SINOPSIS
"Una simple mención de las palabras 'Había una vez' o 'Ábrete sésamo' puede abrir las puertas de la imaginación y desatar una aventura, pero no es así en mi caso. Me llamo Iona Sabatelli, tengo 21 años y soy una chica común que tiende a p...
Chloe responde en mi lugar, frente al cuestionamiento de mi mátria.
—Amalia, Iona ha dicho que nos cuentes todo, sin rodeos. Queremos saber: ¿de quién era la roca antes de que llegara a tus manos?
Las cejas de Kick se levantan, mientras que las de Amalia, al otro lado de la pantalla, se fruncen y sus labios se tensan en una línea que parece querer sellarlos.
Suspiro, consciente de que ella teme más que nada revelar la historia que se esconde tras la reliquia, una historia que ha marcado el destino de mi sangre durante siglos.
—La roca maldita, la que te fue regalada, marcada por la desgracia, proviene de mi hermana Clara. Fue ella quien insistió en dártela, más bien me exigió que te la entregara. Eras apenas un bebé la última vez que...
Levanto la cabeza, sorprendida. No me esperaba esa revelación. Se frota su mejilla con el dedo índice, limpiando una lágrima.
—¿Cómo? ¿Ella no murió sin conocerme?
Amalia niega con vehemencia.
—No, hija, no. Eso sucedió mucho tiempo después.
Amadeo entra con cautela al ver que todos estamos atentos. Me giro y le comunico sin decir una palabra, y él asiente, sabiendo que Clara fue la portadora anterior. Que, desafortunadamente, su fuerza fue aplacada y reducida a la locura. Aparentemente, ella fue la última Lucius antes de pasar esa responsabilidad a mí.
Froto con fuerza la roca que cuelga de mi cuello.
—¿Qué sucedió con tu hermana, mi tía? —pregunto, ansiosa por conocer la verdad.
Amalia se toma su tiempo antes de responder, su mirada perdida en el pasado.
—Realmente me has hecho recordar algo que prefería olvidar, hija —responde con tristeza, mirando la pantalla de la computadora.
Es la primera vez en mucho tiempo que veo esa expresión de tristeza en el rostro.
—Ella se quitó la vida en la clínica donde la internamos después de... aquella vez. Llegó a nuestra casa y nos asustó terriblemente al llevarte en plena noche. Te secuestró. Se llevó a un bebé en las primeras horas de la madrugada y te encontramos. Y cuando lo hicimos, Clara nos advirtió sobre quién sabe qué. Habló de ciertas personas... que le habían ordenado protegerte, esos seres a los que decía ver.
»Clara no estaba en su sano juicio, Iona. Me rogó tanto, me suplicó que por una vez creyera en sus palabras y que no te quitara el collar de ónix, y yo no pude contradecirla, a pesar de mi escepticismo sobre las leyendas que han rondado en mi familia durante cientos de años. Obviamente, eran solo mentiras. Tenemos una generación un tanto aberrante, siendo sincera, ya que mi sangre es un poco inestable.
Sus ojos se desvían, como si evitara enfrentar la dura realidad.
―Intenté desacreditar sus creencias, cualquiera que fueran. Mi hermana se enfermó a causa de ellas. Sé que se alejaban tanto de la realidad que aún hoy no comprendo sus miedos, a pesar de saber que Clara padecía esquizofrenia. Pero ese día, por primera vez, quise fingir que tal vez tenía razón, y entonces vi que no habría nada de malo en darte algo que para mí es insignificante.
»Y así fue. Después, Arturo hizo que Clara jurara que se iría después del susto que nos dio. Tu padre estaba furioso, pidió que no regresara y que si volvía a verla no se haría responsable por sus acciones. Iona, nos vimos... te vimos en peligro. Y ella cumplió. Luego, murió.
La mano derecha de mi mátria se desliza por su nariz después de soltar su historia, sus recuerdos. Nosotros, al otro lado, permanecemos en silencio y estáticos, excepto por la voz de Chloe, que con calma traduce las últimas frases para Amadeo.
Un destello de alarma aparece en el rostro de Amadeo y, dirigiéndose a ella, le lanza una ráfaga de preguntas. Ella niega con la cabeza, sin entender el rápido discurso de mi amigo.
Cierro los ojos y repito las palabras de Amadeo.
—Él ha dicho: "¿No sabes nada sobre unas cartas o algo que Clara haya dejado?". Mamá, ella te hablaba de sus locuras, ¿te mencionó algo como Lucius?
Amalia de repente ilumina su rostro al reconocer la última palabra que pronuncié.
—Ella mencionaba ese nombre, incluso llegó a identificarse con él. También mencionó algo sobre los Ilustrados. Pero, ¿sabes? Clara era una artista, y supongo que se refería a sus cosas. —Mi mátria esboza una ligera sonrisa—. Mi hermana era muy creativa durante nuestra adolescencia. Luego comenzó a viajar y visitó varios lugares extraños. Supongo que a esas personas que conoció las llamaba Ilustrados.
Encoge los hombros.
―Cuando perdió la cordura, afirmaba que no debían descubrirla, ni a nosotras. Estaba completamente desquiciada. Según sus palabras, esos renombrados hombres y mujeres eran "encantadores pero también amenazantes". Reveló que la tinta en su piel no eran simples diseños, sino almas arrebatadas.
Ríe suavemente y suspira.
―¡Ay! ¿Ves, Iona, lo absurdo que suena?
Suspiro, tratando de comprender todo lo que ha revelado. Aunque suene desquiciado, no puedo ignorar que es verdad.
—¿Por qué quieres saber todo esto ahora, Iona? ¿Iona? ¡Chloe, sujétala...!
Apenas escucho la voz de mi mátria, pero espera, soy yo la que está perdiendo el conocimiento.
El pitido agudo retumba en mis oídos, mezclándose con las voces distantes que se unen a la de mi mára. Siento los brazos de Chloe rodeándome, buscando darme apoyo, pero mi confusión se intensifica.
"¿Por qué estás a punto de desmayar?"
La voz masculina, profunda y firme, corta el aire y capta mi atención. Pertenece al hombre afrodescendiente que ocupa un lugar destacado en la sala. Lo reconozco inmediatamente, es el mismo hombre que encontré en el puente al llegar a Mysthaven y que volví a cruzar en el subterráneo.
—Estás con Azraél, ¿verdad? —pregunto, mientras su mirada penetrante se clava en la mía.
Sus dientes perfectos y blancos resplandecen, deslumbrándome, y las marcas en su rostro parecen más tensas sobre su pómulo mientras gruñe molesto. Su rostro se perfila frente a mí, imponente. En sus ojos encuentro un mar de interrogantes, una búsqueda incesante de respuestas. Antes de que el ángel pueda responder, el agotamiento me abruma y me rindo ante su presencia avasalladora.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
