Capítulo 25: Difuso

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Tres pares de manos me sacaron de la sala a la fuerza entre gritos y llanto, pero yo no podía escuchar, no quería oírlas. No quería nada de ellas.

La puerta se cerró justo frente a mí y sólo pude oír cómo intentaban reanimarlo.

No... no es real.

Esto no está pasando.

—¡Bruno! —oí a Ludmila de pronto, la vi frente a mí mientras tenía sus manos apoyadas en mis hombros.

La vi mover sus labios diciéndome algo, pero no podía entenderla, no sabía qué estaba diciéndome y comencé a alejarme cada vez más de la realidad del pasillo.

—¡Maldición, suéltame! —me zafé de su agarre.

Me apoyé en la pared intentando respirar, cerré los ojos e intenté controlar mi crisis, pero no estaba consiguiéndolo. Caí sentado en la fría cerámica con la espalda pegada a la pared, si me separaba de la pared iba a caerme. No podía caminar.

Hundí la cabeza entre mis rodillas y sin poder evitarlo comencé a llorar.

Llorar...

Llorar luego de diez malditos años.

No entendía nada, no podía creer que luego de pensar que todo mejoraría ahora terminara de esta manera.

—Bruno, por favor quédate tranquilo —me pidió Ludmila, ella sabía que yo podía sufrir alguna crisis, pero no me interesó. Lo que más tenía ahora era enfado, no podía estar pidiéndome que estuviera tranquilo, no entendía cómo ella sí podía estarlo.

—¡¿Cómo demonios puedes estar tan tranquila?! —me alteré. —¡Acaba de morir, Ludmila! ¡Acaba de morir!

Ella se asustó y se movió unos centímetros atrás.

—Bruno... —la voz de mi tía Kath me despertó. —Tu padre estaba muy cansado... cansado de vivir y...

—¡Ya basta! —me puse de pie, enfadado. —Ustedes no entienden ni una mierda. Demonios, no puede ser cierto —mis manos se fueron a mi rostro y lo recorrí quitando agua inexistente. No quería creerlo.

De lo único que fui capaz fue de comenzar a caminar rápidamente por el pasillo, alejándome de todas.

—¿Bruno? ¡¿A dónde vas?! —mi hermana corrió detrás de mí y me jaló del codo.

—Suéltame —me zafé de ella —Quiero estar solo.

—No es bueno que lo estés en estas condiciones.

—¿Qué condiciones? —la observé con rabia —¡Las putas condiciones en las que estás tú me parecen una maldita locura!

Algunas personas nos observaron, pero no me importó. Ella me soltó levemente con sus ojos envueltos en lágrimas.

Caminé con rapidez y me metí al primer baño que encontré, cerré con pestillo y observé mi rostro en el espejo. No parecía yo, el reflejo que estaba viendo me mostraba a un chico destrozado, con los ojos envueltos en lágrimas y el rostro colorado. No soporté más cuando las lágrimas me invadieron otra vez, así que de un puñetazo rompí el reflejo que me devolvía el espejo. No me importó el daño en mis nudillos, menos el desastre de mi ropa y el baño público. No me importaba nada... sólo podía pensar en que ahora realmente me había quedado solo... yo no sería capaz de sostener a mis hermanas.

Caí sentado en la cerámica del baño y sólo me ahogué en mi propia respiración y lágrimas mientras la sangre de mis nudillos manchaba la pulcritud del servicio.

Estaba solo ahora.

No tenía a mamá, ya que había decidido que era buena idea abandonarnos y mi padre acababa de morir...

¡Eres mio! ImbécilWhere stories live. Discover now