Mientras me preocupo por la repentina desaparición de todos a mi alrededor, un nuevo dolor punzante atraviesa mi pecho. Mis ojos escrutan el espacio en busca de respuestas y es entonces cuando me doy cuenta de que la piedra ha desaparecido. La busco frenéticamente, pero no hay rastro de ella en ninguna parte.

En ese instante, mis ojos se fijan en las paredes cubiertas por pesadas cortinas de un intenso color rojo sangre. El tapiz barroco que las adorna está descascarado y desgastado, revelando la decadencia que ha invadido aquel antiguo salón. El piso y el techo también exhiben signos de deterioro, evidenciando el implacable paso del tiempo y el abandono.

Mis pasos me conducen a explorar más a fondo la habitación, y es entonces cuando me encuentro con una estufa en un rincón, testigo silencioso de días pasados. Los libros yacen desperdigados en varios rincones, como si hubieran sido abandonados a su suerte, dejando sus conocimientos atrapados en sus páginas.

Un enorme diván se encuentra en el centro de la estancia, con sábanas y almohadas desordenadas que indican que alguien ha descansado allí. Una extraña sensación de familiaridad me embarga al darme cuenta de que he estado en esta antigua mansión. Su presencia impregna cada rincón, como si su esencia se aferrara a las paredes.

Mis ojos se dirigen al gran ventanal que domina la habitación. Un hermoso vitral se extiende desde el suelo hasta el techo, mostrando colores vibrantes y formas intrincadas. Las enredaderas verdes se enroscan en el cristal, creando un contraste entre la belleza natural y la decadencia del entorno.

De repente, las viejas bisagras crujen, alertándome de la entrada de alguien. No tengo tiempo para esconderme, así que me agacho detrás del desvencijado sofá cama que adorna la habitación.

Los tacones resuenan en las baldosas, llenando el aire de un silencio incómodo. Levanto la mirada y me encuentro con una mujer de ceño fruncido, pero rápidamente su expresión cambia a una sonrisa astuta y peligrosa.

—Pareces un angelito. ¿Qué pasó con tus ganas de jugar? —dice con voz provocadora.

La observo, tratando de recordar dónde la he visto antes, pero las piezas no encajan en mi mente. Intento recobrar la compostura mientras se aleja, permitiéndome levantarme. La estudio con curiosidad, aunque en mi interior ya sé su nombre. Intento pronunciarlo, pero las palabras se atascan en mi boca.

Ella vuelve a posar su mirada sobre mí, inclinándose sobre el respaldo del sofá.

—¿Qué tipo de pacto has hecho? Esa alma debió ser realmente desagradable, ¿no, mi demonio?

Sus palabras desencadenan un dolor repentino en mi cabeza. Antes de que pueda responder, continúa con su discurso.

—En fin, ahora estoy un poco irritada.

—Siempre lo estás, Natasha —respondo torpemente, como si las palabras no fueran mías, sino de alguien más. Y en realidad, pertenecen a Baco.

La risa de Natasha resuena en el aire, y luchando por comprender esta extraña visión, dirijo mi atención hacia el tatuaje ardiente en la parte baja de mi pecho, compartiendo las intensas emociones de Baco. El dolor y la confusión me envuelven, incapaz de comprender completamente esta experiencia en su propio cuerpo. Es peor que una pesadilla.

Una sonrisa burlona se dibuja en el rostro delicado de Natasha, y siento una mezcla de deseo de dominarla y de eliminar su burla. Sus pensamientos son horribles. Mi atención se desvía hacia mi piel, donde las líneas forman palabras: "Ishà" está tachado, con un círculo tallado como una cicatriz en su extremo. Es similar a un ojo.

Escucho la voz de Natasha mientras acaricia el terciopelo del sofá, invitándome a acercarme.

—¿Qué mujer despechada te has cargado? —Bufa divertida—. Vaya cicatriz te has llevado. Es bastante extraña. ¿Quieres parecerte al ángel y a su gemela? Olvídalo, nunca volverás a ese aburrido grupo —declara irritada.

Magnet in Dark© Parte I "EL ÓNIX" NUEVA VERSIÓN -#PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora