Capítulo 46

280K 24.1K 5.8K
                                    


—¡SARAAA! —Reconozco la voz de mis hermanos y busco entre la gente. Dos personitas vienen corriendo hacia mí como si no hubiera un mañana y mi pecho se hincha.

—Oh, Dios mío... —Abro los brazos y les espero. Estoy tan emocionada que hasta me he olvidado de cómo se respira. Se lanzan contra mi cuerpo y me rodean.

—Sara... —Eric llora agarrado a mi cintura y Carlos a mi cuello. Parecen más altos. Froto sus espaldas mientras lloro emocionada con ellos.

—Os quiero. Os quiero mucho —sollozo.

—Sabía que volverías. Te quiero mucho, Sara. —Carlos siempre evita mostrar sus sentimientos, pero esta vez no parece importarle. Eric es incapaz de hablar debido a su llanto.

Alzo la mirada y veo a mi madre entre las demás personas. Con la mano se está tapando la boca y Lucas le está sujetando del brazo. Parece más delgada y débil.

—Vamos con mamá, chicos —les hablo al oído y asienten.

Caminamos los tres en dirección a ellos y Lucas sonríe ampliamente, aunque también parece afectado.

—Sara, hijita mía. —Es lo único que mi madre dice antes de echarse sobre mí. Apenas se tiene en pie y tengo que sujetarla para que no caiga al suelo. Al notarlo, Lucas me ayuda.

—Mamá... —Lloro en su hombro y la aprieto contra mí. Saber que sigue aceptándome después de lo que ha pasado me hace sentir bien. El olor de su cabello junto a su cercanía me relaja. Mi madre siempre ha sido el mejor bálsamo para mí.

—Santo Dios, Sara. No imaginas el infierno que hemos vivido... —Los brazos de Luc nos rodean a mi madre y a mí y me siento mal por tener que luchar para no apartarme. Él no me ha hecho nada—. Ha sido horrible no tener noticias tuyas.

Mi madre comienza a perder la poca fuerza que le quedan a sus piernas y mi hermano Carlos corre a por una silla. Sabiendo lo que tiene que hacer, la pone cerca de nosotros y con cuidado la sentamos.

—Mamá. —Me coloco en cuclillas frente a ella para que me vea—. Tranquila, ¿de acuerdo? —Acaricio su cara y limpio varias lágrimas de sus ojos con mis dedos—. Ya estoy aquí. No volverá a pasar. —Mueve su boca, pero no habla—. Ya estoy aquí... —Me arrodillo frente a ella y pongo la cabeza en su pecho mientras me abrazo a su cintura. Necesito tanto de su contacto que hasta duele—. No volverán a separarnos...

—Sara —reconozco la voz del hijo del jeque y me giro—, siento interrumpir esto, pero nosotros tenemos que marcharnos ya. Ha sido un placer conocerte. —Estira su mano y con reparo se la tomo—. Oraré para que todo te vaya bien a partir de ahora. Esas personas de allí te acompañarán a un hospital para que te hagan un chequeo —señala a dos policías—. Después podrás volver a casa.

—Muchas gracias por todo. Sin vosotros no estaría ahora mismo junto a mi familia. —Siento una enorme gratitud, pero sujeto mi impulso. Hace solo unas pocas semanas le hubiera abrazado como agradecimiento sin ningún tipo de reticencia, pero ahora me doy cuenta de cuánto me va a costar superar esto.

Cuando el hijo del jeque se marcha, los dos policías se acercan y nos escoltan hasta un hospital.

Al llegar, me apartan de mi familia y me hacen esperar en una consulta vacía. Tras varios minutos allí sentada, la puerta se abre y un médico alto, rubio y con los ojos muy azules me saluda. Dice ser traumatólogo e internista, y como si pudiera leer mi mente, se sienta bastante alejado de mí y me observa. Mira las lesiones de mis muñecas, los arañazos de mi cuello y de mi rostro y anota algo en un papel.

Cuando creo que ha terminado, comienza a hacerme varias preguntas sobre lo ocurrido e insiste en saber si tengo algún dolor. Durante la charla evita hacer movimientos rápidos con su cuerpo y eso me hace sentir bastante cómoda. Debe de tener una gran experiencia con mujeres que han pasado por algo así.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora