—N-N-N-no, no. Tiene que ser algo liviano y que flote. A-A-A-algo parecido al corcho. Y dos recipientes donde podamos verter agua —explicaba con sus extraños gestos de las manos cuando Nadine se acercó.

—¿También de corcho? —preguntó uno de los jóvenes con una mueca extraña.

—N-N-N-no. Los recipientes pueden ser de cualquier material. El corcho es para el medidor de agua —aclaró Brian dejando entrever un poco de exasperación.

—¿El medidor? ¿Y eso nos dirá la hora? —preguntó otro joven claramente escéptico.

—Ayudará a medir el tiempo...

—¿Usando agua?

—¡Sí! Usando agua ¿Cuántas veces tengo que r-r-r-repetirlo? —contestó suspirando el chico—. V-v-van a a-a-ayudar, ¿o n-n-no?

Los jóvenes se miraron entre divertidos por la extrañeza de Brian y enojados por haber sido designados a una tarea que no entendían del todo, recibiendo órdenes del chico raro. Con un par de muecas burlonas entre sí, se dirigieron hacia la nave sin mirar atrás.

Esa había sido otra de las casualidades que se sumaban a la lista de "cosas muy buenas para ser cierto" que estaban ocurriendo en este extraño planeta. El fuego de la nave se había extinguido sin ayuda de nadie y aunque todavía quedaba el humo y el olor a químicos quemados, ninguna explosión ni incendio se había desencadenado. Por ahora, nadie se animaba a vociferar lo que todos estaban pensando: algo estaba interfiriendo o había interferido.

—¿Quién hubiera pensado? Esto de dar órdenes va contigo, Brian —exclamó divertida Nadine.

Brian se volteó hacia ella con un ademán de dolor. La herida no había sido profunda y, luego de varias limpiezas, había dejado de sangrar. Todavía estaba cubierta con un trozo de tela para evitar que partículas de polvo la ensuciaran. Según uno de los doctores una fea cicatriz adornaría la espalda de Brian de por vida, pero dadas las circunstancias era lo que menos les importaba a todos.

—Nunca había p-p-pensado que otras personas podrían encargarse de armar mis ideas. M-M-Me gusta pensar, pero no me gusta hacer fuerza —admitió el chico.

—Tú eres el cerebro, ellos el músculo.

—No soy un cerebro...

—Quiero decir que tú piensas y ellos hacen.

Brian lo consideró durante unos instantes y luego agregó:

—Ellos no piensan mucho, es verdad.

—Eso es un comentario un tanto desagradable. El aire de NOVA creo que te está afectando —comentó Nadine arqueando una ceja un poco sorprendida.

—E-E-E-El aire no afecta la personalidad, pero puedo investigarlo si quieres luego de que el reloj esté armado. Además, ellos son desagradables conmigo también.

—Toma, come esto. Quizás combinado con el aire la comida haga que entiendas el sarcasmo —dijo Ndine tendiéndole el fruto amarillo.

Brian la ignoró, su atención centrada en la boca de la nave donde uno de los jóvenes le mostraba algo que parecía un balde de metal del tamaño de una jarra.

—¡M-M-Más grande! —gritó apartando sus manos haciéndose entender a la distancia— ¡Tienen que entrar varios litros de agua en él!

El joven de la nave miró la jarra que tenía en su mano y levantó sus hombros en señal de confusión. Antes de que Brian pudiera aclarar que en esa jarra no entraba más de un litro de agua, el joven volvió a entrar en la nave. Brian suspiró.

—¡Come! —demandó Nadine empujando el fruto a sus labios.

El chico accedió, todavía ignorándola por completo. Sin comentar en el extraño sabor que la pelota amarilla tenía. Era de esperar, cuando Brian estaba concentrado en algo, el mundo podría explotar que no se enteraría.

Sintiéndose un poco sola, Nadine se dirigió a un lugar apartado de la nave para saborear el dulce fruto amarillo que tenía en sus manos. Era jugoso y blando, y más que saciar su apetito pareció despertarlo aún más. Cuando quiso acordar, nada quedaba del fruto excepto el pegajoso jugo que había manchado sus manos y un carozo en el suelo. Lo comió con cáscara y todo. Nadine bostezó.

Estaba empezando a comprender la importancia del proyecto de Brian. No tenía idea de cuantas horas habían pasado desde que se habían estrellado en el planeta. Era extremadamente desorientnante. Tenía muchísimo sueño, pero el sol se mantenía fijo en su lugar como el primer segundo que lo vio al salir de la nave. ¿Era ya hora de descansar? ¿O era simplemente una siesta lo que se proponía a dormir? Además, la verdad era que tenía miedo de cerrar sus ojos ante las sorpresas que este planeta podría depararles. A su alrededor varias personas dormitaban mientras otras se mantenían en actividad. Necesitaban horarios, eso estaba claro.

Era difícil de creer que había pasado menos de un día desde que se estrellaran en NOVA. Parecía una eternidad. Tenía que admitir que la organización de Signe y Temba había sido extremadamente exitosa y habían logrado mucho en solo unas horas para el beneficio y la supervivencia de los colonos. Eso y las misteriosas "casualidades" que estaban de su lado a la hora de sobrevivir. Alejó de su mente el extraño pensamiento; ya habría tiempo de preocuparse de eso más adelante.

Su mente se volcó en Cécile, a quien todavía no se había cruzado luego de todas estas horas. Una sensación extraña se le generó en la boca del estómago y no pudo sacudirla. Luchando contra la pereza y el sueño, Nadine se levantó dispuesta a encontrar a Cécile, maldiciéndose por no haberlo pensado antes. Estaba intentando cambiar, pero al parecer no había un botón para dejar de pensar en uno mismo antes que el resto.

NOVAWhere stories live. Discover now