuartel y buscar algún lugar para ducharse, una muchacha sonriente y de ojos brillantes se sentó frente a ella haciendo casi rebotar su bandeja contra la mesa.

—¡Hola! Soy mi nombre es Cécile Moreau, soy de Francia —dijo rápidamente en inglés con un evidente acento francés que no daba lugar a dudas de dónde era —Y por supuesto que se quién eres, ¡la famosa Nadine Ruetter! Soy una gran fan.

Siendo honesta, había esperado que esto sucediera un poco antes, no era para nada inesperado. La cabeza de Cécile estaba cubierta de unos pequeños rulos bien formados que se balanceaban con cada movimiento de una forma casi cómica. No era una de sus usuales compañías pero necesitaba a alguien con quien hablar en este infierno, quisiera o no.

—Hola Cécile, ¿hace cuánto que estás aquí? —preguntó usando su más inocente sonrisa.

—Tres meses —contestó con la boca llena —si les sigues la corriente no es tan malo. Mejor que comas esta porquería, sino te darán un sermón salido de una película de terror; yo hice lo mismo cuando llegué.

—¿Quieres decir que esto es lo único que hay para comer? —preguntó sin disimular su horror.

—Oh si, la pasta esta tiene toda la nutriente que se necesita. Incluso están adaptados a cada uno de nosotros de acuerdo al seguimiento médico que nos van haciendo.

—Moriré de hambre

—No, no lo harás. Lo comerás como el resto de nosotros —dijo con un suspiro resignado.

No le importaba, no comería esta basura por más nutritiva que fuese a menos que se estuviese desvaneciendo de hambre. Una nueva persona se acercó a la mesa y se sentó al lado de Cécile también sonriente.

Genial, pensó, estoy atrayendo todas las caricaturas.

—Este es Hashimoto Kaoru, todavía sigue en el curso intensivo de inglés aunque ya casi que lo domina. Kaoru, ella es Nadine Ruetter, es famosa ¿sabes? —introdujo Cécile intentando ingerir lo más rápido que podía la comida para no sentirle el gusto.

NOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora