Capítulo 14: Excursión

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Apenas entré a la cabaña me dirigí a mi habitación pese a que sentí la mirada grisácea de Bruno en mi mejilla, sin embargo, no tenía ganas de hablar con él. No quería escucharlo ni verlo a los ojos, no sabía por qué me habían afectado tanto sus palabras.

Al otro día el altoparlante nos despertó tempranísimo avisándonos que habría una excursión a las montañas y que debíamos estar listos a las ocho de la mañana. Evité a toda costa a Bruno incluso cuando se puso detrás de mí en la fila para coger el desayuno.

En el bus me senté junto a Valery mientras que Emilia iba sentada con Thomas. Por un momento pensé que Bruno se sentaría con Dafne, pero pasó de ella y se sentó al costado de Renato y Ethan quedó sentado con un chico de otra cabaña. Dafne estaba con su séquito de amigas rubias iguales a ella.

Me fui todo el camino con los auriculares puestos pese a que todos iban hablando, odiaba ser tan obvia con mis emociones, pero cuando algo me desagradaba de verdad, no podía ocultar mi enfado. Afortunadamente el viaje fue corto y las campistas nos separaron en grupos, para mi mala suerte, quedé en el grupo de Bruno, pero al menos estaba Emilia y Thomas también.

Las campistas comenzaron a hablarnos de que subiríamos por la montaña y que era muy probable que nos encontráramos con animales silvestres, flora nativa y también con cascadas o riachuelos. Nos indicó cuáles eran las reglas, entre ellas no botar basura, no hacer tanto ruido porque había animales que se asustaban muy rápido cuando invadían su hábitat.

No era muy buena deportista, por lo que las subidas empinadas no eran lo mío. A la primera vuelta ya iba jadeando y con sudor en la frente. Bruno y Thomas eran de los que mejor se veían, pues para ellos subir algo empinado o hacer un poco de fuerza con las piernas no era nada y como si no fuera mucha más mi mala suerte, Bruno llevaba en su espalda las botellas con agua.

Y yo me había quedado sin agua.

Pero mi orgullo y dignidad por supuesto no me permitió pedirle ni un poco.

Apenas nos encontramos con el primer riachuelo y una pequeña cascada nos detuvimos para descansar ¡Al fin! Me lancé como un saco de papas al suelo y me quedé ahí como una estatua.

—Te va a dar algo —me dijo Emilia, sonriente —. Estás roja como un tomate.

—Tú igual.

—Lo sé —respiró hondo y se sentó a mi lado.

Vi a Bruno en la distancia repartiendo botellas de agua a los del grupo y cuando llegó a nuestro lado me pasó una y luego a Emilia, sólo la cogí sin mirarlo y la abrí. Cuando iba a derramar el agua en mi cabeza sentí la mano de Bruno detenerme en seco.

—No hagas eso —dijo con el ceño fruncido.

Lo miré fijamente, seria.

—Tengo calor.

—No puedes beber agua helada tan rápidamente ni menos meterte a agua helada cuando tienes tanto calor.

—Ah. Bien —contesté y bebí un poco de agua, ignorándolo.

Terminó de repartir agua y se acercó a nosotras otra vez, se sentó a mi lado y yo lo observé.

—¿Qué quieres?

Él me observó con desinterés.

—Sentarme.

—Hay mucho espacio para que te sientes en otro lugar.

—Me quiero sentar aquí —contestó frío.

—Y yo no quiero que te sientes aquí —le dije irritada mirándolo directamente, él al fin me miró a los ojos.

¡Eres mio! ImbécilWhere stories live. Discover now