Capítulo 10: Un simple juego

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—Tenemos algo en común ¿ves?

—¿Sabes? Serías una buena boxeadora, tienes la mano muy pesada... Te lo digo por experiencia propia.

—Claro que no... esos sólo son mis golpes de emergencia.

—¿Puedo confesarte algo? —preguntó acercándose más a mí. Tanto así que sus musculosas piernas rozaron las mías.

—Si —contesté en un hilo de voz.

—Si todo esto hubiese comenzado diferente, de seguro estaríamos juntos —el tono de voz había sido en un susurro y un escalofrío me recorrió la espalda cuando noté que su boca estaba cerca de mi oreja.

Mila... ¿qué te pasa? ¡Hace un día querías matarlo! Nada puede cambiar tan rápido.

—Podrías apostar que no... estábamos destinados a odiarnos —contesté evitando el tema, me ponía muy nerviosa.

—Quizá —se movió un poco más atrás, sentí el vacío entre los centímetros de distancia que dejó.

Suspiré un poco más aliviada.

—¿Mila? ¿Puedo abrazarte esta noche? —me preguntó luego de unos segundos.

¿Estaba despierta o durmiendo? Esto era demasiado surrealista.

¡Que te lo ha dicho en serio!

—Sí... —bajé la voz, queriendo parecer la chica más tranquila con esa decisión.

Nos acomodamos en la cama de tal forma que quedamos frente a frente. Pasó su brazo izquierdo por mi cintura y con su mano grande me apegó a su cuerpo todavía más. Estaba tan tensa que él logró darse cuenta, pues estiró sus dedos por mi espalda consiguiendo que casi quedara sin respiración, pero luego intenté relajarme, era sólo un abrazo para dormir. Tragué duro, apoyé mi cabeza levemente en su pecho y noté que él apoyó su mentón levemente en mi frente.

—Buenas noches, Mila.

—Buenas noches.


Desperté con la mirada grisácea de Bruno encima, sólo sonreí como una idiota y él de inmediato desvió sus ojos algo avergonzado.

—Hoy nos quitan las esposas —dijo de pronto.

—Al fin —suspiré mirando el techo.

—Admite que lo has pasado bien junto a mí.

—¿Es en serio? —alcé una ceja para mirarlo.

—No, pero al menos nuestra última noche no ha sido un desastre.

En eso tenía razón.


***

Los altoparlantes sonaron cerca de las tres de la tarde cuando ya todos estábamos en nuestras cabañas luego de almorzar, me sobresalté con el sonido:

"¡Buenas noticias! Por el buen comportamiento que han tenido, no deberán esperar a la noche para quitarse las esposas. Sus campistas pasarán pronto por sus cabañas"

Respiré aliviada, realmente quería quitarme la esposa, ya estaba comenzando a dolerme la muñeca por el roce del metal.

Lucía pasó unos minutos más tarde y nos quitó las esposas mientras nos preguntaba qué tal nos había parecido la experiencia, todas las respuestas fueron de negativas a positivas, pero definitivamente todos coincidimos en que no lo repetiríamos jamás.

Cuando estuvimos completamente libres, no se notó la diferencia, pues todos nos quedamos juntos en la cabaña jugando a un juego de mesa que había llevado Emilia, debíamos quitar las piezas de una gran torre sin que se cayera. Hasta Dafne se quedó junto a nosotros, lo que me sorprendió un poco.

¡Eres mio! ImbécilWhere stories live. Discover now