Nadine se refregó los ojos sintiendo arena en ellos de tan cansada que estaba. Sin embargo, había algo infinitamente peor que las pesadillas. Algo que hacía que Nadine se insultara a sí misma por su inocencia cada vez que recordaba su episodio caprichoso con la Dra. Loven cuando se había quejado de no tener con qué depilarse. En ese entonces, nunca se había preguntado cómo sería la ida al baño en un planeta desconocido. Habiendo crecido en un ambiente citadino y extremadamente confortable, Nadine nunca había acampado en su vida. Ni siquiera sabía qué implicaba ir a acampar más que dormir rodeada de mosquitos. Qué idiota había sido.

Quedaban aproximadamente tres mil colonos con vida, pero aunque el número era una pizca comparado con los cincuenta y cinco mil que partieron de la tierra, las necesidades básicas de tres mil personas en un campamento era una prioridad. Un área en particular en el bosque se había designado cuando fue evidente que cada uno estaba haciendo lo que quería, sorprendiendo a transeúntes de una forma u otra. Un equipo formado por aquellos hombres de Temba que habían sacado la varilla más corta, se habían encargado de excavar pozos a modo de letrina. Ramas y hojas enormes de un extraño árbol estaban siendo recolectadas para asegurar privacidad, pero de todas maneras eso no solucionaba lo desagradable que era.

Nadine nunca había experimentado nada tan asqueroso en toda su pulcra vida y acercarse a unos metros ya el olor le revolvía las tripas. La verdad era que nadie quería posar un pie en el lugar, pero Signe y Temba habían implementado un sistema de multas: quienes fueran descubiertos haciendo sus necesidades en algún lugar que no fuese el designado, pasaría una semana trabajando en las letrinas. El amor de Cécile hacia Temba se había esfumado con el anuncio... Al menos durante unas horas. Nadine estuvo a punto de volver a la nave estrellada. Kaoru les dijo que estaba practicando dejar de respirar por cinco minutos, esa sería su solución. Todos estaban seguros que las letrinas aparecerían en sus pesadillas de un momento a otro.

Juntando fuerzas y preparando su estómago para el espeso y pútrido aroma, Nadine se levantó de su reposo y se encaminó hacia las letrinas. No podía aguantarse un segundo más por más fuerza de voluntad que tuviera. Se hizo paso entre los troncos negros de los árboles, las hojas azuladas y las maravillosas flores de olor dulzón preguntándose cómo le había parecido tétrico cuando por primera vez entró. El bosque era extremadamente bello y colorido. Los exploradores se habían encontrado con varios animales en sus paseos, todos relativamente pequeños y sumisos, y de a poco iban comenzando a conocer los orígenes de los extraños ruidos que interrumpían el silencio del bosque. Una vez verificado que los animales no eran una raza inteligente y una guerra extraterrestre no se desencadenaría, un grupo de cazadores armados de forma extremadamente precaria se creó. Las pieles y plumas se estaban coleccionando para usar cómo vestimenta y los huesos para útiles diarios. Nada se desperdiciaba en NOVA.

A su izquierda, en el arroyo, un grupo de personas experimentaba con la pesca usando ramas, fibras de una hoja de planta como hilos y anzuelos hechos de hueso. Todavía no era muy fructífera, pero algunos cuantos animales que se asemejaban a peces con patas y membranas entre sus dedos habían sido atrapados. Eran los animales más feos hasta el momento.

Entre los pescadores había un segundo grupo de gente esperando expectante siendo regañados cada vez que su conversación se volvía muy fuerte y ahuyentaba a los peces. A pesar de todos, les era permitido quedarse debido a su entusiasmo contagioso que levantaba los espíritus en el agotado e irritable campamento. Otros grupos existían como ellos, personas que habían encontrado una forma de mirar el vaso medio lleno en lugar de medio vacío y aún podían reír a pesar del cansancio y las pesadillas. Era contagioso, y en cuanto Signe lo descubrió hizo todo lo posible por alentarlos y propagarlos.

Este grupo en particular que ahora revoloteaba entre los pescadores estaba dividido en dos, y tenían una competencia en curso. Un bando estaba formado por peruanos, el otro por chilenos y su objetivo era crear el primer ceviche de NOVA, intentando reproducir los sabores de la Tierra. Nadine no tenía idea de lo que era el ceviche, pero un poco de variedad nunca vendría mal. Era una competencia amistosa, creada para distraerse más que para ganar, pero había sido el primero de varias iniciativas similares. Había grupos intentando crear instrumentos musicales, otros jugando al fútbol con pelotas improvisadas, otros intentando encontrar tintes para pintar. Nada de eso era esencial, nada era prioritario, pero el solo hecho de ver sonrisas en el campamento había convencido a Signe de que era el primer paso para evitar las pesadillas. Temba se había opuesto firmemente, diciendo que tenían cosas más importantes de lo qué preocuparse, en lo que fue su primera discusión pública frente a las cavernas.

—Temba, ¿qué es del mundo sin un poco de belleza, pasión y entretenimiento? Mientras las necesidades básicas estén cubiertas, déjalos tener un poco de tiempo libre —insistió ella dando por cerrada la cuestión.

Sumida en sus propios pensamientos, Nadine continuó su recorrido hacia las apestosas letrinas, a paso tranquilo dado que todavía no era una urgencia, lo que le permitía disfrutar del hermoso paisaje del bosque. Quizás pudieran salir adelante después de todo, quizás pudieran crear un lugar en este nuevo mundo y mantener viva la memoria de la Tierra. Su ánimo se había levantado.

Pero nunca nada dura para siempre. Por el rabillo del ojo Nadine vio movimiento entre los árboles y se puso en guardia al segundo. Su primer pensamiento en el arma que se había prometido construir días atrás y había dejado de lado confiada en que nada estaba ocurriendo. El corazón le palpitó desenfrenado y presionó su espalda contra el tronco firme de uno de sus árboles. Allí, a su derecha, entre un conjunto de árboles cerca de la orilla del arroyo, una figura blanca la observaba. Nadine se olvidó de respirar y se hiperventiló como consecuencia.

La Dra. Loven la miraba con ojos vacíos y en silencio, vestida igual que la última vez que la vio, durante el suicidio de la mujer unos días antes de departir, pero cubierta con su bata blanca característica de los funcionarios del proyecto NOVA. Sus zapatos de taco alto desencajaban un poco sobre la tierra cubierta de hojas húmedas.

Sin emitir sonido alguno y antes de que Nadine pudiera reaccionar, la mujer levantó su mirada al cielo y señaló el sol.

En un parpadeo de ojos, la Dra. Loven ya no estaba allí, dejando a Nadine completamente anonadada mirando el vacío.

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