Capítulo 44

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—¡ESPERA! ¡ESPERA! —grito en el último segundo—. ¡Hay otra cosa más! —Noto que mi excusa funciona y he captado su atención—. Tengo que contarte algo.

—Habla. —Mi corazón está a punto de pararse. Nunca me he sentido tan cerca de la muerte. En un desesperado intento, trato de soltar mis manos sin que se note.

—Verás... —No sé qué contarle y temo que se dé cuenta de que solo estoy buscando tiempo—. Alacrán me contó algo antes de morir... —Aprieta el arma contra mi cabeza al oír su nombre y mi boca se seca.

—¡Habla! —Clava más fuerte el cañón de la pistola en mi frente.

—Me dijo que... —Tenso los músculos de los brazos con todas mis fuerzas y me mira extrañado—. Me dijo queee... —Todo mi cuerpo tiembla por la fuerza que estoy ejerciendo y un fuerte gruñido sale de mi garganta—. ¡Queee teee espera en el infiernooo! —La cuerda cede, levanto las manos rápidamente y agarro la pistola para apartarla de mi cuerpo. El arma se dispara y la bala rompe una de las lámparas que hay en el techo. Todos se inclinan temiendo por sus vidas y mi padre les grita.

—¡AYUDADME! —Nadie le hace caso y aprovecho para golpear con fuerza mi cabeza contra la suya. Al impacto cae al suelo, y el arma queda en mis manos.

—¡Quietos! —grito mientras les apunto. Pretenden huir, pero lo evito—. ¡No dudaré disparar al que se mueva! —Mi padre intenta levantarse, pero no puede. Le he dado tan fuerte que se sentirá mareado por un buen rato. Mis manos tiemblan por la situación y siento que no sabré manejarla. Seco rápidamente con el dorso de mi mano la sangre que gotea por mi ceja y me fijo en que Ana todavía se mueve—. ¡Tú! —Señalo a uno de los que está más cerca—. Presiona su herida. —No sé cómo reaccionar y creo que perderé el control en cualquier momento—. Los demás —me miran— ¡todos a ese rincón! —Quiero tenerlos juntos y localizados.

Me inclino y con la mano libre agarro la ropa de mi padre y lo levanto del suelo. Tiene las manos puestas sobre la cabeza y no se resiste.

—Cabrón, vas a pagar por esto. —No parece encontrarse muy bien. Me pongo a su espalda y tuerzo uno de sus brazos sobre ella para reducirlo. No quiero que haga ningún movimiento extraño. Pongo la pistola en su nuca y les hablo.

—¡Cargad a Ana y caminad todos a la sala de los inhibidores! —Me obedecen y caminan delante de mí. No puedo perderles de vista.

—Reconozco que tienes cojones, hijo. —Me habla mi padre—. Si tú quisieras... juntos podríamos...

—Cállate. —Tuerzo más su brazo y grita—. Abrid la puerta y entrad —digo cuando llegamos y todos lo hacen—. Tú —señalo al más alto—, rompe los aparatos. —Mira a mi padre sin saber qué hacer y le apunto con el arma—. ¡RÓMPELOS! ¡Lánzalos contra la pared! —Lo hace y siento alivio. No me creo capaz de apretar el gatillo, pero por suerte ellos no lo saben.

Cuando me aseguro de que han quedado inservibles, les hago entregarme la llave de la habitación y les cierro en el cuarto con la amenaza de que si Ana ha muerto cuando vuelva, todos correrán su misma suerte. No hemos dado ni dos pasos cuando nos encontramos a dos empleados más y tengo que apuntarles y amenazarles para que ellos también me obedezcan. Finalmente ceden y consigo

que abran la puerta de metal y corten la electricidad de las vallas antes de encerrarlos con los demás.

—¿Dónde vamos? —Mi padre vuelve a intentar hablarme y le mando callar de nuevo. No soporto su voz.

Caminamos por el largo pasillo y llegamos hasta la parte de las puertas con cerrojos.

—Tú las encerraste, tú las liberarás. —Me aparto de él mientras le apunto y me mira con rabia.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora