Capitulo 21

353K 24.9K 4.2K
                                    

Me levanto rápidamente y por la ventana veo que está sacando algo del coche. Miro por todas partes y respiro tranquila al comprobar que no hay nadie más con él. Salgo de la casa y me ve.

—¿Te he despertado?

—Se podría decir que sí...

—Lo siento. He ido a por algunas cosas que necesitaremos.
—Ahora lo entiendo. He asociado todos esos ruidos en mi cabeza mientras dormía y mi cerebro ha hecho lo demás.

—¿Qué es eso? —pregunto al ver que lo primero que saca del maletero es una caja azul.

—Ahora lo verás... —La pone en el suelo y la abre. Hay pequeñas herramientas dentro. Algunas no las había visto nunca. Se las mete en los bolsillos y camina hasta una torreta de luz que hay más abajo—. ¿Puedes pulsar todos los interruptores de la casa?

—Pero si no hay electricidad... —Le miro curiosa.

—De momento —sonríe. Se pone unos guantes bastante raros y comienza a subir por la torreta con agilidad.

—¿Qué haces? —Tengo miedo de que se caiga o electrocute. No contesta y sigue escalando hasta la parte más alta. Veo cómo corta cables sin ningún miedo y los une de distinta manera.

—¡Dale! —Me grita desde arriba y entro a la casa a hacer lo que me ha pedido.

—¡Ya está! —Le contesto cuando termino.

—Pues... ¡Hágase la luz! —Junta otros dos cables más y la casa se ilumina—. Con la misma ligereza que subió, baja y vuelve al coche. —Necesito tu ayuda—. Asiento y le sigo boquiabierta. Miro dentro del vehículo y hay varias cosas más—. He comprado una pequeña nevera para conservar alimentos perecederos, unas mangueras de goma y una bombona de butano. La instalación de gas que hemos usado para guisar lleva muchos años aquí y podría tener fugas. No me fío.

—¿También sabes cambiar eso? —pregunto sorprendida—. Creía que los niños ricos solo sabían comprar cosas caras —río.

—¿Quieres darte otro baño en el lago? —Levanta una ceja y finge enfado. Ese gesto despierta algo en mí que no sé distinguir.

—No, gracias. —Noto calor en mis mejillas.

Durante el resto de la tarde miro embobada todo lo que hace. Intento ayudarle, pero me siento inútil a su lado. Aunque es enorme, se mueve con soltura y repara todo lo que parece estropeado, incluso se atreve con una vieja caldera para calentar el agua.

Cada vez que pasa por mi lado o me roza mi cuerpo reacciona de una manera que desconocía hasta ahora. Cuando acaba, parece agotado y se deja caer en el sofá. Cuando termino de guardar los alimentos en la nevera me siento a descansar con él.

—¿Cuánto tiempo crees que estaremos aquí? —Le pregunto mirando al vacío. No puedo quitarme de la cabeza a Ana y a las demás chicas. Me siento mal por no estar haciendo algo para ayudarlas.

—No lo sé, Sara. A ver qué nos dice el comisario mañana.

—Aquí fuera las horas pasan deprisa, Izan. Pero allí dentro cada minuto es como un año —suspiro—. Ojalá podamos hacer algo pronto y sacarlas de allí.

—Lo haremos. —Pone su mano sobre la mía y me mira fija­mente—. Pero debes entender que para poder ayudarlas a ellas primero tenemos que ayudarnos a nosotros. Debemos buscar nuestra seguridad para poder actuar y contar todo lo que sabemos.
Si nos encuentran, se acabó todo. Hoy me pareció ver al policía en el centro, por suerte pude esquivarle, pero seguramente nos estén buscando.

—Uff. —Mi vello se eriza—. Entiendo lo que dices. Pero necesito que esto vaya más rápido. —Bajo la mirada donde nuestros dedos se enlazan. El calor de su mano es agradable.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora