Me quedo mudo, y entreabro los labios dispuesto a decir algo, sin embargo, no sale nada de mi boca. Había esperado tanto tiempo, y sin imaginarlo; el momento había llegado.
—Mi mamá siempre me dijo que el día que dejara de sentir miedo por una persona, ese día, sería, en donde podría encontrar lo que realmente era mi hogar. —cuenta retirando su mano de mi mejilla, dejando un tacto cálido—; esa idea me aterraba. Pero ahora, todo es diferente, contigo no tengo miedo. ¿Eso es malo?
—No le tienes miedo a una persona que escucha cosas en su mente—susurro dejando nuestras frentes choquen—; ¿Tú hogar es un esquizofrénico?
—¿Y el tuyo es una panafobica?—cuestiona con gracia, y rodea los ojos con diversión.
¿Cómo podía ocultarlo? Yo amaba con cada parte de mi locura a la persona más inocente y pura de todo el mundo; era ella, una persona con mucha luz y no le importó que yo fuera una persona oscura, se quedo aquí, aún lado mío, alumbrándome...
Inclinándome un poco hacia ella, nuestras narices rozan un poco; y sin vacilar. Beso sus delicados labios de porcelana, en el momento en que corresponde mi beso, todo parece detenerse.
A pesar de que no tengo el mejor corazón, se lo entregó a ella, porque nadie en este mundo, vivo o muerto, se compara a Bea.
—¡Me besaste!—exclama con emoción, dando un brinco, sus mejillas se tiñen de rojo. Y un brillo en sus ojos se hace presente; su sonrisa se hace más grande— ¿Tú me quieres? Cuando besas a una persona es porque la quieres, y...
—No Bea—interrumpo, su sonrisa se borra. Pasó un brazo mío, por sus hombros y le otorgó un pequeño empujón para caiga de lleno en mi pecho—, yo te amo.
Ella ríe y me da un abrazo, esta vez no era una cercanía cualquiera; era más profunda. Y a mí me encantaba aquel momento, ese preciso momento, ella me hacía sentir en casa, en un hogar verdadero.
—Mantente con vida, por mi—pido besando su cabello, puedo sentir como sonríe en mi pecho.
—Promesa.
Era ella la persona que siempre estuve buscando, durante todo este tiempo, ella es mi Luz, ella es mi "Lucille"
