Capítulo 7

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El silencio se mantuvo durante varios minutos luego de que las sirenas se extinguieran y las encandiladoras luces dejaran de parpadear. Nadine se sintió aliviada por un instante cuando su mundo quedó estático, pero al volver su mirada a los cuerpos de treinta personas inconscientes en el suelo de la cafetería y el alivio fue dejado de lado.

—¿Están muertos? —preguntó Nadine a quien quisiera responderle.

—No lo creo, son más valiosos vivos que muertos —respondió la alta mujer que aun aferraba fuertemente su brazo.

Las puertas por las que los rebeldes habían intentado hacerse pasó se abrieron con zumbido y varias personas vestidas de bata blanca, incluyendo la Dra Loven, entraron a la cafetería seguidos por varios guardias armados. La multitud que rodeaba las paredes bien podría haberse tratado de un conjunto numeroso de hormigas por la atención que les prestaron. La Dra. Loven hizo una seña hacia la puerta y una nueva persona acarreando una camilla metálica tintineante entró a la cafetería.

Entre la multitud se escuchó un grito y una joven de cabellos morochos recogidos en una cola de caballo se hizo paso intentando llegar a los rebeldes caídos, su rostro contorsionado por el llanto desconsolado.

—¡MANTENGA SU DISTANCIA O SERÁ REMOVIDA! —gritó un guardia levantando su arma mientras sus compañeros se ponían en posición rodeando a los doctores.

La joven no reaccionó, enfocada de forma casi irracional en llegar al cuerpo de un joven que se encontraba a unos metros de la puerta. Algunos integrantes del proyecto NOVA intentaron detenerla pero la joven logró zafarse como un gato cada vez, corriendo en línea recta hacia el cuerpo.

El guardia no dio otra advertencia y con un sonoro estallido disparó al pecho de la joven un par de veces, deteniéndola a pocos metros de que llegara a su objetivo. Horrorizada, Nadine se tapó los ojos con las manos lanzando un pequeño grito de angustia.

—Querida, puedes volver a abrir los ojos, creo que no eran balas de verdad sino tranquilizantes —dijo la mujer a su lado con voz estable.

Nadine volvió a abrirlos, haciéndole caso a esta mujer por alguna razón, intentando calmar su palpitante corazón. Los doctores ni se inmutaron por lo ocurrido y continuaron chequeando sus tablets haciendo y señas a los camilleros. Algunos de los cuerpos eran pasados a las camillas y restringidos con seguridad por fuertes tiras de tela similares a los cinturones de los aviones. Unos pocos, sin embargo, subieron a la camilla dentro de una bolsa negra.

A los pocos minutos, todos los cuerpos habían sido retirados, incluyendo el de la joven, y guardias y doctores emprendieron la retirada sin decir una palabra al resto de los reclutas del proyecto tratándolos como plantas.

—Algunos estaban muertos —afirmó Nadine aun mirando hipnotizada las puertas que se acababan de cerrar.

—Sí, recuerda que todo lo que usan aquí es experimental. No sé qué fue lo que usaron para... —comenzó a decir la mujer.

—Es algún tipo de dispositivo insertado en nuestro cuerpo controlado de forma remota. Supongo que liberan alguna sustancia porque la electricidad que se necesita para electrocutar a un humano es demasiado grande para ser generada por un chip... —interrumpió el joven aun con su nariz a centímetros de su Tablet.

—Pero a la chica le dispararon, ¿por qué no usaron este dispositivo que dices? —preguntó Nadine sin entender.

El joven de nariz grande no respondió, simplemente siguió estudiando su Tablet su cabello castaño ocultando sus ojos tras una cortina marrón oscuro. Se movió incómodo ante la pregunta de Nadine, como si no hubiera esperado que se dirigiera a él personalmente o como si le incomodara que lo estuviese mirando. Su mano izquierda sostenía la Tablet, mientras que la derecha la tenía un poco más abajo; sus dedos tocando un panel invisible de forma inconsciente y compulsiva. Sin decir una palabra, el chico les dio la espalda y se alejó por los pasillos hacia los cuarteles.

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