Capítulo 9: El límite

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—Lo sé —resopló, luego se mantuvo en silencio y pensó sus palabras antes de continuar —Es que me hiciste mucho daño.

Todavía no terminaba de entender qué era lo tan terrible que le había hecho.

—No sé a qué te refieres.

—Te dije que no te lo diría nunca.

—Creo que... ya es hora de hablar.

—No es lindo.

—Sé que no, supongo que por eso me odias tanto.

Ella suspiró y luego bajó su mirada.

—No quiero hablar de esto —evitó el tema.

—Jamás solucionaremos algo si no lo hablamos.

—¿De verdad crees que quiero arreglar algo contigo? —volvió a su actitud fría.

Está bien, ya era hora de que alguien cediera...

—Sé que no... —contesté bajando mis revoluciones —Es sólo que quiero saber la razón de por qué me odias.

—¿Por qué te importa tanto?

—Quizás porque nunca nadie me había comparado con un perro con rabia.

Mi comentario la hizo sonreír y yo sentí algo en el pecho.

—Bueno... a ver... ¿recuerdas la primera vez que te hablé?

Cómo no... si fui un idiota.

—Sí.

—Tú... bueno... tú me gustabas mucho —confesó de pronto y yo arrugué las cejas con extrema confusión ¿Yo gustarle a Mila? Por favor, me compara con lo peor que encuentra. —Ese día fuiste un idiota conmigo y sentí vergüenza, esa es la primera razón por la que comencé a odiarte. Y ya sabes el resto, soy vengativa y terminamos en una pelea sin fin.

Sonreí al recordar mi cabello azul en medio del comedor.

—Continuamos con el plan de hacernos la vida imposible hasta que ganaste... quemaste mis cosas.

—¿De verdad tanto te molestó que quemara tus cosas?

—No tan sólo me molestó... me hirvió la sangre. De verdad quería matarte a golpes, Bruno —contestó mirándome en todo momento, yo sólo la observaba con el ceño levemente fruncido —Si entre las cosas que quemaste sólo hubiese estado mi ropa, quizá nuestro juego no hubiese acabado ahí, pero... quemaste cosas realmente importantes para mí. Había collages de mis amigos, de mi familia... de Daniel y yo... —su voz se cortó un momento, desvió la mirada. —También había una carta de Daniel, la escribió unas semanas antes de desaparecer y...nada...todo eso era lo más cercano que tenía para recordarlo. Y también recordar a mi familia... que se destruyó luego de lo que pasó con Daniel...

Me quedé de piedra mirándola. Sentí una presión en el pecho y al instante entendí que fui un imbécil, un completo y real imbécil, pero realmente yo no sabía lo que Mila tenía entre todas sus cosas, sólo cogí objetos, ropa y mis amigos —que en ese entonces eran otros y hacían lo que les pedía— sólo obedecieron y quemaron todo en medio del campamento. No le tomé el peso a la situación, ni menos medí las consecuencias que habría. Era un idiota inmaduro... lo único que hacía en ese entonces era pensar en mí y en vengarme de aquella chica que hacía mis días imposibles.

—No sabía que tenías esas cosas ahí... —sentí el arrepentimiento recorrer mi cuerpo —Lo lamento, de verdad. Si hubiese sabido todo esto tal vez no habría actuado así.

«No me disculparé con ella, jamás»

Y ahí estaba. Disculpándome.

Mila tragó duro.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora