Capítulo 34

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Lyceth continuaba luciendo mal. Su fuerza y ánimo desaparecieron por completo. Ella solo quiere salir, para proteger a aquellos que la buscan y están preocupados. Por unos segundos comenzó a escuchar pasos. Luego la manija de la puerta se movió, alguien entró.

-¿Quién...anda ahí?-pregunta agotada.

-Es una pena que no me dieron órdenes de alimentarte.-se ríe, Lyceth reconoce que es el hombre del otro día.

-Necesito alimento o un poco de agua.

-No. Lo siento, recuperarás fuerza y arruinaría el plan.-cruza sus brazos y camina de un lado a otro de la habitación.

-Solo un poco.-lo observó con una mirada desviada, sudaba sin parar y su rostro mostraba sufrimiento.

-Lo siento.-se va de la habitación.

-¡Solo quiero salir!¡Déjenme en paz!-gritaba a todo pulmón.-¡Todos son unos malditos del infierno!-ríe para ella misma.-¡Si piensan que estaré esperando por su ayuda se equivocan!-sonríe malvada.

Comenzó a mover sus manos para lastimar sus manos con las sogas. Estaba sangrando y esto quemó lo que la ataba. Soltó el resto de las sogas, empujó la puerta. Una alarma sonaba y Lyceth observó los pasillos a sus lados. El molesto sonido alertaba a los guardias.

Habían unas cámaras de seguridad que apuntaban hacia ella. Lyceth las observó y las arrancó. Corrió por el pasillo que le quedaba a mano izquierda. Las luces de las sirenas alumbraban el camino. Cuando Lyceth llegó al final del pasillo no había salida, estaba atrapada. Todas las luces comenzaron a apagarse, menos las de las sirenas. Ahora todo era negro y rojo con un sonido escandaloso.

La demongel corrió directo, no se desvío. Escuchaba pasos y un teléfono. Buscaba el teléfono, el cual no aparecía. Continuó corriendo pero, en varias direcciones. Estaba totalmente pérdida.

El sonido del teléfono se escuchaba cada vez más cerca. Lyceth chocó contra una puerta, intentaba abrirla. Estaba cerrada con cadenas. Tiraba de las cadenas para poder soltarlas y por un segundo se escuchó como si alguien respondiera la llamada.

-¿Hola?-escuchó la voz de una niña.

-¡Brithany!-gritó a llantos.

-¿Mamá?

-Escucha. Quiero que estés con tu hermana sin importar lo que pase...

-¿Hola?-volvió a decir y se cortó la llamada.

Lyceth continuó moviendo las puertas y cadenas. Definitivamente quería entrar para hacer una llamada. Caminó hacia atrás y se sentó en el suelo recostada de la pared. Observaba las puertas una y otra vez. Recogió sus rodillas en su pecho, las abrazo y coloco su cabeza sobre ellas. No quería rendirse tan pronto pero, no lo estaba logrando. Cuando alzo la vista, pudo presenciar una luz encendida que mostraba el teléfono. Se levanto y se quedo enfrente de la puerta observando.

Poco minutos después, se apago la luz y los cristales que rodeaban el teléfono comenzaron a mostrar luces de diferentes colores. Al brillar la luz de color blanco, mostró el rostro de ella; al igual que su vida hasta ahora. Brillo el azul y mostró a Zack. El color gris represento a Christian, naranja para Catherine, morado Jessie, verde Damian y rojo las gemelas. Cuando el negro abundo en el cristal, este comenzó a tener grietas. Luego, se rompió en varios pedazos y la puerta también se destruyo. El rostro y algunas partes de la mano de Lyceth quedaron rasgadas por el cristal; pero esto no le impidió entrar.

Camino hasta el teléfono, marco un número, el primero en el que pensó. Nadie en la casa de Christian respondía y esto asustaba a Lyceth. Continuó intentando, nadie respondía. La demongel rompió el teléfono por la abundante preocupación y enojo. De la nada aparecieron un par de aplausos, lentos. Ella buscaba de donde provenían, hasta ver la silueta de un hombre.

-Cada vez me sorprendes Lyceth.-dice el hombre, al parecer conocido, ya que sonaba igual al que la visitaba.

-¿Otra vez tú?

-¿Acaso es molesta mi presencia?-pregunta con una sonrisa.

-Aún sigues en la oscuridad¿por qué no me dejas ver quién eres?

-No lo sé, pienso que no es el momento.

-Como digas.-agarra un pedazo de cristal y lo esconde.

-¿Qué te pareció el espectáculo de luces? Para mí, estuvo hermoso.

-¿Por qué al mostrar el negro se rompió?-comenzó a acercarse al hombre poco apoco.

-No tengo la mínima idea. Mayormente ocurre porque las fuerzas oscuras son las que reinan y no nos damos cuenta. Tal vez te estaba dando un mensaje.-Lyceth dejo de caminar al ver que él se movió un poco.

-Entonces, yo soy el mal aquí.

-Tal vez. Pero, exactamente es algo que va a pasar en varios años y yo quiero evitar eso. Muchos quieren evitar lo que está por venir.

-¿Y qué es lo que está por venir?

-La desgracia, muerte, perdición y la destrucción.-el hombre saca un cuchillo para cortar carne.

Lyceth comienza a caminar hacia atrás.

-¿Le temes a los psicópatas Lyceth?-comienza a acercase más rápido que antes.

-Todos estamos locos en este mundo, así que no debo temerte.-se detiene y esquiva el primer ataque del hombre.

-Te tengo Lyceth.-comienza a reírse y corta un poco el cuello de ella.

-Sabes, prefiero reír última.-corta desde el labio hasta la mitad de la mejilla de él.

-¡Maldita!-gritaba por el intenso dolor.

Lyceth corría de nuevo. Intentaba de encontrar la salida del laberinto por el cual está huyendo. Encontró un pasillo antes no visto. Después, se escucho un "estoy detrás de ti" proveniente del hombre. Esto hizo que Lyceth corriera mas rápido de lo común; aun así se estaba comenzando a sentir cansada.

-Lyceth...-llamaba el hombre.-Puedo olerte maldita.-Lyceth sacó sus alas y se quedó escondida en el techo.

El hombre comenzó a reírse y pasaba el cuchillo por las paredes. Lyceth encontró la entrada al conducto de ventilación, entró. Comenzó a gatear deprisa, pero se aseguraba no hacer ruido. Cuando dejó de escuchar el ruido del cuchillo se detuvo. En segundos, vio el cuchillo traspasar el conducto y la risa molesta del hombre regresó. Este arrancó el cuchillo y ella comenzó a huir.

-Nadie escapa de mí, Lyceth. Nadie.

Ella no hablaba, solo quiere salir de aquel lugar. El silencio volvió a reinar y Lyceth ya se estaba asustando. Sabía que podría ocurrir cualquier cosa en estos instantes. No se sentía movimiento alguno, ninguna risa y presencia. Iba a continuar el camino hasta que agarraron sus pies y la arrastraron hasta afuera del conducto.

-Te dije que nadie se escapa de mí.-le decía mientras apretaba su cuello y estaba tirada en el suelo.

Lyceth con sus manos tocaba el rostro de él y penetró sus uñas en la herida de la mejilla. El hombre se quejó pero, nunca la soltó.

-Déjame ir...-decía con sus últimos alientos y fuerzas.-Déjame ir...

-Soy Tristan muñeca.-agarra su cuello con más fuerza y golpea su cabeza contra el suelo.

Dejando lucir de esta forma, el suelo de rojo y las paredes con manchas negras.

Mi ProtectorWhere stories live. Discover now