Capítulo 10: Un simple juego

509K 34.7K 14.6K
                                    

—No. Nunca he tenido algo con alguien de un campamento y afuera es todo distinto.

—¿Sí?

—Sí, pero ahora no hay nadie ni aquí ni afuera.

Él se giró hacia mí y yo hice lo mismo, quizá no nos veíamos, pero podíamos sentir lo cerca que estábamos.

—¿Y tú? —le pregunté.

—No —contestó, su aliento consiguió que me tensara, estábamos muy cerca. Demasiado, pero aun así me quedé ahí.

—Te toca.

—Bueno... a ver... ¿qué no te gusta recordar? —pregunté intentando encontrar sus ojos en la oscuridad.

El silencio nos invadió por unos segundos.

—Las peleas con papá.

Bien... ahora venían los secretos.

—No sé qué secreto decirte.

—De acuerdo... empiezo yo —se ofreció. —Creo que tu mirada es preciosa —dijo de pronto y tan seguro de sí mismo que me quedé de piedra. Su tono de voz grave y bajo aceleró levemente mi corazón. De verdad agradecí que todo estuviese oscuro, ya que si no me hubiese visto roja.

—¿Por qué piensas eso?

—No lo sé... tu mirada tiene varias facetas. Y me gusta. Cuando estás enfadada es oscura, casi como si salieran llamas de esos ojos verdes. Luego está la faceta de llorar... sí. Tus ojos se ponen muy verdes cuando lloras. Y cuando sonríes... —se pausó un momento —En realidad nunca me he fijado en tus ojos cuando estás sonriendo.

—De seguro porque nunca sonrío.

Él sonrió, pude oírlo, pero lo que vino a continuación no me lo esperé.

—No. De seguro es porque estoy distraído con tu sonrisa.

Respiré hondo, controlándome.

—¿Me toca?

—Sí.

—Me gustan los hoyuelos que se te forman al sonreír.

Gracias oscuridad, quizá nunca me hubiese atrevido a decirlo mirándolo a los ojos.

—Atractivos ¿no? —habló con seguridad. Olvidaba que Bruno era un egocéntrico, pero esta vez no me molestó porque lo había dicho en broma. —Antes los odiaba.

—Bueno, supongo que todos odiamos alguna parte de nosotros. Yo odio mi sonrisa.

—¿Bromeas? Es la sonrisa más tierna que he visto.

—Claro que no.

—Derretirías a un chocolate —bromeó.

—Idiota —me reí.

—Te reto a algo —susurró.

—Depende.

—Digamos secretos, sólo eso. Es una buena forma de conocernos.

—De acuerdo.

—Tú partes —se adelantó.

Sabía que no podía verme, pero aun así entrecerré mis ojos, pensativa.

—Le temo a la oscuridad —confesé sin pensar.

¡¿Por qué demonios acababa de decir algo tan estúpido?

Él rio despacio, luego noté que se acomodó.

—Odio las mentiras —confesó.

—Me encanta el invierno.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora