Capitulo 37

318K 22.6K 3.7K
                                    

Dos días después...

Por más que he deseado que este momento no llegara, aquí está. Hoy es el día. Cuando el jeque se lleve a Sara, no volveré a verla nunca más. No he dormido nada los últimos días y mentalmente estoy agotado. Me he recorrido cada centímetro de este jodido lugar buscando un punto de cobertura, pero no lo he encontrado. He sido incapaz de enviar el mensaje al comisario y he perdido todas mis esperanzas.

He tratado de entrar a la habitación de los inhibidores en varias ocasiones para apagarlos, pero siempre está bajo llave. Lo tienen todo preparado para que no haya ningún fallo, se nota que no son nuevos en esto y saben muy bien lo que tienen que hacer. Tampoco he podido ver a Sara, siempre hay un vigilante en el pasillo y no puedo acercarme.

Salgo a la calle con la intención de relajarme un poco y me siento en una de las sillas del jardín. Pongo los codos sobre la mesa y sujeto mi cabeza con las manos. Me siento derrotado. Se nos ha acabado el tiempo y no he encontrado ninguna solución.

—¿Te pasa algo? —pregunta mi padre cuando me ve, y una ola de rabia me atraviesa. Le golpearía sin dudarlo, pero tengo que contenerme hasta que vea a Sara.

—No —respondo secamente mientras cambio mi postura a una más normal.

—Estás muy raro. —Arruga la frente.

—Será el tiempo. —Le miro con desprecio. Casi no puedo disimularlo.

—Quizás sea eso. —Por suerte, apenas me presta atención. Él también parece nervioso y no para de mirar al camino.

—Voy a darme una ducha. —Me levanto y le dejo solo. Su cercanía es demasiado para mí.

Entro al edificio totalmente abatido y antes de llegar a mi habitación veo a Lorena venir hacia mí sofocada.

—¿Han llegado ya los clientes? —Mira detrás de mí—. La subasta empezará en unos minutos y todavía no tengo arreglada a la virgen.

—¿Subasta? —digo extrañado. Al no haber oído nada al respecto, no pensé que finalmente la subastaran.

—Sí, sí —responde agitada—. Hay dos clientes más interesados. Otro jeque y un... —Piensa por un momento—. Un norteamericano. Tendrán que pujar y eso solo significa una cosa —frota sus dedos—: más dinero —sonríe ampliamente.

—Amm... —digo desanimado.

—Oh, vamos, Izan. No me digas que no es emocionante. —Al ver que no contesto, pone los ojos en blanco—. Desde luego, no te pareces en nada a tu padre.

—No es algo que me preocupe.

—En fin... Tendrás que cambiar mucho si quieres trabajar aquí como me ha dicho Aníbal. —Echa airosa su cabello sobre el hombro—. Tengo que irme.

«Mierda», pienso. «Si hay más clientes, será peor de lo que creía».

—Ya llegan —grita alguien y mi corazón da un salto. Cada vez estoy más cerca de perderla.

—¡Vamos! Ya no hay tiempo. —Lorena viene de regreso y trae a Sara con ella.

Mi pecho se hincha al verla y tengo que luchar contra mi instinto de liberarla. Ella, al darse cuenta de que estoy allí, no dice nada, pero sus ojos se llenan de lágrimas y hay temor en su rostro.

«No voy a soportar esto», me digo mientras se alejan. Cuando me vuelvo hacia ellas, veo entrar a tres hombres con mi padre. Dos de ellos van vestidos con túnicas y uno con traje negro y corbata. No reconozco a ninguno, pero imagino que son los jeques y el norteamericano.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora