42✦ i'am schizophrenic , i'm happy.

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Pasando de mano en mano a Lucille, puedo observar cómo en la lejanía Bea salta persiguiendo a una pequeña mariposa. Dibujo una pequeña sonrisa al notar cómo está se hecha a llorar cuando la mariposa sale de los muros de la base del norte.






—¿Cómo una chica como ella, quiere a un hombre como tú? Digo, es extraño—comenta Glenn sosteniendo la mano de Maggie, esta asiente dándole la razón a su esposo—, Conocemos a Rick, deberías cuidarla muy bien.





A pesar de que Lucille, puede controlar la presencia de Kitty, Teddy, 304, 105, El Niño, y puede calmar a BlurryFace. Pareciera que «Glenn y Maggie» no desaparecen ante ello.






—Oye, Oye, Negan. Dejamos sola a Enid, ¿puedes ir por ella? No le gustará estar sola—comenta Maggie pensativa, lleva una mano a su barbilla como si estuviera recordando algo—; me pregunto cómo estará Judith.




Enarcando una ceja ante esos nombres desconocidos, observó con detalle a ambas presencias, los hilos de sangre resbalan por los costados de su cabeza, el cabello corto de Maggie se pega de una manera exagerada a la cabeza de la misma, las orejas se marcan más haya de lo exagerado en sus ojos y su piel sigue pálida.




—No me fastidien mucho—digo recargando mis brazos en los barandales—, es molesto tener que verlos a ambos.




—Que amargado eres, al menos te hacemos compañía—exclama con un puchero el coreano—; iré con Bea, después de todo, siempre estás de malas.




—Deja en paz a Bea, advertido coreano —advierto ganándome un suspiro por parte del pelinegro—, mejor vayan hacer lo que las alucinaciones hacen, desaparecer y venir cuando los necesito.




Ambos rodean los ojos fastidiados, satisfecho al notar que guardan silencio y se colocan a mi lado, a observar a Bea, y puedo suponer es como si ellos también admiraran la belleza que ella desprendía, es como si toda su aura podría calmar al mundo.





Porque ella era mi cura.





—¡Negan, Negan! —exclaman a todo pulmón.



Girando sobre mis propios talones, noto como un Billie desesperado corre hacia mi, pero antes de poder llegar una bala atraviesa su cráneo provocando que el cuerpo del pelinegro caiga de golpe a mis pies.




Tensando la mandíbula, me guío hacia la trayectoria de la bala, y es en ese momento donde una mujer morena, que tiene el cabello amarrado en una coleta, me ve con la respiración agitada, los dientes apretados.





Pero eso no me puede sorprender, lo único que llama mi atención es como un hombre de cabellos rubios está a lado de Rick, Daryl, Abraham y me ve con un rostro lleno de furia.



—Señor —me llama jadeante Rubén, hago un leve movimiento con la cabeza, indicándole que prosiga, sin quitar mi mirada del grupo contrario—; los salvadores están listos para responder.




Varios de mis hombres, salen con francotiradores del techo, otros se suben en los autos que tenemos estacionados en el patio de este y les apuntan de una misma manera al grupo de Rick.




Glenn y Maggie, jadeante se colocan a mi lado y observan a su antiguo grupo. Con pánico hace su antiguo líder.




—No los maten a todos—le ordenó a Rubén, este asiente y ve con dolor el cuerpo de Billie—; la Morena es mía.



—Señor, tenemos problemas.



Ante la información que dice Rubén, por el rabillo del ojo, observó como un hombre de cabellos largos, monta a un tigre y atrás de él, hay personas vestidas con armaduras y espadas.




—Señor —interviene Mike—, mire





Viendo al lado contrario, Hilltop, con armas hechas por ellos, me observan de la misma manera. Y una Bea asustada, se acerca hacia mi, me abraza por la espalda y tiembla.





—¿Los malos nos van a matar, verdad? —pregunta entre tartamudeos, acaricio con lentitud su mejilla y antes de poder responder, una bala pasa de largo por donde está mi rubia. Preocupado ante esa acción, la atraigo hacia mi, y miro a la dirección, chocando nuevamente con la morena—; ella me da mucho miedo —susurra Bea contra mi pecho.



—Lo sé—respondo sin apartar mi vista de ella.




Bea costosamente asiente, pero su miedo desaparece al notar una presencia muy conocida hacia ella, la rubia se aferra a mi pecho, sus labios tiemblan y traga saliva.




—¿Por qué Dwight está con ellos, el también es malo?—pregunta.



Observo con detalle al rubio, este se mantiene firme a lado de Rick y Daryl, seguro de lo que está haciendo.


—No lose—susurro— pase lo que pase, no te alejes de mí, esto es un juego, a ti te gustan los juegos ¿no? Esto va hacer divertido, solamente no te separes de mí y aléjate de la gente mala.




—¿Cómo el juego de las atrapadas?



—¡Si!—exclamó viéndola tan solo un segundo, sonrío, tratando de recordar cada parte de su rostro; cada detalle, cada cicatriz, cada parte que es tan perfecta de ella—; si y como en cada juego, existen reglas ¿de acuerdo? En este juego hay varias, si te digo, corre, lo harás, sin esperarme ¿de acuerdo?—ella asiente—, te tendrás que alejar de la gente mala, todos los que no reconozcas, esas personas son malas. Y una regla más importante; no debes tener miedo.





Quizá aquella palabra era muy dura para ella, pero sorprendentemente; asiente con seguridad. Y enfrenta con la mirada al grupo de Alexandria.





—Mi mamá me dijo alguna vez que superaría mi fobia, cuando encontrará a la persona correcta. A mi hogar—ante lo anterior dicho, me toma de la mano—; Te amo, Negan, tú eres mi hogar. Y por ti, ya no tengo miedo.




Dibujando una sonrisa de lado, le doy un pequeño apretón a su mano.




—Te amo, Bea. —acercándome a ella, beso lentamente su sien—; Eres mi cura, después de todo soy un esquizofrénico curado, soy un esquizofrénico feliz. Soy Negan, y tú me hiciste muy feliz.



—Soy miedosa, me orino en cada momento en mis pantalones, le tenía miedo al hogar, a lo que me rodeaba, pero gracias a ti, conocí el otro mundo. Soy panofobica y soy feliz—dice dándome una sonrisa de oreja a oreja—; Soy Bea y soy Feliz.





Tengo amigos malos; 304 y BlurryFace, el pequeño niño—que por cierto, debo darle un nombre que le guste—, pero... También tengo amigo buenos: Maggie, Glenn, 105 y unos no tan buenos; Kitty, y Teddy.



Nunca estuve solo, y a pesar de que me mantenía callado —pedía gritos de ayuda—; que solamente una panofobica pudo escuchar, ella con su sola presencia callaba a mis pequeños amigos.





Ella era mi cura.

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