Capítulo 6: Malditas actividades

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Bruno negó con su cabeza y a la vez esbozó una sonrisa consiguiendo que sus hoyuelos volvieran a aparecer, no me miró más, sólo se quedó en los ojos de su entrenador.

—De acuerdo Mila, puedes volver a tu cabaña y desde ahora te tendré en la banca para que defiendas a los demás —bromeó Fred.

Sólo me reí y me puse de pie.

Salí de la oficina y caminé por el pasillo lleno de casilleros. Una puerta que daba a un camarín estaba abierta y apresuré el paso sintiéndome un poco nerviosa.

—¡Idola! —oí el grito de unos chicos cuando atravesé el pasillo.

No pude evitar soltar una carcajada, subí rápidamente las escaleras hasta salir al patio central.


BRUNO

—Intenta no hacerla enojar —comentó Fred sonriéndome.

—Difícil, nos odiamos.

—Pero te defendió o quizá qué más hubiese hecho ese chico contigo.

—Pero Fred ¡Está loca! ¡Le quemó el casco!

—¿Y? —se encogió de hombros.

—¿Y qué hubiese sucedido si tú no llegabas a tiempo y ese idiota le hacía algo? ¡Fred yo me encontraba en el césped! —espeté con molestia.

—¿No que la odias?

—Sí, la odio.

—Entonces ¿qué te preocupa? —se encogió de hombros aun sonriente.

—No sé... ¿soy humano? —bajé la voz.

Él rio.

—De acuerdo humano, hoy fue un gran juego, sigue así.

Me puse de pie y corrí en busca de Mila antes de que se alejara más. Por suerte la encontré cuando subí las escaleras, iba directo hacia la cabaña.

—¡Hey Mila! —la llamé acercándome, ella se detuvo y se giró hacia mí. Sus ojos verdes se posaron en los míos y sólo frunció el ceño.

—¿Qué?

Tan bonita y tan desagradable...

—¿Por qué hiciste todo eso?

—Porque soy una buena persona.

—Hablo en serio —la observé.

—Yo también.

—Sabes que no fue sólo por eso.

—Ese chico iba a matarte —apoyó una mano en su cadera.

—¿Y? Tú me odias ¿no es mejor verme muerto?

—Por eso te digo, lo hice de buena persona —contestó seca.

—De acuerdo. No lo vuelvas a hacer —dije irritado. Ese tono que ella estaba acostumbrada a utilizar seco y frío me sacaba de mis casillas en tres segundos.

—No lo volvería a hacer de todas maneras —le restó importancia.

—No necesito tu ayuda ni que me defiendas.

Ella frunció el ceño.

—Deberías darme las gracias —se enfadó.

—¿Las gracias? Tenía todo bajo control.

—Claro, desde el suelo —rio con sarcasmo.

—No quiero que una chica me defienda —comenté.

Por supuesto eso no lo decía en serio. Me daba igual quien me defendiera, pero el tono de voz de Mila me sacaba rápidamente de mis casillas y no me parecía justo que sólo yo estuviese enfadado.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora