|07| Capítulo 35: El lago

451K 25.6K 7.3K
                                    

*Advertencia de contenido explícito para que no me cancelen jeje*

Por un momento en la fiesta de cumpleaños me quedé mirando en silencio a todas las personas que estaban ahí. Ninguno por compromiso, ninguno por obligación. Solo personas que realmente querían estar conmigo y eso se sintió genial. Respiré hondo cuando recordé a mi padre, cuando tuve la sensación de querer abrazarlo o cuando estuve a punto de preguntar a qué hora llegaría, pero no llegaría. Solo tragué duro e imaginé que seguramente sí estaba ahí, pero no terrenalmente, si lo hubiese estado seguramente sus bromas de humor negro habrían captado la atención de todos.

En la madrugada ya todos se habían ido. Me quedé mirando el césped de la terraza mientras Mila recogía algunos platos sucios que se habían quedado sobre la mesa. Ludmila ya se encontraba en su habitación.

—Gracias. Eres la mejor —le sonreí. Ella dejó lo que estaba haciendo y se sentó a mi lado para abrazarme.

—Falta mi regalo —dio un respingo y se quedó mirándome mientras sonreía como una niña chiquita. No esperó a que le respondiera algo, solo se puso de pie y entró corriendo a la casa. La seguí hasta adentro, pero ya había subido las escaleras. No alcancé a cerrar el ventanal cuando estuvo de vuelta con una caja mediana en sus manos.

Alcé las cejas y me senté en el sofá.

—Espero que te guste —continuó sonriente, pero esta vez algo más nerviosa.

—Si fuera una caja vacía me gustaría solo por el hecho de que es tuya —intenté aminorar su nerviosismo.

Rompí el papel con calma mientras Mila me insistía con su mirada que me diera prisa, su ansiedad era incluso más alta que la mía. Me sorprendí cuando saqué un portarretratos en forma de árbol. Las fotos cuadradas que colgaban de sus ramas simulaban ser las hojas. Eran fotos mías, de ella, de ambos. También había fotos con mi familia, con mis hermanas y con papá. Mi pecho se encendió como un cálido fuego, sentí un pequeño nudo en mi garganta y solo alcé la vista porque Mila estaba mirándome fijamente.

—Mil...

—¿Te gustó? —se adelantó.

Le sonreí. Nunca nadie se había dado el trabajo de recopilar cada parte de mi vida para enseñármela, claro que me había gustado, de hecho, era el regalo que más me había gustado en mis diecinueve años de vida. Incluso más que el balón de futbol que me regaló Ludmila a mis quince.

—Si. Me encanta, gracias, Mila —dejé con cuidado el árbol encima de la mesa de centro para abrazarla.

Ella dio un suspiro que pareció ser de alivio y correspondió mi abrazo.


MILA

Valery estaba mirándome mientras estaba escogiendo ropa para llevar a nuestro campamento improvisado. Saldríamos temprano por la mañana para juntarnos con todos los demás en la estación de autobuses.

—¿Cuándo estarán los resultados de la universidad? —le pregunté.

—Enero. Solo espero quedar en la universidad que quiero —hizo un puchero.

—Claro que quedarás, estudiaste muchísimo.

Se formó un silencio entre ambas.

—¿Y tú? ¿Tienes planes?

Miré un vestido floreado y lo deseché.

—Creo que estudiaré un poco de inglés... quizá hasta algún taller de artes, no sé. Todavía no sé qué es lo que me apasiona.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora