Capítulo 21: El veneno de Dafne

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Afortunadamente nadie estaba ahí cuando salimos de la ducha y tomamos caminos diferentes. Yo fui a la cabaña, él se fue al comedor.

—Mila —oí detrás de mí.

Era Dafne quien me miraba claramente molesta.

—¿Pasa algo?

—¿Bruno y tú tienen algo?

Su voz sonó dolida. Como no... si era una actriz profesional.

—No —contesté quitándome la toalla del cabello.

—Pero... ya sabes... ¿Ustedes se gustan?

Suspiré irritada.

Odiaba que exactamente ella estuviese interesada en Bruno y que se atreviera a hacerme preguntas de él. Era una víbora.

—¿Por qué te importa tanto? —pregunté cansada.

—Porque sabes que estoy enamorada de él.

—Si, pero no puedes obligarlo a estar contigo.

—Sé que él estará conmigo en algún momento.

—La gente se aburre, no deberías insistir tanto.

Ella apoyó una mano en su cadera, desafiante.

—Parece que se te ha olvidado con quien estás hablando.

La miré enfadada, aunque yo tuviera toda la razón jamás podría ganarle a Dafne.

Me puse de pie y salí de la cabaña para poder desayunar.

Pero sí ya desayunaste en la ducha...

¡Cállate conciencia!

Apenas crucé el bosque para dirigirme al comedor, un cuerpo frío y grande me abrazó por detrás, me giré para verlo y choqué con los ojos grises de Bruno. Estaba con un short de entrenamiento negro, sin camiseta y sus zapatos de fútbol americano.

—Estás frío.

—Estamos dando vueltas al campamento —sonrió.

Le devolví el abrazo y me percaté de que no sólo él corría sin camiseta, unos cuantos más también...

—¿Es requisito correr sin camiseta? —le pregunté sonriendo falsamente.

—Pues sí ¿si no quién valorará mis bíceps?

—¡Pues yo!

—¡Basta de amor, Bruno! —gritó Fred —¡Vuelve a correr!

Él me soltó de inmediato, me besó en la mejilla y volvió correr en filas mientras gritaba cosas estúpidas que todos repetían.

De verdad todas parecían babosas mirándolos, aunque debo confesar que no me quedaba atrás.

—¡Yo tengo una chica! —gritó Bruno.

—¡Yo tengo una chica! —gritaron al unísono y me quedé mirándolo antes de entrar al comedor.

—¡Guapa y muy bonita!

—¡Guapa y muy bonita!

—¡Ella usa un broche!

—¡Ella usa un broche!

Mis mejillas se acaloraron cuando noté que tenía un broche afirmándome el cabello, pero continuó...

—¡Y me lo come por las no...!

—¡BRUNO JODER! —gritó Fred —¡Cierra la puta boca! ¡Thomas continua tú!

Bruno rio con fuerza y luego me guiñó un ojo. Sólo negué con una sonrisa y finalmente me metí al comedor.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora