Capítulo 24

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Nadine perdió la noción del tiempo, de igual forma a cómo la había hecho en los días que la reclutaron y transportaron hacia las instalaciones del proyecto NOVA. Primero vino la confusión y el remolino de imágenes danzando a su alrededor, luego la niebla en su mente, luego la lenta vuelta a la conciencia.

Apenas sintió que sus pensamientos se despejaban, Nadine se incorporó de donde se encontraba recostada dispuesta enfrentar con ira a la Dra. Loven o a quien fuera que estuviera con ella. Una vez que pudo enfocar sus ojos y calmar la respiración se encontró en un enorme galpón helado con miles de catres hechos de un material flexible y liviano. Tiritando de frío descubrió que solo llevaba una simple solera gris y comenzó a refregarse las extremidades para entrar un poco en calor.

Varios reclutas despertaron a su alrededor vociferando maldiciones y quejidos, para luego observar alrededor con la misma confusión que Nadine. El galpón era enorme y amplio al punto que casi no se distinguían las lámparas de luz fría que iluminaba el entorno difuso, como si quisieran mantener a los reclutas en la penumbra. Tan enfrascada estaba Nadine en analizar las paredes en busca de una puerta que no se percató el leve cambio en cada uno de los reclutas.

—¡Malditos enfermos! —vociferó un hombre a su lado que se refregaba su calva cabeza agitadamente.

Un escalofrío le recorrió la espalda, y la chica sintió por primera vez la pequeña brisa formada al girar su cabeza detrás de sus orejas. Llevándose una mano temblorosa a la cabeza, temiendo confirmar sus sospechas, se encontró con una fina capa de cabellos en punta en lugar de su larga melena rubia. Gritó. No de tristeza por su belleza superficial perdida, sino por la indignación ante algo que, por más sencillo que pareciera, se sentía como una degradación.

Golpeando el catre con ambos puños en un ataque rabioso, Nadine se levantó y llamó a gritos:

—¡CÉCILE! ¡SIGNE! ¡BRIAN! ¡KAORU! ¡TEMBA!

—¡¿NADINE?! ¡¿DÓNDE ESTÁS?! —escuchó a Signe gritar en respuesta entre los murmullos de voces cada vez más altos.

—¡¿CÓMO DEMONIOS QUIERE QUE LO SEPA?! ¡ENCUÉNTRENME BAJO ESE FOCO ROJO EN LA PARED! —gritó todavía sintiendo que la ira le estallaba en su pecho.

A pasos apurados y sonoros, Nadine se abrió camino entre los catres y las personas que habían comenzado a moverse buscando a sus afectos por el galón en penumbras. Luego de varios choques, maldiciones e insultos, Nadine llegó al foco rojo que había visto desde su litera y adornaba un enorme portal de metal.

—¡INHUMANAS BESTIAS! —gritó descontrolada hacia el portal, dándole una dolorosa patada al metal cuyo golpe hizo eco a lo largo el galpón.

—Cálmate, Nadine —dijo una voz de mujer a su espalda.

Signe estaba seria, su cabeza rapada la hacía parecer más pequeña y frágil de lo que era. Antes de que pudiera responder, Cécile apareció por la derecha con paso determinado y una mirada llena de odio que congelaba a cualquiera. Sus característicos pequeños rulos se habían ido, y con ellos parte de la presencia de Cécile. Era como si le faltara una extremidad.

—Los odio... —fueron sus únicas palabras.

—A mí me agrada, creo que me hace más interesante —discrepó Kaoru pasándose la palma de su mano por la cabeza posando para las tres chicas.

Su sonrisa se esfumó por completo cuando Cécile le dirigió la más dura y penetrante de sus miradas. El chico se alejó temiendo por su seguridad, siendo perseguido por los atentos ojos de Cécile incitándolo a que se atreviera a hacer un nuevo comentario. Brian apareció silenciosamente por detrás de Signe, sus ojos grises plenamente al descubierto al no contar con su cortina permanente. El chico parecía nervioso y respiraba agitadamente, y Nadine se acercó a él de manera protectora pero sin forzarlo a una conversación. Temba no apareció, seguramente estuviera en uno de los catres lejanos y no la había escuchado gritar.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Nadine con un resoplido cansado.

—Esperar —respondió Signe enfrentando la puerta con la cabeza bien en alto.

—No puedo creer que esto esté realmente pasando —comentó Kaoru, su voz fallándole por los nervios.

—¿Están preparados? —volvió a preguntar Nadine sintiendo que se quedaba sin aire por el miedo.

—No —respondió Cécile haciendo puños con sus manos.

—Pensemos el lado positivo, si llegamos a NOVA seremos viajeros espaciales como en las películas... —propuso Kaoru.

—¡Esto no es un animé! ¡No somos héroes! —reprochó Cécile, ahora más desesperanzada que enojada.

No tuvieron tiempo de seguir la discusión, pues fueron interrumpidos por una sonora sirena que retumbó a través del galpón llamando a todos a estar alerta. El foco rojo sobre el portal comenzó a parpadear, y el portal empezó a abrirse con un sonoro chirrido metálico. Los reclutas enmudecieron, fijando su entera atención en lo que les deparaba tras las puertas. Varios guardias armados de rifles entraron con la rapidez y agilidad de ratones, y rodearon todo el galpón con resolución.

—¡SALGAN DEL RECINTO DE FORMA ORDENADA! —vociferó una voz grave y comandante por los altoparlantes.

Por supuesto que los reclutas hicieron lo completamente opuesto y se quedaron parados inmóviles en sus lugares. Del otro lado de las puertas solo se distinguía un largo y desolado pasillo hasta donde se perdía la vista; el frío aún era más intenso fuera del galpón.

—¡SALGAN DEL RECINTO DE FORMA ORDENADA O NOS VEREMOS OBLIGADOS A USAR LA FUERZA! —ordenó nuevamente la voz por los altoparlantes.

Como siguiendo un guión de película, todos los oficiales apuntaron con sus rifles hacia los reclutas, recalcando el punto de la voz por los altoparlantes. Algunas personas gritaron de miedo, otras insultaron; Signe por su parte levantó el mentón de forma decidida y comenzó a caminar hacia el pasillo ante la estupefacta mirada de sus amigos. Se necesita una única persona para romper el hielo de una multitud, y Signe bastó. En respuesta, varios reclutas comenzaron a seguirla incluyendo Nadine, Brian, Kaoru y Cécile. Seguramente habría muchas personas que no querrían o no tendrían el valor suficiente para salir del galpón hacia su inevitable muerte en las estrellas. Nadine no quería estar allí cuando los oficiales tuviesen que usar la fuerza para hacerlos acatar órdenes. No quería ver más sangre.

La multitud en el pasillo se fue haciendo más intensa, la ansiedad y el miedo haciendo que los reclutas actuaran de forma precipitada y en desorden. Kaoru rápidamente quedó detrás de ellos, y por más empeño que pusiera o aliento que le diera el resto del grupo, se perdió en la multitud. Lo mismo ocurrió con Signe quien desapareció delante de ellos. El pasillo daba paso a una enorme cavidad a cielo abierto, más grande que el mayor de los estadios, en cuyo centro se encontraba la tenebrosa imagen de un monstruo de metal: la nave. Tan alta como una colina metálica y ancha como una muralla, parecía algo imposible que pudiese despegar de la tierra. Los reclutas volvieron a quedar inmóviles ante tal espectáculo, pero fueron nuevamente presionados por los guardias y la voz comandante de los altoparlantes.

Nadine comenzó a temblar de forma incontrolable, tanto por el frío como por el pánico de entender que las probabilidades decían que eran sus últimos minutos de vida. No pudo despedirse de su familia, ni disfrutar de aquellas actividades que la hacían feliz durante sus últimos días, ni perseguir la lista de cosas pendientes que tenía anotada mentalmente para hacer en su vida antes de morir. No volvería jamás a pisar la Tierra, ver su Sol o la Luna. 

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