Capitulo 5

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No entiendo muy bien a qué se ha referido la montaña de carne con lo de que ya soy mayorcita y sabré lo que hago, pero esto empieza a no gustarme. ¿Acaso cree realmente que estoy liada con su padre, como ha dado a entender? Sacudo la cabeza para eliminar ese pensamiento. El simple hecho de imaginarlo me produce náuseas.

Recojo la ropa que ha dejado tirada por el suelo y la meto en uno de los cestos para lavarla mañana. Mi hora pasó hace rato y tengo que volver a casa. Mi familia me espera.

De nuevo, al salir en busca de mi coche, siento esa desagradable sensación en mi nuca. Con disimulo miro hacia las ventanas y descubro que mi jefe vuelve a estar asomado a una de ellas. Puedo ver su mano sujetando la cortina y su cabeza pegada al cristal. Algo me dice que debería alejarme de aquí, y desde ya mismo estoy empezando a planteármelo. Si la situación era incómoda solo con el jefe, ahora con el añadido de su hijo es mucho peor. En cuanto llegue a casa llamaré a Lucas para que me ayude y enviaré varios currículums a empresas de limpieza. Con mi poca experiencia, es a lo único que puedo optar.

Cuando entro a casa los tres están viendo la televisión.

—Hola, hermanita —susurra Carlos para no despertar a Eric, que está plácidamente dormido en el sofá. Le saludo con la mano y sonríe.

—¿Cómo estás hoy, mamá? —Me siento a su lado y se aparta para dejarme más espacio.

—Hoy estoy mejor, hija. La medicación que me inyectaron ayer parece que me está ayudando.

—Me alegra mucho oír eso. —Beso su frente con cariño.

Hace varios años que le diagnosticaron esclerosis múltiple y desde entonces no hemos parado de buscar soluciones. Para nuestra desgracia, todavía no han encontrado una cura y es muy duro ver cómo se consume sin que podamos hacer nada. Mis horas libres en la universidad las pasaba conectada a internet, en la biblioteca, buscando un medicamento milagroso o alguna noticia de avances médicos, pero nunca encontraba nada. Aun así, no pierdo la esperanza. Me niego a pensar que esto tenga que ser así.

—¿Qué tal fue el día?

—Bien —sonrío, pero no puedo escondérselo. Definitivamente las madres tienen un radar.

—Sara. Si no te sientes cómoda es mejor que renuncies. —Pone la mano sobre mi pierna y su calor traspasa mi pantalón—. He trabajado durante muchos años y puedo asegurarte que cuando no estás cómoda se convierte en una tortura diaria, y antes estás tú que eso.

—Es solo hasta que me adapte —sonrío de nuevo. Esta vez tratando de ampliar más la curvatura de mi boca—. Estoy algo decepcionada, no te lo voy a negar. —Pongo mi mano sobre la suya—. Tenía una idea equivocada de lo que era estar empleada. Como todo el mundo lo hace... me parecía un camino de rosas, pero no es tan fácil como pensaba.

—Ojalá sea eso hija —dice mi madre mientras baja la mirada.

—Seguro que sí. —Me pongo en pie—. Voy a preparar la cena y las cosas para mañana.

Cuando termino telefoneo a Luc y en quince minutos está en casa. Le explico mi decisión y nos ponemos a buscar nuevas ofertas en su ordenador portátil.

—Mira este —pone el dedo en la pantalla—. Lo han publicado hace dos minutos y es en el pueblo. Buscan una persona para pasear y cuidar a una anciana. No es mucho, pero podría servir por el momento.

—¡Genial! —Anoto el número y llamo. No quiero arriesgarme a que otra persona se me adelante. Luc me mira atento mientras hablo—. ¡Sí! —digo cuando cuelgo y levanto el brazo en señal de victoria.

Les corre prisa, ya que la persona que estaba antes se fue sin avisar y acordamos vernos en media hora para hablar. La hija de la anciana conoce a mi familia y está encantada de que sea yo quien se haga cargo de su madre. No puedo creer la suerte que acabo de tener.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora