Capítulo 24: Destellos

Magsimula sa umpisa
                                    

¿Cómo podía creerse que me enamoraría de otro? Nadie tenía esos ojos grises que me encantaban.

—No lo haré.

—Y no me odies —susurró. —Por favor, Mila, no me odies.

—¿Por qué te odiaría? —pregunté con confusión.

—Porque quizá no soy lo que esperas.

Iba a responderle, pero sus labios chocaron con los míos consiguiendo que se me olvidara todo lo anterior. Se me revolcó el estómago con sus cálidos labios y no pude evitar que el sentimiento de una despedida para siempre se posara en mi corazón. De verdad se sentía como si nunca más nos fuésemos a ver. Y me dolía mucho.

Nos separamos en silencio y antes de poder hacer algo, un bus llegó, él me abrazó con fuerza, no quería separarme de su agarre, pero él fue quien marcó el espacio entre nosotros, besó mis labios una vez más, luego mi frente y se alejó de mí subiéndose al bus. Me quedé de pie mirando las ventanas del bus y de pronto sentí unos brazos sobre mis hombros, eran Ethan y Renato quienes me abrazaban mirando hacia la misma dirección que yo.

Bruno se sentó al lado de la ventana y nos sonrió con tristeza, pude notarlo. Empañó el vidrio con su aliento y dibujó un corazón. Los tres sonreímos. El motor del bus nos indicó que se pondría en marcha, pero no pude dejar de mirarlo.

«Te amo» moduló a través del vidrio mientras se alejaba de mi vista.

Mis rodillas flaquearon y sentí nuevamente la punzada en mi pecho. No era para tanto ¿verdad? Lo vería en unos días más...o al menos eso quería creer.

—Oh, vamos, Mila —oí a Ethan a mi lado —. Deja de llorar y vamos a la cabaña.

Asentí secándome la cara.

—Dentro de nada lo verás entrar nuevamente aquí —me animó Renato.

Caminamos hacia la cabaña y, al entrar, vimos que Thomas seguía en el sofá.

—¿Ya se fue? —nos preguntó.

—Sí ¿Por qué no has ido? —me adelanté.

—Odio las despedidas dramáticas, ayer me despedí de él.

Los tres sonreímos.

Nos quedamos conversando un momento en la sala, seguramente lo hacían para que yo no me siguiera sintiendo mal, pero me hicieron sonreír bastante. La verdad, sólo esperaba volver a ver a Bruno muy pronto y que todo fuera bien con su padre.

Ahora debía preocuparme de una cosa...

Dafne.


BRUNO

Haber entrado al campamento fue idea de papá, yo no tenía tantas ganas, pero cuando me contó que podría pertenecer al equipo de futbol americano, me entusiasmé. Por supuesto no esperaba conocer a Mila, menos odiarla y ahora... ahora no querer separarla de mí.

No sabía muy bien por qué estaba prometiéndole cosas que quizá no pueda cumplir... por ser un idiota impulsivo. Pero las promesas que le hice, de verdad esperaba poder cumplirlas, porque realmente la quería muchísimo.

Ludmila no hacía nada más aparte de sostener mi brazo y acariciarlo en silencio, nunca hemos sido demostrativos ni menos cariñosos entre nosotros, por lo que en lo único que podía pensar era en papá ¿Qué tan malo podía ser lo que estaba sucediéndole para que mi hermana estuviese así?

El viaje no se me hizo tan largo como pensé y seguramente fue porque no quería enfrentarme a entrar a mi casa y encontrarla vacía, pero así fue. El frío del interior de casa chocó con mi cuerpo consiguiendo que algo se revolviera en mi estómago, siempre había calidez hogareña, pero ahora no, el silencio era sepulcral y parecía como si hace años nadie viviera ahí.

¡Eres mio! ImbécilTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon