Capítulo 47

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Mis hermanos me indican dónde aparcó Lucas mi coche cuando hicieron la mudanza y salgo a buscarlo. La cerradura está un poco oxidada y el coche es muy viejo, pero finalmente cede. Nada más sentarme, siento como si fuera la primera vez que lo hago. Hace tiempo que no conduzco y parece que hiciera años. Lo extraño todo.

Introduzco la llave en el contacto y tras varios intentos por fin arranca, dejando una gran humareda negra. Está demasiado viejo y pronto tendré que pensar qué hacer con él. Cualquier día me dejará tirada.

Salgo del aparcamiento y conduzco hasta el hospital. Por la carretera, un coche muy parecido al que tenía la montaña de carne cuando chocamos me adelanta y mi mente hace lo demás. Su rostro está grabado a fuego en mi memoria y no puedo pensar en otra cosa. Debo hacerme pronto a la idea de que todo lo que ha pasado desde que me secuestraron, incluido él, lo tengo que olvidar como sea.

Al llegar dejo el coche en el primer hueco que encuentro y camino hasta la entrada. Pregunto en información por Ana y respiro aliviada cuando me anuncian que todavía no ha llegado. Me señala en un pequeño plano la puerta por la que entrarán con ella y voy hasta allí. Está casi en el extremo contrario.

Cuando entro en el primer pasillo todo mi vello se eriza y tengo que parar. Esta parte se parece demasiado a mi infierno... Varias imágenes bombardean mi mente y siento que me falta el aire. Las puertas numeradas a un lado y a otro del pasillo no ayudan. Inspiro profundamente y me armo de valor. «Sara, ya no estás allí... aquello terminó», me digo, y alargo los pasos más de lo que acostumbro para atravesarlo cuanto antes. Por un momento me despisto y no sé dónde estoy. Tras varios minutos dando vueltas, por fin veo lo que parece una salida y me dirijo a ella.

—¡Señorita! ¿Dónde va? —La voz de un hombre me sobresalta de manera exagerada y grito sin poder evitarlo—. Tranquila —dice al verme tan nerviosa—. Aquí solo puede entrar personal autorizado.

—Lo siento... —Me avergüenzo de mi reacción—. Estoy buscando la puerta por la que entran con los pacientes que vienen de traslado.

—Se ha equivocado de pasillo —dice mirando hacia atrás—. Es por allí. —Señala la zona por donde he venido y no me gusta la idea de tener que volver por el mismo sitio.

—¿Qué ocurre? —dice un médico que sale de una de las habitaciones—. ¿Por qué ese grito?

—Yo... me asusté —Bajo la mirada y me disculpo.

—¿Te conozco? —me pregunta extrañado.

Le miro por unos segundos y mis ojos se abren con sorpresa al reconocerle. Es el médico rubio que me atendió.

—Sí, usted...

—¡Ah! —me interrumpe—. El otro día estuviste en mi consulta, ¿verdad?

—Sí. Soy la chica que vino de Colombia hace unos días.

—Ahora ya sé por qué me sonaba tu cara —sonríe—. ¿Qué haces por aquí?

—El comisario que lleva todo esto me llamó hace un rato para decirme que la chica con la que compartí esta mala experiencia viene de camino, y quiero verla.

—¿Ana? —Vuelvo a sorprenderme. También sabe de ella.

—Sí.

—Voy ahora mismo a encontrarme con ellos, están a punto de llegar los heridos y tengo que revisarles.

—¿Hay más de un herido? —digo extrañada al oírle hablar en plural. Durante todo este tiempo he creído que solo era ella.

—Hasta donde yo sé, vienen dos. Un hombre y una mujer.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora