|05| Capítulo 33: Momentos incómodos

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Sus ojos grises se mantuvieron en los míos cuando continuó inspeccionando cada parte de mi cuerpo.

Me desnudó, me tendió en la cama y se dedicó a observar y besar cada zona expuesta de mi cuerpo. Lo tenía frente a mí solo con su bóxer puesto. Se veía tan atractivo y grande encima de mí mientras con una de sus manos masajeaba sin pudor mi zona sensible. Él sabía lo que hacía, por algún motivo entendía lo que me gustaba y continuaba sin preguntas, sin dudar. Y eso me encantaba.

Sabía que no era la primera vez que estábamos así, pero era la primera vez en que realmente estábamos conectando de una manera distinta. Nos mirábamos, nos sonreíamos y quitábamos prenda por prenda lentamente, como si esa fuera la última vez que íbamos a hacer el amor.

Me cogió de la cintura y de un movimiento ágil me senté encima de él. Podía sentir lo duro que estaba por debajo de mí, lo que me hizo pestañear un poco más para aclararme la cabeza que ahora tenía borrosa. Besé sus labios, su cuello, la clavícula prominente que tenía y también sus hombros fuertes. Él tenía sus manos en mi trasero y hacía presión moviéndome de adelante hacia atrás. Acaricié sus brazos, su abdomen y cuando sentí que estaba preparada, le quité todo dejándolo desnudo. Él solo me sonrió con perversión.

—Hoy lo haré yo —dije con seguridad.

—Soy todo tuyo, Mili mi amor. —observó mis labios y luego mordió los suyos.

Me quité las bragas bajo su mirada grisácea que no me perdía por ningún segundo. Antes de regresar a él, lo vi estirarse, buscar algo en su mochila y me extendió el preservativo. Sonreí un poco avergonzada por no haberlo recordado. Volví a él, rompí el sobre y con él tendido en mi cama como si le perteneciera, le coloqué el preservativo. Sus ojos gatunos me siguieron, me asechaban.

Luego, me posicioné encima de él con las piernas a sus costados, apoyé mis manos en sus hombros y lentamente bajé hasta que estuvo completamente dentro de mí. El extenso tiempo que no nos habíamos encontrado hizo que una fricción dolorosa y placentera apareciera, él también lo sintió porque frunció levemente las cejas cuando estaba bajando. Luego soltó un suspiro relajado.

Estaba debajo de mí, con sus ojos levemente cerrados, esperándome. Comencé a moverme de manera lenta buscando mi comodidad hasta que la encontré para que los movimientos fueran más rápidos. Esta vez ninguno se contuvo, ninguno tuvo que hacer callar al otro, él no tuvo que cubrir mi boca ni yo pedirle que hiciera silencio... solo disfrutamos.

Sus manos seguían en mi trasero mientras yo controlaba los movimientos de arriba hacia abajo con rapidez, dureza e intensidad. Nuestras respiraciones estaban descontroladas, tanto que no podía evitar gemir estando sobre él. Bruno tampoco. Solo con observarlo disfrutar, gemir, apretarme el trasero y hablar con voz entrecortada sentí que iba a venirme más rápido. Y eso ocurrió. Tuve que detenerme porque las palpitaciones se hicieron presentes y la excitación llegó a mi punto más alto. Él se aprovechó y con fuerza me cogió de las caderas para empujarme todavía más hacia él. Me temblaban las piernas y el orgasmo me había desconfigurado un poco la cabeza, por lo que él no se quedó atrás, elevó levemente las caderas, me acomodó y con rapidez comenzó a guiar los movimientos con sus caderas, de adentro hacia afuera, duro, rápido, haciéndome sentir más placer junto al que había sentido. Ya no me movía, sólo era él debajo de mi cuerpo atrayéndome una y otra vez, hasta que finalmente lo oí gemir y sentí sus largos dedos clavarse en mis caderas mientras también llegaba al orgasmo.

Volvió a apoyar su trasero en la cama y lentamente me moví hacia su costado para tenderme a su lado, exhausta.

Giré levemente mi cabeza para observarlo, él ya estaba mirándome. Qué guapo era, dios.

¡Eres mio! ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora