Capítulo 31

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Por más que Temba y sus compañeros ayudaban a mantener el orden, la violencia es inevitable cuando el instinto de supervivencia prevalece ante la humanidad. En el momento que cápsulas llenas de frutos llegaron al campamento, una avalancha de personas se generó intentando tomar la mayor cantidad de ellos sin ningún tipo de consideración por el resto.

El estómago de Nadine se retorcía por el hambre, pero se negó a convertirse en un animal como muchos de los nuevos colonos parecían dejar ver. ¿Era esto el futuro de los humanos en las estrellas? ¿Atropellarse los unos a los otros por no quedarse sin un fruto? A Nadine le dio repulsión. La avalancha pronto se convirtió en una batalla campal de lo más primitiva. Incluso logró ver como una mujer tomaba del cuello a un niño que no podría tener más de doce años, el límite de edad de El Loto, y robaba el fruto que el chico había logrado obtener escabulléndose entre las piernas de los mayores.

Nadine pensó en intervenir, pero solo lograría que la violencia se tornara contra ella. Una pequeña voz recriminó su egoísmo y su falta de coraje; Cécile le daría un sermón si estuviera a su lado, pero en cuestión de segundos la mujer se alejaba de la trifulca dejando a un niño en llantos abrazando sus propias piernas.

Sin embargo, si bien dicen que las calamidades dejan ver lo peor de las personas, también saca a la luz lo mejor de ellas. Puede que en menor grado, puede que casi imperceptible, pero allí estaba. Algunas personas compartían su fruto con otras, algunos ayudaban a otros a levantarse para no ser pisoteados, otros detenían a los violentos en una complicidad sin palabras. Quizás tendrían esperanzas después de todo.

Las cápsulas con frutos continuaron apareciendo durante el siguiente par de horas, todas aportando el mismo espectáculo. Temba intentó que las personas formasen una fila ordenada para retirar un fruto por persona, pero siempre terminaba en una avalancha a los pocos instantes.

El hambre comenzó a apoderarse de Nadine a medida que pasaba el tiempo; sentía su cabeza ligera y su estómago retorcerse. Intentó acercarse a Temba para conseguir que le diera uno de los frutos, pero fue visiblemente ignorada por el gran moreno.

—Nadine, tendrás que hacer la fila. Si alguna de estas personas me ve dándote un tratamiento especial será imposible controlarlos —le dijo bruscamente cuando por fin logró llamar su atención.

—Querida, pídele a Temba —sugirió Signe cuando fue en búsqueda de su ayuda.

—No puedo darte nada de forma extraoficial si quiero seguir formando parte de los exploradores. Signe y Temba fueron muy efusivos al respecto —se disculpó Kaoru cansado mientras ayudaba a transportar una nueva cápsula—. Si vienes con nosotros y ayudas tendrás uno asegurado, sin embargo.

Al diablo con todos. No se rompería la espalda para alimentar a una manada de animales únicamente por un fruto.

Luego de unas horas, Nadine tuvo que admitir que tendría que unirse a la avalancha de personas si quería calmar su estómago y tener fuerzas para en el futuro conseguir los propios directamente de la fuente. Odiándose a sí misma se dispuso a formar parte de la fila y, mediante codazos cuando se convirtió en avalancha, tomar dos frutos para luego salir disparada de la aglomeración en furia.

Nunca más, se prometió a sí misma. Aunque tuviera que caminar ella hacia el bosque sola y trepar a los árboles, nunca más se rebajaría tanto.

Todavía enojada consigo misma y con el resto, Nadine se dirigió hacia la entrada de la nave donde Brian, para sorpresa de todos, intentaba hacerse entender frente a un par de personas. El muchacho estaba claramente incómodo y se mantenía a una distancia mayor a lo usual para una conversación.

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