2. La trampa de la psicóloga

19.7K 1.1K 46
                                    

Amelia

Me he empapado por completo, por culpa de ese idiota. No sé cómo llegué hasta aquí, pero al menos me dejaron pasar, aunque ya es tarde. Creí que me echarían o algo, el recepcionista me miró muy mal. Igual si me hubiera dicho alguna cosa, le hubiera respondido a mi manera profesional, no es por nada, pero soy una renombrada psicóloga y las palabras te las doy vuelta en un dos por tres.

Sinceramente, tengo el mal hábito de analizar todo.

Como ahora, saco un papel del escritorio y me pongo a escribir: "Gasta dinero en cosas banales, averiguar si intenta llenar un vacío o lo hace sólo por afición".

Oigo la puerta y guardo el papel rápido. Lástima, se va a mojar.

―Ya llegué.

Escucho una risa y me giro encontrándome con esos ojos verdes que hipnotizan. Aunque realmente estoy pensando demasiado en su boca, debo reaccionar, no es como si nunca haya besado a un tipo antes, pero fue hace un ratito nada más.

―Fuiste a tu casa, veo ―acoto al verlo con otro traje y completamente seco.

Se ríe.

―¿Y cómo sabes eso? ―Mueve las cejas ―¿Me estuviste espiando?

―¿No me reconoces? ―digo sorprendida ―Nos vimos hace un rato cerca del hotel Paradise.

Se lo piensa.

―Es que las personas comunes me resbalan ―Sonríe.

Que grosero.

―No te creas inolvidable, porque nadie lo es.

―Uh, golpe bajo ―Se ríe ―. No mentira, no me dolió.

―Parece que eres el tipo de persona que oculta lo que piensa jugando con las palabras, puedo con eso ―exclamo seriamente.

―Acaso... ¿Me estás analizando?

―Lamentablemente, sí ―Ruedo los ojos ―pero pasemos a lo importante.

―Negocios ―afirma.

―Ciertamente. Por eso quiero contratar sus servicios.

Sonríe y me interrumpe.

―Cobro caro.

―Y yo pago el doble ―exclamo determinada.

―Supongamos que te creo ―Hace una carcajada ―. No, en serio, te creo ¿Por qué yo?

Ignoro su juego de palabras y respondo a su pregunta.

―Eres el mejor en este oficio.

―Eso dicen ―Creo que él me analiza a mí. De pronto se me acerca, entonces yo retrocedo chocándome con su escritorio ―¿Quién te recomendó?

―Nadie ―exclamo tensa.

―No, aquí no se vale mentir.

Maldición, me descubrió. Sin embargo, no me voy a dejar intimidar y le respondo con confianza.

―Su medio hermano.

¿Agarrará el anzuelo? ¿Caerá en la trampa? Sólo resta averiguarlo como la profesional que soy, con más acertijos.

El abogado turbio (R#5)Where stories live. Discover now