Capítulo 25

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Nadine no supo cuando había empezado a llorar. Se dio cuenta cuando Cécile aferró su brazo como a un ancla sacándola de sus terroríficos pensamientos. La chica estaba tan consumida por el pánico que casi no parpadeaba, olvidándose por completo de sus desencuentros los últimos meses. Nadine le tomó la mano, ambas temblando como hojas, y volvió a mirar la enorme nave. Varios pasillos similares al suyo se veían en los alrededores y por cada uno de ellos salía una hilera de personas de cabezas rapadas y vestidas con la misma solera gris que ellos. Eran muchas las puertas de la nave y cada fila se adentraba por una de ellas, cada instalación del proyecto NOVA ocuparía un sector.

La muchedumbre volvió a descontrolarse al vislumbrar la nave, provocando que Nadine perdiera la mano de Cécile.

—¡Nadine! ¡Nadine! —gritó la chica viéndose cada vez más alejada de la única persona cercana en el mar de gente.

Nadine lanzó codazos e intentó abrirse paso entre la gente sólo para ser arrastrada por la gente, no pudo lograr llegar a Cécile. Pensando que estaba sola, dejó fluir las lágrimas de miedo, de rabia, de impotencia, sollozando y atragantándose por sus propios espasmos. El roce de una mano en el hombro le llamó la atención, destacándose entre los empujones. Nadine, sobresaltada, giró su cabeza rápidamente, encontrándose con Brian a su lado. De alguna manera el chico había logrado mantenerse cerca y ahora la miraba con preocupación y miedo. Ella le sonrió, aliviada de tener a alguien a su lado en quien confiaba.

El río de personas continuó avanzando hasta que ambos llegaron a la boca del monstruo, una enorme abertura negra que parecía tragarlos. Todavía sollozando y temblando, Nadine se adentró en la nave, sintiendo inmediatamente el olor a químicos y metal que invadía la atmósfera. La fila fue separada en cuatro, Nadine y Brian manteniéndose inseparables siguieron aquélla que subía unas pequeñas escaleras que llevaban a un piso superior.

Hileras de tanques verticales, cientos de ellos, adornaban una enorme sala repleta de tubos y pobremente iluminada, llenando de pesadillas la mente de Nadine.

—Tengo muchísimo miedo —confesó Nadine sollozando sin poder dejar de mirar cómo personas vestidas con batas blancas esperaban para preparar a cada uno de los reclutas en su tanque.

—Yo t-t-también —admitió Brian respirando de forma agitada.

Mirando a los doctores, Nadine imploró por que la Dra. Loven fuera la encargada de sumirla en la criogénesis, pues a pesar de su personalidad fría y actitud desinteresada, la mujer la había atendido durante los siete meses desde que El Loto la seleccionara. Le gustara o no, tenía un mínimo de confianza en ella, a diferencia de estos médicos desconocidos. La Dra Loven, sin embargo, no se dejó ver. Avanzando cada vez más hacia el inicio de la fila, Nadine tuvo una primera plana de lo que consistía ser preparada para la criogénesis, algo que nunca le habían explicado en su tiempo de reclutamiento.

Sin ningún tipo de delicadeza o empatía, los doctores conectaban un montón de sensores y cables insertando pequeñas agujas a lo largo del cuerpo. Varias personas cayeron en el instinto de supervivencia e intentaron luchar y escapar del tanque que les esperaba, pero eran sostenidos a la fuerza y obligados a obedecer. Una vez que los cables estaban colocados, empezaba lo preocupante y a lo que más se resistían los reclutas: unos largos tubos que eran insertados por la nariz y la boca, cuyo propósito era desconocido. El fin de la preparación era cuestión de un par de segundos extra: un empujón hacia el tanque, el cierre de la claustrofóbica puerta y el presionado de un botón. Nada más se sabía de las personas que entraban a los tanques, los doctores sencillamente continuaban con el siguiente recluta en la fila.

—Brian, abrázame —imploró Nadine temblando, su cara llena de lágrimas y mocos.

—¿P-P-Para qué? —preguntó el chico, su mirada clavada en los tanques.

—Me haría sentir mucho mejor y realmente lo necesito.

Nadine no esperaba que Brian la escuchara, por lo que se sobresaltó cuando sintió un torpe brazo escurrirse por sus hombros. El chico lo retiró rápidamente y se alejó unos pasos, incómodo. Maldiciéndose a sí misma, Nadine buscó corregir su error y delicadamente volvió a acercarse a Brian, tomó su brazo y lo pasó sobre sus hombros de la misma forma que él lo había hecho. Así se quedaron durante varios minutos, observando como los doctores forzaban a los reclutas en los tanques, haciendo caso omiso a los gritos, protestas y llantos. Cada vez estaban más cerca, cada segundo su vista más despejada hacia el inicio de la fila.

Nadine escondió su rostro en el hombro de Brian, pero por más que quisiera desaparecer el avance no se detenía. Demasiado pronto se encontraron siendo los siguientes en entrar en los tanques. Los sollozos de Nadine se habían vuelto espasmos e inconscientemente aferró la solera de Brian con todas sus fuerzas temiendo estar sola. Ambos gritaron de miedo cuando los separaron.

—¡BRIAN! ¡BRIAN! ¡BÚSCAME EN NOVA! ¡NO ME DEJES SOLA, BRIAN! —rogó en llantos.

Nadine pataleó e intentó zafarse usando toda su energía y habilidad física. Lo único que logró fue que varios guardias la arrastraran hacia uno de los doctores que esperaba impaciente por ella. Sabía que no lograría nada con ello, pero Nadine imploró para que la sacaran de allí, incluso cayendo a los pies del doctor para rogarle que la ayudara olvidándose del orgullo y la dignidad. El doctor permaneció indiferente, esperando que los guardias la irguieran para proceder con su trabajo.

La muchacha sintió como el hombre le clavaba las finas agujas con los sensores. Dolieron como picaduras, pero nada se asemejó al sufrimiento que sintió cuando el doctor forzó el tubo de plástico por su garganta y su nariz. Quería gritar, quería llorar, pero el tubo lo impedía. Nadine sintió que se ahogaba, apenas podía si respirar entre el dolor y el objeto extraño en su garganta. Empezó a hacer movimientos instintivos con las manos para intentar sacárselos, antes de ser sujetada fuertemente con los guardias y empujada hacia el interior del tanque. Su próximo hogar.

Golpeó con las palmas de su mano la puerta, la arañó y pataleó, especialmente cuando sintió que un líquido comenzaba a rellenar la recámara. Era helado al punto que Nadine dejó de sentir sus pies, lo que hizo que se desesperara aún más. Ya no sentía sonidos del exterior, haciendo que una sensación de claustrofobia la invadiera como nunca antes. El espacio dentro de la cámara le impedía quitarse los tubos de la boca y la nariz. El líquido continuó su ascenso, durante minutos que parecieron una eternidad. 

Cuando llegó a su nariz, Nadine estuvo segura que moriría. No volvería a despertar fuera del frío tanque. El líquido llenó la recámara por completo, aunque un poco de aire aun llegaba a los pulmones de Nadine a través de los tubos que le habían insertado.

Comenzó a sentirse aletargada y sus músculos se entumecieron ya sea por el frío o por el químico que la mantendría dormida por los próximos cientos de años. Su mente empezó a apagarse, su vista a nublarse. El último pensamiento coherente que tuvo fue:

Esto es lo que se siente morir.

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