Capitulo 39

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—No, Ana, no te miento. Solo aguanta un poco más. No debería contártelo, pero sé por Sara lo que has intentado hacer en varias ocasiones y lo difícil que está siendo todo esto para ti. Por eso es necesario que lo sepas antes de que sea tarde. No hagas ninguna locura, por favor. No renuncies a tu vida. Tu liberación y la de las demás chicas está muy cerca.

—Dios mío. —Pone las manos sobre su pecho y apoya la espalda en la pared—. ¿Es verdad lo que dices? ¿Nos sacarán de este infierno?

—Te lo prometo. Solo tienes que seguir actuando como hasta ahora. —Me gustaría acercarme a ella para calmarla, pero no me atrevo. Incluso mi voz parece resultarle molesta. Debe de odiar a todos los hombres. Será muy difícil que supere el trauma que esto le está ocasionando.

No digo nada más y permanecemos en silencio. Ana abraza sus piernas y se mece a sí misma mientras mira fijamente a la pared. Con todo lo que ha vivido, no quiero imaginar lo que debe de estar pasando por su mente.

—¿Por qué quieres ayudarnos? —dice sin mirarme. Busca más seguridad para terminar de convencerse.

—Mi madre también pasó por lo mismo que vosotras, pero con la diferencia de que a ella no pudo rescatarla nadie. La situación
la sobrepasó y optó por quitarse la vida. —Levanta la mirada hacia mí y continúo. Sé que se siente reflejada—. Mi padre siempre me decía que las chicas que trabajaban para él eran legales y estaban informadas. Nunca supe a lo que realmente se dedicaba hasta hace solo unos días.

—¿Cómo te enteraste? —pregunta intrigada.

—Me lo dijo Alacrán antes de intentar matarme.

—¿Alacrán ha intentado matarte a ti? —Agranda los ojos—. ¿A ti? ¿Al hijo del jefe?

—Sí, me sorprendió mientras hablaba por teléfono con el comisario y supo que les estaba traicionando. Después intentó tirarme por un precipicio, pero fue él quien cayó al vacío.

—¿Alacrán está muerto?

—A menos que sepa volar... sí.

—¡Llevan días buscándole! —Cambia su postura a una más relajada.

—Sí. Y no tardarán en descubrir que yo estoy detrás de su desaparición.

—¿Cómo? —Se muestra preocupada

—Sabrán que Alacrán y yo salimos juntos el día que le vieron por última vez, y que volví sin él después de haberles hecho creer que no había estado con él.

—¿Y por qué no te vas a de aquí? Tú tienes libertad para entrar y salir.

—Esa era mi idea y mi intención en un principio —digo apenado—. Les hubiera puesto alguna excusa para marcharme, pero ya no puedo hacer eso.

—¿Por qué?

—Porque os pondría en riesgo a todas.

—No entiendo a dónde quieres llegar.

—Es fácil. Si descubren que estoy implicado en su desaparición y no estoy aquí cuando lo hagan, sospecharán y perderéis la oportunidad de ser rescatadas. Antes de pillarse las manos, os llevarían a otro lugar y vuelta a empezar. Hemos tenido mucha suerte en dar con vosotras esta vez y no pienso arriesgarme más. Intentaré hacerles creer cualquier cosa. Todo menos que puedan pensar que les estoy delatando. Tengo que evitar que os muevan de aquí.

—Pero podrían hacerte daño. O peor aún...

—Ya me las arreglaré —la interrumpo—. Tú por eso no debes preocuparte.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora