—¿Quieres estar aquí cuando terminen de fabricar las piras que están preparando para los cuerpos? —preguntó Nadine a la defensiva.

—Creo que prefiero morirme del agotamiento a mitad de camino —admitió Cécile con una mueca de asco—. Vendrás conmigo, ¿no es así?

Nadine dudó por un microsegundo, pero lo suficiente como para que Cécile la mirara con suspicacia.

—Brian está armando un reloj de agua, y bueno... Está herido... Tú sabes cómo es Brian... Creo que sería mejor quedarme con él... —intentó justificar Nadine, trastabillando en sus palabras como no lo había hecho desde niña.

Cécile la continuó mirando con sus ojos penetradores divertida por hacerla sentir incómoda.

—Ya veo... —dijo con una guiñada conspiradora— Pero Cécile, deja respirar un poco al chico. Eres tú la que siempre dice que no es discapacitado, deja de tratarlo como tal.

—¡No lo trato como discapacitado! —se defendió Nadine levantando la voz— Pero sabes como es con otras personas. Necesita mi ayuda...

—No necesita ayuda de nadie, el chico es una super-computadora caminante —interrumpió Cécile—, y si es tan literal como dices solo aclárale que si necesita alguna ayuda con los otros te busque en el refugio.

Nadine titubeó nuevamente, pero al final accedió. La verdad era que estaba deseando saber lo que les deparaba el bosque.

—¿Así que su pequeño acto de hace unos meses se está volviendo realidad? ¿La esplendorosa Nadine Ruetter y el chico raro que juega con un panel invisible?

—No lo sé, nada es fácil de entender con Brian. Pero me siento cómoda con él —confesó Nadine sintiendo su rostro iluminarse por la vergüenza.

—¿Cómoda? ¿Con Brian? ¿Estamos hablando del mismo Brian que prácticamente entró en pánico la primera vez que lo tocaste? —presionó Cécile.

—Está mejor en ese aspecto. Su comportamiento es diferente, es verdad, pero... No lo sé... ¡Cécile acabamos de estrellar en un planeta quien sabe dónde! Lo que menos voy a deliberar son mis sentimientos hacia Brian en este momento, ¿ok?

—Está bien, está bien —calmó Cécile usando sus palmas para enfatizar sus palabras—. Pero tendrás que hacerlo eventualmente. Solo quiero que tengas claro que Brian no se transformará en Miss Simpatía nunca, no es así como funciona...

—Lo sé, Cécile —admitió Nadine con un suspiro.

—Bueno, entonces vayamos a decirle a tu príncipe azul que lo abandonas entre los escombros.

—¡Cécile! ¡No digas eso!

—¿Lo del príncipe azul o lo de que lo abandonas?

—¡Ambos!

Por más que la conversación la estaba mortificando, Nadine se sentía a gusto nuevamente con Cécile; su relación recuperada finalmente después de meses, luego que la noche del apagón la rompiera. Supuso que tenía que ver con la poca cantidad de personas en las cuales una puede confiar cuando se encuentra en un planeta desconocido, en algún lugar del universo, a millones de kilómetros de la Tierra.

Luego de un breve anuncio a los niños, no había personas más jóvenes que ellos en NOVA por lo que Nadine los llamaría así, ambas emprendieron rumbo hacia la nave donde Brian continuaba intentando hacerse entender con los dos jóvenes. Al parecer, la relación entre ellos había mejorado puesto que los tres estaban concentrados intentando hacerle un agujero a un recipiente metálico enorme.

—Tiene que ser exacto, no puede pasarse por siquiera un m-m-m-milímetro —indicó Brian con insistencia.

—¿Tienes una regla a mano bajo tu vestido? Porque yo no —contestó uno de los jóvenes exasperado.

—No tengo una regla, no nos dejaron traer nada de la Tierra. ¿Por qué pensarías eso?

—Sé un lugar donde la podrías haber traído sin que se enteraran...

—¿D-D-Dónde?

—¡Por todos los cielos, Austin! Brian, ¿cómo medimos el agujero? —interrumpió con asco el segundo joven.

Brian enmudeció y perdió su mirada en el horizonte. Su mano tecleando de manera desesperada y un leve balanceo acompañando el movimiento.

—¿Ves lo que has hecho, Simon? Lo has roto.

—¿Tiene un botón de reseteo?

—Creo que solo está pensando, como cuando las computadoras se tildan durante un par de segundos.

—¿Lo sacudimos, o algo?

Nadine se cansó del teatro y se acercó a los tres jóvenes mirándolos con recelo.

—Brian, iré con Cécile hacia el refugio del que nos habló Kaoru. A menos que quieras que me quede...

El chico no le respondió, siguió mirando su punto fijo en el horizonte.

—Cuando queda en este estado es inútil intentar llamar su atención —explicó Austin como si ella nunca hubiese visto a Brian así.

Nadine lo miró como si fuese una alimaña callándolo al instante.

—¡Lo sé! H-H-H-Hay unos cables que deberían tener el mismo espesor que el agujero que precisamos y se usan en las aeronaves. Podemos usarlos para medir. Iré con ustedes a la nave. Mi espalda está mejor.

Austin y Simon miraron de Brian a Nadine una y otra vez, sus rostros rojos por aguantar una carcajada. Cécile retrocedió unos pasos temiendo que Nadine estallara.

—Brian, ¡te estoy hablando! —le espetó perdiendo la paciencia.

—Lo sé —respondió el chico sin entender y sin mirarla.

—¡No ahora! ¡Hace unos segundos! Te dije que iré con Cécile al refugio.

—Lo sé. Te escuché. Adiós, entonces —dijo Brian simplemente.

—¿Podrías reaccionar entonces para que yo sepa que me has escuchado?

—E-E-E-Estoy r-r-r-reaccionando, te he d-d-d-dicho "Adiós" —contestó el chico poniéndose incómodo al instante por la furia de Nadine.

—¡Luego de que te lo pedí! —exclamó Nadine casi gritando.

—P-P-Puedo escucharte y pensar al mismo tiempo.

Quizás Cécile tenía razón, Brian nunca sería sencillo. ¿En qué estaba pensando?

—Olvídalo. Búscame si necesitas algo —respondió dando por terminada la conversación.

Sin mirar atrás comenzó a caminar en dirección al grupo de niños nuevamente, intentando no prestar atención a la punzada dolorosa en su pecho.

—Alguien definitivamente NO tendrá acción esta noche... Sea cuando eso sea —escuchó a Austin decir a su espalda.

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