Capítulo 24: Destellos

504K 31.9K 8K
                                    

Apenas pude dormir, por lo que cuando desperté sentí un fuerte dolor de cabeza y los ojos hinchados por haber estado llorando tanto tiempo la noche anterior. Apenas había podido reflexionar sobre lo que pasó, razón por la cual me senté en la cama y el primer pensamiento que se pasó por mi cabeza fue que Bruno se iría del campamento para ver a su padre y yo no me despediría de él.

Y quizá era la última vez que nos íbamos a ver.

Me saqué a Dafne de mis pensamientos y no reparé en mi aspecto cuando salí de la habitación, miré la puerta de Bruno y cuando me acerqué noté que estaba levemente abierta. La cama estaba ordenada, pero no había nada de él, sólo el aroma de su perfume. Mi corazón comenzó a latir con fuerza cuando pensé en que, tal vez, ya sería demasiado tarde.

Caminé por el pasillo y antes de poder salir, me encontré a Thomas sentado en el sofá.

—¿Dónde está Bruno? —pregunté.

—En la oficina —me contestó. —Con su hermana, haciendo un par de papeleos para irse.

—Demonios...

Corrí a cepillarme los dientes, metí mis pies en unas pantuflas y me dirigí muy rápidamente hacia la oficina de salida. Apenas llegué noté que Renato y Ethan se encontraban afuera.

—¿Y Bruno? —pregunté jadeando.

—Está dentro, firmando unas cosas.

Respiré hondo, definitivamente no podía irse sin antes darme un maldito abrazo. Que, si se iba a destruir todo, que al menos valiera la pena.

Apenas la puerta se abrió, vi a una chica muy parecida a Bruno salir de allí, y luego lo vi a él detrás con un bolso cruzado por su cuerpo. Él no notó que yo estaba ahí, pues me encontraba un poco más alejada. Vi que le dio un abrazo a Renato, luego a Ethan y respirando profundo me armé de valor para acercarme.

—Mila —lo oí.

Me observó de pies a cabeza al mismo tiempo en que noté que me veía ridícula.

—Sé que no estoy presentable... —comencé nerviosa —, pero...pero no iba a dejar que te fueras sin despedirte.

Él sonrió levemente, pero con cierta tristeza en sus ojos.

—Eres única, Mili —me cogió la mano y caminamos hasta estar un poco alejados de los demás.

—¿Volverás? —nuevamente mis ojos cristalizados.

—Volveré —asintió con seguridad —, y te prometo que cuando vuelva vamos a solucionar toda esta mierda que pasó ¿de acuerdo?

Asentí levemente, sonriendo con tristeza.

—No estés triste, ¿Sí? —se acercó a mí y me atrajo hacia su cuerpo para abrazarme.

—Es que... tengo miedo. Y... no quiero que me dejes sola justo ahora —bajé la voz.

—No podría dejarte jamás, Mila.

—Entonces prométeme que volverás aquí.

—Te lo prometo —se separó un poco de mí y acomodó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—Dios... te odio tanto —una lágrima me recorrió el rostro y él me la secó.

—Pues yo no. Yo no te odio —me sonrió, lo que me hizo sonreír a mí. —Si pudiera sacarte de aquí y llevarte conmigo, ya lo habría hecho.

—No me olvides ¿está bien? —pedí.

—No lo haré. Tú no te enamores de otro ¿está bien? —me observó directamente a los ojos.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora