Capítulo 29

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—Buena idea. Estoy cansado del viaje. —No puedo creer que esté a punto de ver a Sara. Estoy seguro de que estará allí.

—¿Está por aquí tu coche?

—Em... sí. Pero he bebido y no me encuentro muy ágil. Iré contigo. —Si ve mi vehículo podría averiguar por la matrícula que lo alquilé en otro lugar. Jamás he mentido tanto, pero todo sea por una buena causa.

Saca su teléfono y se aparta para hablar con alguien. Me mira continuamente y cada vez que le descubro, disimula. Algo no está saliendo como quiere, porque le noto cabreado. Vuelve a mirarme y cuelga.

—Vamos —dice malhumorado, y caminamos hasta los aparcamientos. Aprieta un mando y por las luces sé cuál es su coche. Subimos y conduce en silencio durante más de quince minutos.

Tomamos un desvío y noto como su frente se arruga. Ese gesto siempre ha sido una mala señal y un escalofrío se apodera de mí. A varios metros diviso un edificio de planta baja con mucha fachada y vallas por todas partes. Mi corazón se acelera e intuyo que ese pueda ser el lugar. Comienzo a ponerme nervioso y parece notarlo porque me mira de reojo. Para mi sorpresa, toma otro camino y continúa en línea recta por varios kilómetros más.

—Hemos llegado. —Aparca justo en frente de una pequeña casita y baja del coche.

—¿Esta es la especie de club de la que hablabas? —digo decepcionado—. Más bien parece la caseta de un guarda.

—Sí, bueno... resulta que antes cuando llamé me dijeron que no tenían más habitaciones libres y como favor a mí, porque eres mi hijo, han ofrecido esto para que pases un par de días hasta que puedas dormir en el hotel. Así no tendrás que hacerlo en el coche. La llave está debajo de esa teja.

—Yo... em... —Me siento tan jodidamente mal que no sé qué decir. Mis ilusiones de encontrar a Sara y a las chicas acaban de esfumarse.

—Tengo que marcharme. Llámame cuando quieras que venga a por ti y te llevaré hasta la ciudad para que puedas recoger tus cosas. Imagino que las tendrás en el coche.

—Así es. ¿Estarás muy lejos de este lugar? —Cambio de tema.

—¿Por qué me haces esa pregunta? —Parece estar mosqueándose.

—La verdad es que este sitio no me inspira mucha confianza. Sinceramente prefiero irme contigo aunque tenga que dormir en un sillón.

—Aquí estarás más a gusto... Hasta mañana. —Se da media vuelta y se marcha sin darme más opciones.

Me quedo pensativo mirando cómo el resplandor de las luces desaparece por la lejanía. Mi padre es más listo de lo que creía. Ha sabido jugar muy bien sus cartas para no llevarme hasta el lugar del que me habló cuando le presioné. Teme que pueda descubrir lo que lleva escondiendo años. Cada vez estoy más seguro de lo que me ha estado ocultando. Esto que hace no parece ser nada nuevo. Se mueve en el negocio como pez en el agua y sabe hasta dónde puede mostrar.

Levanto la teja y saco la llave. Resulta extraño, pero está demasiado nueva y brillante como para llevar mucho tiempo ahí. Juraría que la acaban de poner en ese lugar. Antes de abrir la puerta viene a mi mente la imagen del edificio que hemos pasado antes. Todo está oscuro y apenas hay visibilidad, pero algo me dice que debo llegar hasta allí.

Entro en la casa y busco en los armarios una botella o algún recipiente donde poder transportar agua. Si quiero caminar esa distancia necesitaré beber. Encuentro algunas latas de carne y atún y sin pensarlo demasiado las abro y comienzo a comer. Últimamente estoy descuidando demasiado mi alimentación y me noto algo más cansado.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora