Capítulo 1

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La vinieron a buscar esa misma noche, solo un par de horas luego de haber escuchado el anuncio por la televisión y de que un frío mensaje llegara a su celular en caso de que no estuviese mirando las noticias. Todavía podía escuchar la música pegadiza que ponían en la sección de El Loto y la aguda voz de los presentadores con sus plásticas sonrisas.

—Buenas noches queridos televidentes y bienvenidos a una nueva edición de El Loto —había anunciado la mujer alegremente como si se tratara de una lotería para ganar millones.

—En la noche de hoy, catorce personas serán seleccionadas para ser partícipes de una nueva etapa de la humanidad y convertirse en los próximos héroes de la Tierra —agregó el hombre con exagerados manierismos.

Ni ellos mismos se lo creían, pero tenían órdenes de actuar como si ser seleccionados fuese el premio más grande que alguien pudiese ganar en toda su vida. Todo un maldito teatro, pero a Nadine le provocaba un interés morboso observar como los nombres y número de identificación de personas provenientes de todos los rincones del mundo, comenzaban a aparecer en la pantalla detrás de los presentadores. Pobres infelices.

El Loto podía mostrar el nombre de cualquier persona, dondequiera que viviese, entre la edad de 12 y 50 años. Eso era lo único que escapaba un poco el raciocinio. Si querían matar al excedente de población seguramente elegirían a los ancianos o los enfermos. De caer dentro del rango teniendo alguna discapacidad, la persona tenía que seguir un largo proceso burocrático para acreditar por una veintena de personas que efectivamente se padecía una invalidez crítica para el programa.

Los rumores de que El Loto era corrupto y protegía a los más poderosos e influyentes inundaban las redes sociales e Internet con diferentes teorías conspirativas. Que los ricos y los políticos pagaban para que su nombre fuese eliminado de la base de datos, que médicos sin licencia podían reemplazar el chip de identidad cada par de años para disminuir las chances, que todo era un plan organizado por EEUU para liberarse de mano de obra barata de otros países, que es todo mentira y simplemente matan a los "ganadores". Ninguna había sido comprobada por más revoluciones, protestas que los ciudadanos hacían en las calles y pedidos de investigación por parte de diferentes instituciones, que se hiciesen.

De todas maneras, Nadine se sentía segura. Su padre era uno de los principales políticos de un país del primer mundo y su madre una importante periodista reconocida a nivel mundial. Acostumbrada a vivir con todos sus caprichos siendo alentados y sin conocer nunca lo que era una derrota o un obstáculo, Nadine no supo cómo reaccionar cuando vio aparecer su nombre en el listado de la pantalla.

—Papi... —fue lo único que pudo decir emulando las mil veces que antes había necesitado algo.

El tono de su voz debió delatar la importancia de lo que estaba pasando, puesto que en lugar de responderle de forma automática como era usual, su padre silenció su conversación por celular y se acercó cautelosamente al gran sillón mullido en el que Nadine estaba acurrucada. Su madre por alguna razón, apareció atrás de su padre y fue la primera en reaccionar con un grito de histeria. En la mesa ratona frente a ella, su celular vibró como poseído recibiendo el mensaje que no quería leer.

—¡FELICITACIONES A LOS AFORTUNADOS ELEGIDOS! —gritó con alegría la presentadora posando a la cámara con su mejor ángulo.

—En unas horas, oficiales se presentarán a su casa para escoltarlos a las facilidades locales del proyecto Nova y comenzar esta nueva etapa en sus vidas —continuó el hombre.

—Ha sido un honor darles esta noticia y los esperamos nuevamente mañana a la noche, en una nueva edición.

La música pegadiza se escuchó por los altavoces del televisor, interrumpida por el grito de su madre.

—FELIPE, ¡¿QUÉ HACEMOS?! —imploró su madre entre lágrimas.

—Tiene que haber algún error, ya mismo lo soluciono —contestó su padre marcando nerviosamente un número en su celular —Sr Mojica, habla el Sr Ruetter, creo que El Loto ha tenido un error, mi hija...

—Bebé, agarra algo de ropa. Nos vamos a la casa del lago, que nos encuentren...

—Sr Mojica, entiendo que El Loto es centralizado, pero seguramente tiene que haber una solución o alguna forma en la cual pueda reconsiderarse su selección. Puede dirigirme a otra persona si lo cree conveniente —continuó su padre comenzando a levantar la voz.

Nadine no se movió y sin entender lo que estaba pasando siguió mirando el cortometraje que pasaban todos los días luego de El Loto, explicando los detalles del proyecto y la nueva vida en Nova. Seguramente su padre podría corregirlo, siempre encontraba solución a los problemas con un par de llamadas. Nova, ¿a quién querían engañar con semejante verso? La humanidad no había ido más allá de Marte ayudada por robots, ¿y ahora decían tener la tecnología suficiente para ir a un planeta donde ni siquiera sondas se habían enviado y quedaba a años luz de distancia? Por favor...

Varios sirvientes entraron al salón en respuesta a los gritos de su madre y la creciente alzada voz de su padre e inmóviles a la entrada observaban en silencio cómo una de las familias intocables se desmoronaba frente a sus ojos. Nadine incluso pensaba que algunos de ellos lo estaban disfrutando.

Los minutos pasaban y no parecía haber indicio alguno que su padre pudiese solucionar su eventual destino. Felipe Ruetter había comenzado a sudar y a perder la calma, momento en el que Nadine salió de su trance empezando a entender que no tendría escapatoria.

—¡PAPI NO QUIERO QUE ME MATEN! —imploró como una niña.

—Sr Lavigno entiendo la necesidad del programa Nova, pero tiene que existir algún acuerdo al que podamos llegar para que mi hija pueda quedarse con nosotros —continuó su padre comenzando a titubear.

—Bebé, ¿qué esperas? Nos vamos ya —gritó su madre trayendo dos bolsos de uno de los placares en los pisos superiores.

Nadine corrió a su habitación y comenzó a poner varias prendas en el pequeño bolso que le había entregado su madre entre llantos. El timbre sonó; habían llegado antes de lo esperado. Recién entonces Nadine perdió cualquier atisbo de confianza que le quedaba en que su padre pudiese solucionar lo que había ocurrido. Su mundo entero se estaba desmoronando y no tenía ni idea de cómo proceder, todo siempre le había sido servido en bandeja ante una sola seña de su mano, no podía ser que hubiese sido elegida por El Loto.

Se sentó en su cama y no se movió cuando sintió la puerta abrirse de un golpe, ni cuando su madre imploraba por ella, ni cuando su padre amenazaba a los oficiales con represalias, ni cuando los vio entrar a su habitación.

—Hola Nadine —dijo un hombre vestido de traje con el cabello engominado—mi nombre es Alfred y vengo a escoltarte a las instalaciones del proyecto Nova.

—¡NO! ¡NO! NO PUEDE SER, NO PUEDEN LLEVARSE A MI BEBÉ —gritó su madre perdiendo todo sentido de la dignidad y luchando con un oficial corpulento que la sostenía por la espalda.

Cuando Alfred vio que Nadine no respondía, le hizo una seña a dos de los otros guardias corpulentos y, uno de cada lado, levantaron a Nadine como si fuese una pluma. Prácticamente la arrastraron hacia el camión blindado que se encontraba aparcado frente a su enorme morada, pasando por los sirvientes que susurraban ente ellos, pasando por el cortejo de oficiales con metralletas en el amplio jardín, pasando por su padre que la miraba con culpa, el teléfono aun en su oreja.

Solo cuando hubieron abierto las puertas del camión Nadine comenzó a gritar y a llorar desenfrenada. Intentó sacudirse a los oficiales y salir corriendo, les pegó, les escupió e insultó. Pero lo único que hicieron fue meterla dentro del camión y cerrar la puerta con un golpe seco dejándola sola en su miseria.

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