Capítulo 23

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Golpeo con fuerza la parte de arriba intentando abrir el portón, pero es imposible. Lo intento varias veces más y lo único que consigo es que mis piernas duelan.

—¡Sácame de aquí! —grito, pero no obtengo respuesta. Hace demasiado calor—. ¡Sácame! —Oigo música en el interior y deduzco que ha encendido el reproductor para no escucharme.

Toma las curvas demasiado rápido y comienzo a marearme. El ruido del motor, sumado al de los baches, no hace mejorar mi estado y temo vomitar de nuevo. No sé cuánto tiempo pasa, pero por fin reduce la velocidad y el vehículo se detiene.

Le oigo bajar y caminar hasta donde estoy. La puerta se abre y aunque ya es prácticamente de noche la luz me molesta. Tira de mis ropas y me deja caer contra el suelo. Mi cadera se lleva la peor parte y me quejo. Agarra las esposas de mis muñecas y me levanta sin cuidado. Mis hombros crujen y aprieto los dientes para aguantar el dolor.

—Vamos. —Me empuja y cuando levanto la mirada descubro con horror que estoy de nuevo en la finca.

Antes de llegar hasta la entrada Aníbal viene hasta nosotros y comienzo a temblar. Estoy segura de que también me golpeará. Solo saben usar la violencia.

—Vas a pagar caro lo que has hecho. —Agarra mi cuello y contraigo todos los músculos de mi cara para intentar aliviar la presión de mi garganta—. Acabaría contigo en este momento si no fuera porque el jeque está en medio y pagará una fortuna por ti. —Sujeta con fuerza mi codo y tira de mí hasta el interior.

—Antes de irme tengo que hablar contigo. —Le dice el agente.

—¿De qué? —pregunta malhumorado y sin detenerse—. Si quieres cobrarte por el favor solo tienes que entrar y servirte tú solito. Ya sabes dónde están las putas.

—No es eso. Aunque ten por seguro que lo haré. —Mira hacia las ventanas del edificio babeante y al momento vuelve su atención a Aníbal—. Alguien llamó a la comisaría pidiendo ayuda hace unos días, y aunque he tratado de hacer desaparecer el informe están investigando el caso.

—¿De qué estás hablando?

—La persona que llamó lo hizo desde aquí con el teléfono de uno de los socios. —Mis ojos se abren. Ahora sí estoy perdida.

—¿¡Qué!? —Para, me suelta y le mira fijamente.

—Ya han conseguido saber a quién pertenece ese número y mañana está prevista una visita en su domicilio para interrogarle.

—¿Quién llamó? —Cierra las manos en puños y su respiración se acelera.

—Ella. —Me empuja y caigo a sus pies.

—¿Cómo lo sabes? —Su respiración es cada vez más agitada y la vena de su sien está a punto de reventar.

—Porque dio su nombre completo. Sara Durán Navarro. —Remarca cada palabra—. Y para tu desgracia, también aparece el tuyo en la grabación. —Cierro los ojos, esperando una lluvia de golpes, pero no llega ninguno. Cuando alzo la mirada, veo cómo Aníbal se aleja rápidamente y entra al edificio.

—¡Vamos! —El agente vuelve a empujarme y me guía hasta el interior. Oigo gritos y me asusto.

—¡Por tu puta culpa mi negocio se está tambaleando! —Aníbal lanza varios puñetazos sobre la cara del socio al que quité el teléfono. Alacrán y otro hombre le tienen inmovilizado frente a él.

—Ten piedad —suplica—. Lo siento mucho. Por favor... No fue mi culpa. Esa zorra me lo debió quitar en un descuido. —Un hilo de sangre corre por su nariz—. No volverá a pasar. Te lo juro, Aníbal, no volverá a pasar...

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora