Capítulo 45

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Sara:

sara

—Buenos días, Sara. ¿Lo tienes ya todo empaquetado? —me pregunta el hijo del jeque. Hoy por fin veré a mi familia.

—Todo lo que necesitan diez personas. —Señalo la cama y sonrío. Hay ocho maletas sobre la colcha.

—Solo queríamos hacerte sentir bien y pensamos que quizás todas estas cosas de mujeres te ayudarían. —Me han comprado ropa, perfumes y maquillajes de todo tipo.

—Gracias por todo lo que estáis haciendo. —Nada de eso puede calmar mi dolor, pero les agradezco el gesto. Sé que lo hacen de corazón y para agradarme. Nunca imaginé que me arrepentiría de todo lo que les dije en el coche cuando me compraron. Hasta que no nos alejamos varios kilómetros, no me contaron la verdad y tuvieron que oír muchas cosas salir de mi boca.

El hijo del jeque da dos palmadas y cuatro sirvientes entran a por las maletas. Su teléfono suena y lo busca entre la túnica. Cuando lo consigue sacar, no puedo evitar mirar fijamente a todos los brillantes de su carcasa. Solo con lo que vale la funda de su móvil podríamos vivir mi familia y yo toda la vida. No entiendo tantos lujos.

—Hola, amigo, ¿cómo estás? —Me mira y sale al pasillo para conversar. Aunque se aleja, le oigo—. Bien, ya estamos preparándolo todo para el viaje, España nos espera. —Silencio—. ¿En serio? ¿Ya?... Pensé que lo estarías preparando todo para la semana siguiente...
—Escucha durante un par de minutos y su cara pasa por varias expresiones. Mi corazón late con fuerza al intuir quién es y de qué hablan—. ¿Ha habido bajas? —Arruga las cejas y ahora soy yo quien le mira fijamente—. Ohm... qué lástima. Lo siento de veras... —Levanta la mirada y me descubre observándole—. Sí. Sí, lo entiendo. Puedes estar tranquilo, no diré nada. —Otra pausa—. Te paso con la chica. —Se acerca a mí y me entrega el teléfono. Lo tomo con la mano temblorosa y me lo pongo en la oreja con reparo. Esa funda no está hecha para mí.

—¿Sí? —respondo para que el que está al otro lado sepa que escucho.

—Sara, soy el comisario. ¿Cómo estás?

—Hola, comisario. Pues la verdad que un poco alterada. He oído algunas palabras sueltas y temo por lo que pueda contarme.

—Tranquila. Solo quería informarte de que desde ayer las chicas ya son libres. —Pongo rápidamente la mano en mi pecho al oír su noticia—. Hemos tenido que adelantar la redada por la urgencia de la situación, pero por suerte, y aún con el poco tiempo que hemos tenido, ha sido un éxito. —Mis ojos se llenan de lágrimas.

—¿Cómo es eso? Explíqueme más, por favor. —No puedo creer lo que me está contando.

—¡Ya son libres, Sara! —Entiende que estoy en shock y trata de hacerme reaccionar—. Estamos desmantelando toda la red y en los próximos días vamos a liberar a varios grupos de chicas más.

—Oh, Dios... —Noto el calor de mis lágrimas correr por la cara. Recuerdo la pregunta del jeque y quiero saber más—. ¿Están todos bien? ¿Ha habido algún herido?

—Por desgracia sí, pero no por nuestra intervención. Cuando llegamos el mal ya estaba hecho.

—¿A quiénes? —Silencio—. ¿A quiénes han herido, comisario?
—repito para que conteste rápido. Siento que me va a dar un ataque.

—A una de las chicas.

—¿A quién?

—Nos han dicho que es Ana. No tenía documentación, pero todas coinciden en que es ella.

—¡ANA! —Pongo ahora la mano sobre mi boca para acallar un grito—. No... Dígame cómo está, por favor. ¿Qué le han hecho?

—Le han disparado.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora