—Eso sí que ha sido educado —comentó Nadine ofendida por haber sido ignorada.

—Brian es un chico difícil por lo que he escuchado —agregó la mujer con una mirada casi maternal siguiendo la espalda del chico —No usaron los dardos antes porque eran demasiados rebeldes, seguramente la sustancia del dispositivo sea mucho más peligrosa, pero se arriesgaron, o aprovecharon para testearla. Por cierto, creo que es hora de presentarme, mi nombre es Signe Rasmussen. Sé que tú eres Nadine Ruetter, mi hija te idolatra.

—Idolatraba, quieres decir. Ya no estoy más allí arriba y aquí me tratan como si fuera una peste. Gracias por salvarme, sino sería modelo de pruebas experimentales en lugar de ropa, en el futuro —dijo Nadine añorando su antigua vida.

—No es nada, pero tienes que aprender que si usas tu valentía sin usar tu cabeza terminarás muerta en menos de un mes —regañó Signe un poco más fuerte.

—¡NADINE! —gritó una voz a su derecha.

Cécile se acercaba con el semblante pálido y su respiración nerviosa. A su espalda, Kaoru parecía estar caminando en un ensueño... o pesadilla mejor dicho. La chica temblaba visiblemente aunque intentaba mostrar una sonrisa en su rostro con esfuerzo.

—No me acostumbro.... Es la segunda vez que algo así pasa desde que estoy aquí. —dijo con una voz aguda de los nervios.

Nadine presentó a Signe, quien ante la leve inclinación por parte de Kaoru hizo lo mismo de forma automática aunque menos elegante que el chico japonés. Por alguna razón, las reverencias no estaban penalizadas en el proyecto NOVA como lo eran algunas de otras actitudes culturales de otros países y Nadine se preguntó por qué la excepción.

—Mañana muchos novatos —dijo Kaoru aún con su mirada perdida usando su entrecortado inglés—. Si muchas remociones, más ganadores de loto.

Nadine se sintió una tonta. Nunca se había preguntado por qué El Loto a veces seleccionaba muchos más ganadores que lo usual. En realidad, si era honesta, nunca se había interesado por el tema, su única motivación para ver El Loto era el morboso espectáculo de ver los nombres aparecer en la pantalla y pensar quiénes eran, con la seguridad infantil de que ella era intocable. El resto parecía no estar sorprendido, por lo que la ignorancia de Nadine parecía no ser compartida.

—Me alegro que estés bien, Nadine —dijo Cécile con una sonrisa—. Conociéndote me imaginaba que estarías intentando tirar la puerta abajo para conseguir otra manta.

—Estuve cerca. Si no fuera por Signe, quién me detuvo casi arrancándome el brazo, ahora estaría en esas camillas— confesó Nadine con una mueca de arrepentimiento.

Cécile quedó boquiabierta durante unos segundos mientras Kaoru se llevaba la palma de la mano a su frente en una muestra de incredulidad.

—Nadine, debes aprender a bajar los humos e intentar pasar desapercibida —imploró Cécile preocupada— ¡Tienes suficiente con tu popular rostro para andar agitando revolucionarios!

—No tengo la culpa que mi rostro sea conocido en la mayoría de los países... Y no los estaba agitando. Solo quería unirme y salir de este agujero. Ni que me gustara que todos aquí me miren como a una deforme —dijo cruzándose de brazos ofendida.

— Por favor, Nadine. Te encanta que te miren, admítelo —contradijo Cécile riéndose haciendo que la oscuridad de sus corazones se levantara tan siquiera un poco.

Nadine pensó en negarlo pero cuando vio que Signe y Kaoru estaban asintiendo divertidos decidió ser honesta y dejar la fachada de lado, por unos minutos al menos. Estaba demasiado cansada psicológicamente como para seguir sus juegos de la superficie.

—¡¿Y qué si es así?! —desafió aun con sus brazos cruzados levantando el mentón un poco.

Signe, Kaoru y Cécile rieron con afecto y Nadine pensó nuevamente cómo en la superficie nunca les habría siquiera dado la hora, pero también reflexionó en silencio cómo por primera vez en mucho tiempo se sentía auténtica.

—Vamos, tengo entendido que la agenda diaria no cambia por más disturbios que se generen. —dijo Signe dándole una palmada en el hombro— En el entrenamiento físico podrás demostrar todas tus hermosas cualidades deportistas y dejar a los reclutas muertos de celos.

Los cuatro se dirigieron por los pasillos hacia la sala de entrenamiento, intentando no pensar en lo que acababan de presenciar y lo que les deparaba el futuro. Mientras caminaban, la Tablet de Nadine vibró y el brillante LED al que se estaba acostumbrando comenzó a parpadear.

Princesa, no intentes salir por la fuerza, es imposible y terminarás peor que ahora. Recuerda que debes escuchar y aprender primero, para luego actuar. Encontraré una manera de ayudarte, no te quepa duda.

Tu amigo virtual

Algunos podrían pensar que estos mensajes eran románticos o esperanzadores. Nadine pensaba que eran extraños y perturbadores. No iba a confiar en nada que viniera bajo una capa de anonimato; había tenido demasiadas experiencias con acosadores como para dejarse engañar fácilmente por unos mensajes bonitos. Necesitaba ayuda para entender quién era este individuo que se hacía llamar su amigo virtual, y creía saber por dónde empezar.

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